El beso letal entre las células del cáncer y las defensas del cuerpo humano
Un equipo de científicos descubre cómo algunos tumores logran dormir a los feroces soldados del sistema inmune
Un grupo de investigadores ha iluminado un fenómeno desconcertante. Cuando una célula humana se descontrola y empieza a multiplicarse a lo loco, amenazando con iniciar un cáncer, esas hijas malignas se enfrentan a las siempre atentas defensas del organismo. Algunos glóbulos blancos, como las células NK (siglas de Natural Killers, “asesinas naturales” en inglés), son capaces de reconocer y exterminar a las células cancerosas. Los científicos, del Hospital de Ottawa (Canadá), explican que, sin embargo, en algunos tumores de la sangre, las fero...
Un grupo de investigadores ha iluminado un fenómeno desconcertante. Cuando una célula humana se descontrola y empieza a multiplicarse a lo loco, amenazando con iniciar un cáncer, esas hijas malignas se enfrentan a las siempre atentas defensas del organismo. Algunos glóbulos blancos, como las células NK (siglas de Natural Killers, “asesinas naturales” en inglés), son capaces de reconocer y exterminar a las células cancerosas. Los científicos, del Hospital de Ottawa (Canadá), explican que, sin embargo, en algunos tumores de la sangre, las feroces NK quedan adormecidas tras dar “una especie de beso” a las células del cáncer. Ese beso hace que las células defensivas asesinas sean incapaces de asesinar a las cancerosas.
Los investigadores han descubierto ahora los mecanismos de esta caricia letal que despeja el camino para el cáncer. Los besos entre los glóbulos blancos y otras células son habituales, como explica el inmunólogo italiano Michele Ardolino. El fenómeno se llama trogocitosis, del griego trogo, que significa mordisquear o roer. La célula defensiva entra en contacto durante unos minutos con otra —que puede ser de un cáncer o estar infectada por un virus, por ejemplo— y roba un fragmento de su membrana. “Mi hipótesis es que las células inmunitarias han desarrollado estos mecanismos para poder sentir mejor su entorno y ser influidas por él”, señala Ardolino, al frente del equipo de Ottawa.
Fabricar proteínas requiere tiempo y energía, así que los glóbulos blancos las roban de sus células vecinas para regular su propio comportamiento en función del exterior, por ejemplo, ante la infección por un virus. “Es como si estuvieras participando en un concurso de repostería y llegaras tarde a la competición. Tienes la opción de hacer tu propia masa para el pastel o, simplemente, coger una prefabricada del frigorífico”, ilustra Ardolino.
El beso soporífero es un caso singular de trogocitosis. Las células NK son extraordinarias exterminadoras del cáncer, pero una proteína denominada PD-1 impide que funcionen adecuadamente. El equipo de Ardolino no comprendía de dónde salía esa proteína. “Ahora lo entendemos. ¡Las células NK no producen su propia proteína PD-1, sino que la roban de las células cancerosas!”, proclama. En el beso, las asesinas NK roban un fragmento de membrana tumoral que está trufado de estas proteínas soporíferas. A juicio del inmunólogo italiano, está claro que algunos cánceres aprovechan la trogocitosis para anular las defensas del cuerpo humano. El descubrimiento, tras multitud de experimentos en ratones con leucemia, se publicó este miércoles en la revista especializada Science Advances.
Otros glóbulos blancos exterminadores del cáncer, las células T, sí producen su propia proteína PD-1, un freno natural que ayuda a evitar que ataquen a otras células normales del organismo. Ardolino recuerda que ya existen fármacos dirigidos contra esta proteína PD-1. Algunos de ellos figuran entre los que más dinero generan en el mundo, como Keytruda, un medicamento de la farmacéutica estadounidense MSD indicado contra el melanoma, determinados cánceres de pulmón y otros tumores. Las ventas de Keytruda rozaron los 16.000 millones de euros en 2021, según un análisis de la compañía británica Evaluate Vantage. Otro fármaco antitumoral similar, Opdivo, de la también estadounidense Bristol Myers Squibb, alcanzó unas ventas de 7.000 millones de euros.
Al inhibir la PD-1, estos medicamentos sueltan los frenos naturales y disparan la ferocidad de las células T contra las células cancerosas. El inmunólogo japonés Tasuku Honjo ganó el Premio Nobel de Medicina de 2018 por descubrir la proteína PD-1 más de un cuarto de siglo antes y aprender a inhibirla para luchar contra el cáncer. EE UU aprobó el fármaco Keytruda en 2014 y, un año después, autorizó Opdivo. Había nacido la inmunoterapia: la estimulación de las defensas naturales del cuerpo humano para intentar eliminar el tumor de un paciente.
Estos tratamientos pueden costar más de 50.000 euros al año por paciente en algunos países. El propio Tasuku Honjo lamentó estos precios prohibitivos en una entrevista con EL PAÍS en 2019. “Sería mejor que fuera más barato, para que todo el mundo se pudiera beneficiar. Siempre ocurre el mismo el problema con cualquier fármaco. Incluso la penicilina, cuando llegó al mercado, era muy cara. Y luego fue asequible para cualquiera”, argumentó Honjo.
El equipo de Ardolino ya observó hace cuatro años que estos exitosos fármacos inhibidores de la PD-1, diseñados originalmente para espabilar a las células T, también estimulaban a las células NK. El inmunólogo David Raulet, de la Universidad de California en Berkeley (EE UU), participó en aquellos trabajos. “El campo de la inmunoterapia del cáncer se ha enfocado a la movilización de las células T, pero creemos que las células NK también tienen un papel importante en esta película”, declaró entonces Raulet. Algunos tumores no responden a los actuales tratamientos que activan las células T, pero quizá sí podrían sucumbir a un ataque de células NK espoleadas.
El inmunólogo italiano cree que su nuevo descubrimiento servirá para afinar estas terapias. Cada cáncer es único, pero el sistema inmune de cada persona también es excepcional. El sueño de Ardolino es que, cuando un paciente con cáncer llegue al hospital, los médicos puedan hacer una biopsia para determinar no solo las mutaciones específicas de su tumor, sino también para obtener un perfil detalladísimo de la respuesta de su sistema inmune. Así se podría ofrecer a cada paciente una inmunoterapia más específica, adaptada, incluso, a las proteínas cancerosas que roben sus glóbulos blancos.
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