Esta mujer ha creado una nueva especie de microbio en su cocina y usted también puede
Los humanos estamos diseñando la naturaleza del futuro, mantiene la periodista Elizabeth Kolbert en su nuevo libro ‘Bajo un cielo blanco’, del que adelantamos un fragmento
La escritora y periodista Elizabeth Kolbert ganó el premio Pulitzer en 2015 por su libro ‘La Sexta Extinción...
La escritora y periodista Elizabeth Kolbert ganó el premio Pulitzer en 2015 por su libro ‘La Sexta Extinción’, que relataba el tremendo impacto en la biodiversidad que tienen las actividades humanas. En su nueva obra, ‘Bajo un cielo blanco’, Kolbert continúa su trabajo periodístico contando desde el terreno cómo los humanos estamos modificando la naturaleza hasta el punto de reinventarla. En este fragmento de uno de los capítulos más interesantes, la periodista de ‘The New York Times’ describe cómo funciona la técnica de edición genética CRISPR y demuestra que cualquiera puede comprar un kit para editar genes en su propia casa. En su libro también cuenta cómo se está utilizando esta técnica para introducir genes en una especie invasora de sapo en Australia cuyo efecto es asegurar la extinción de estos animales. A continuación, lea un fragmento de su nuevo libro.
En la mitología nórdica, Odín es un dios muy poderoso, pero también un embaucador. Tiene un solo ojo, pues el otro lo sacrificó para obtener la sabiduría. Entre sus muchos talentos, puede despertar a los muertos, calmar las tempestades, curar a los enfermos y cegar a sus enemigos. No es raro que se transforme en un animal, y en forma de serpiente adquiere el don de la poesía, que de forma inadvertida transfiere a algunas personas.
The Odin, en Oakland (California), es una compañía que vende kits de ingeniería genética. Su fundador, Josiah Zayner, lleva una mecha de cabello rubio teñido, múltiples piercings y un tatuaje que insta a quien lo lee: “Cree algo bello”. Tiene un doctorado en biofísica y es un conocido provocador. Entre sus muchas escenificaciones temerarias, alteró su piel para que produjera una proteína fluorescente, ingirió excrementos de un amigo en un trasplante casero de heces e intentó desactivar uno de sus propios genes con la intención de desarrollar bíceps más grandes. (Reconoce que en este último intento fracasó). Zayner se califica a sí mismo de “diseñador genético” y ha declarado que su objetivo es proporcionar a la gente los recursos que precisen para modificar la vida en sus ratos libres.
The Odin ofrece desde un simple vaso de chupito que lleva impreso “biohackea el planeta” y cuesta tres dólares, a un “kit de laboratorio casero de ingeniería genética” que asciende a 1.849 dólares e incluye una centrifugadora, un aparato de PCR (reacción en cadena de la polimerasa) y una caja de gel de electroforesis. Yo me decidí por algo intermedio: el “kit combinado de CRISPR bacteriano y levadura fluorescente”, en el que me dejé 209 dólares. Me llegó en una caja de cartón decorada con el logo de la compañía: un árbol de tronco retorcido rodeado por un círculo hecho con una doble hélice de ADN. El árbol, creo, debe representar el Yggdrasil, cuyo tronco, en la mitología nórdica, se yergue por el centro del cosmos.
Ahora disponemos de “una forma de reescribir las propias moléculas de la vida del modo que queramos”
En el interior de la caja encuentro un surtido de instrumentos de laboratorio (pipetas, placas de Petri, guantes de un solo uso), además de varios viales con E. coli y todo lo necesario para modificar su genoma. Meto los viales de E. coli en la nevera, junto a la mantequilla. El resto lo meto en un compartimento del congelador, junto al helado. La ingeniería genética ya ha alcanzado la madurez. La primera bacteria modificada mediante estas técnicas se produjo en 1973. La siguieron un ratón modificado genéticamente en 1974 y una planta de tabaco transgénica en 1983. El primer alimento transgénico autorizado para consumo humano, el tomate Flavr Savr, llegó en 1994, pero fue tal la decepción que a los pocos años dejó de cultivarse. Más o menos por la misma época se desarrollaron variedades transgénicas de maíz y soja; a diferencia del Flavr Savr, estas se han hecho más o menos comunes en Estados Unidos.
En la última década, o algo más, la propia ingeniería genética ha experimentado su propia transformación gracias a CRISPR, acrónimo del inglés Clustered Regularly Interspaced Short Palindromic Repeats (“repeticiones palindrómicas cortas agrupadas y regularmente espaciadas”). CRISPR es la denominación breve que recibe una serie de técnicas, la mayoría de ellas tomadas de las bacterias, que facilitan enormemente a investigadores y biohackers la manipulación del ADN. Y permite a sus usuarios cortar una sección de ADN y desactivar la secuencia afectada o reemplazarla por otra.
Las posibilidades derivadas de esto son casi innumerables. Jennifer Doudna, profesora de la Universidad de California en Berkeley y una de las investigadoras que desarrollaron la técnica, lo ha expresado diciendo que ahora disponemos de “una forma de reescribir las propias moléculas de la vida del modo que queramos”. Con CRISPR, los biólogos ya han creado, entre muchísimos otros seres vivos, hormigas que no pueden oler, lebreles con músculos de superhéroe, cerdos resistentes a la peste porcina, macacos que sufren alteraciones del sueño, granos de café sin cafeína, salmones que no ponen huevos, ratones que no acumulan grasa y bacterias cuyos genes llevan escrita, en código, la famosa serie de fotografías que hizo Eadweard Muybridge de un caballo de carrera al galope.
Hace unos años, un científico chino, He Jiankui, anunció que había producido los primeros seres humanos editados con CRISPR, un par de gemelas. Según He, había alterado los genes de las niñas para conferirles resistencia al VIH, aunque no está del todo claro que lo consiguiera. Al poco tiempo de anunciar su logro, He fue puesto en arresto domiciliario en Shenzhen.
Carezco casi por completo de experiencia en genética y no hago trabajo de laboratorio desde el instituto. Pese a ello, siguiendo las instrucciones que me llegaron con la caja de The Odin, he podido crear un nuevo organismo en tan solo un fin de semana. Primero cultivé una colonia de E. coli en una de las placas de Petri. Luego la rocié con las diversas proteínas y trocitos de ADN diseñado que había guardado en el congelador. El proceso cambió una “letra” del genoma de la bacteria, reemplazando una A (adenina) por una C (citosina). Gracias a esta enmienda, mi nueva y mejorada E. coli puede meter sin problema la nariz en la estreptomicina, un potente antibiótico. Crear en la cocina de mi propia casa, con técnicas de ingeniería genética, una cepa de E. coli resistente a un fármaco ha resultado aterrador, pero también me ha producido una clara sensación de logro. Tanta, de hecho, que he decidido pasar al segundo proyecto del kit: insertar un gen de medusa en una levadura para que resplandezca.
El nuevo libro de Elizabeth Kolbert, ‘Bajo un cielo blanco’ (Crítica), se publica el próximo 16 de junio
Puedes seguir a MATERIA en Facebook, Twitter e Instagram, o apuntarte aquí para recibir nuestra newsletter semanal.