Las vacunas que vienen del este
Ante la escasez de fármacos occidentales, algunos países optan por las rusas, chinas e indias. Este es el reparto mundial de las vacunas menos ‘convencionales’
El rey de Marruecos Mohamed VI se vacunó la pasada semana con la vacuna china de Sinopharm. El pasado domingo lo había hecho el primer ministro húngaro Viktor Orban. Turquía ha comprado 100 millones de otra china, la de Sinovac, que es también la que recibió el presidente de Chile Sebastián Piñera. Y el pasado lunes, haciendo gala de patriotismo científico, el jefe del gobierno indio Narendra Modi recibió la primera dosis de la Covaxin, desarrollada 100% en India. Ante la falta de vacunas de las farmacéuticas occidentales, los pa...
El rey de Marruecos Mohamed VI se vacunó la pasada semana con la vacuna china de Sinopharm. El pasado domingo lo había hecho el primer ministro húngaro Viktor Orban. Turquía ha comprado 100 millones de otra china, la de Sinovac, que es también la que recibió el presidente de Chile Sebastián Piñera. Y el pasado lunes, haciendo gala de patriotismo científico, el jefe del gobierno indio Narendra Modi recibió la primera dosis de la Covaxin, desarrollada 100% en India. Ante la falta de vacunas de las farmacéuticas occidentales, los países menos desarrollados (y muchos de los desarrollados) se están pinchando con las que vienen del este.
La vacuna rusa se llama Sputnik V, creada por el Centro Nacional de Investigación de Epidemiología y Microbiología Gamaleya de Moscú. El 1 de marzo, Eslovaquia autorizaba su uso y ese mismo día llegaban las primeras 200.000 dosis del millón contratadas. Hungría ya la estaba pinchando y la República Checa se lo está pensando. Hasta Austria ha mostrado su interés. Checos y eslovacos están entre los que tienen las tasas más altas de mortalidad por coronavirus del mundo. Así que las autoridades no han esperado a las nuevas remesas de las tres vacunas occidentales aprobadas por la Unión Europea. La Agencia Europea de Medicamentos (EMA) acaba de iniciar la revisión del inoculado ruso, pero aún no lo ha autorizado.
El primer ministro eslovaco Igor Matovic dijo en una rueda de prensa a los pies del avión que traía la primera remesa que “podrían acelerar el proceso de vacunación en un 40%” gracias a las vacunas rusas,según recogía la agencia Reuters. Hasta ahora habían recibido unas 300.000 dosis occidentales, en su mayoría de Oxford/AstraZeneca y Pfizer/BioNTech. El peso de la pandemia y la lentitud en la distribución explican en parte que la Sputnik V esté cubriendo el vacío. Los lazos históricos entre antiguos miembros del Pacto de Varsovia también han podido pesar. Según el Fondo Ruso de Inversión Directa, que ha financiado la Sputnik V, 39 países (ver mapas) en los que viven más de 1.100 millones de personas la han autorizado o ya están pinchándola.
Por su tecnología, la Sputnik V es también la más occidental de las vacunas que vienen del este. Como las de Oxford/AstraZeneca y la de Janssen, de inminente aprobación en la UE, usa la técnica del vector viral. Recurre a otros virus (adenovirus humano) incapaces de replicarse para llevar las instrucciones que enseñan a las células a producir la proteína de la espícula del coronavirus. Esta es la que activa al sistema inmune.
De la decena de inoculaciones orientales ya en uso, solo la de Gamaleya y una de las chinas (la de CanSino) usan este sistema, el de adenovirus humano. Las demás se han creado utilizando el propio coronavirus o partes de él, una técnica en desuso en los países occidentales. “Estas vacunas requieren cultivar el propio virus en el laboratorio, inactivándolo exponiéndolo a químicos”, explica Adelaida Sarukhan, investigadora en virus emergentes del Instituto de Salud Global (ISGlobal).
El coordinador del proyecto de la vacuna covid-19 del Hospital Clínic-IDIBAPS de Barcelona Felipe García recuerda que en Occidente se tiende a no investigar en este campo, ya que presenta una serie de problemas”. Por un lado está el de la seguridad, ya que “tienes que estar muy seguro de que el virus está desactivado del todo”. Por el otro, añade, al estar muerto el virus se reduce su capacidad de activar el sistema inmune.
Pero lo que más cuestionan García y Sarukhan es la falta de transparencia y escrutinio público de sus ensayos. Ninguna de las vacunas orientales de virus inactivado ha publicado los resultados de sus últimos ensayos clínicos ni han sido revisados por otros científicos. Solo la CoronaVac de la china Sinovac publicitó los de sus primeros ensayos en humanos en la revista The Lancet. Pero, si se hace caso a los comunicados y declaraciones oficiales, su eficacia oscila entre el 50% y el 79%. “Sus niveles son más modestos, pero faltan conocer los últimos resultados”, recuerda Sarukhan.
A pesar de ello, más de 50 países han comprado alguna de las tres vacunas chinas o la Covaxin india, todas de virus inactivado. Y es que tienen sus ventajas: es una tecnología madura en la que China e India tienen experiencia. La producción a escala industrial es más sencilla y barata y ambos países cuentan con la infraestructura para producir millones de dosis cada día. Además, no necesitan el frío extremo que exigen, por ejemplo, las vacunas de ARN de Moderna y Pfizer. El problema de la temperatura está haciendo que estas dos occidentales apenas se estén distribuyendo en el África subsahariana.
El fundador de SciTech Africa, Uwagbale Edward-Ekpu, sostiene que de las inmunizaciones occidentales, “la de AstraZeneca es la vacuna covid-19 más adecuada para el continente, ya que es más barata y los países africanos ya tienen la infraestructura de cadena de frío de 2-8 grados centígrados que requiere”. De hecho, es la que está distribuyendo COVAX en el continente africano. Esta iniciativa, impulsada por la Coalición para las Innovaciones en Preparación para Epidemias, la alianza para la Vacunación GAVI y la Organización Mundial de la Salud (OMS), ya ha empezado a distribuir las vacunas y esperan repartir 75 millones hasta mayo de los 2.000 millones que entregarán entre este año y el que viene.
Pero COVAX solo financia la vacunación del 20% de la población, el resto de las vacunas hay que comprarlas. Por eso Edward-Ekpu, también colaborador de plataforma de vigilancia de la covid en África del Instituto Milken, cree que las orientales tienen su hueco en la región: “A pesar del escepticismo inicial, varios países africanos ya habían optado por la vacuna china Sinopharm y la rusa Sputnik debido a la falta de acceso a la vacuna occidental. Con más datos que muestren que son efectivas y seguras, combinado con el esfuerzo diplomático que están realizando Rusia y China para promover sus vacunas en África, creo que más naciones africanas terminarán comprándolas a chinos y rusos tengan o no acceso a las vacunas occidentales”.
Sinopharm, una empresa estatal china, ya ha enviado lotes de sus vacunas por todo el continente africano, desde Marruecos al norte hasta Zimbabue al sur, pasando por Senegal o Guinea Ecuatorial. Hay países como Egipto que han comprado 20 millones de dosis. Y en Asia, el gobierno chino la está donando en lotes de 100.000 a una decena de países.
Dejando a un lado los casos de Perú y Argentina, que tienen acuerdos con Sinopharm para recibir 38 y 30 millones de dosis respectivamente, la que triunfa en América Latina es otra china, la de Sinovac, con contratos con una decena de países. Como la anterior, es una empresa controlada por el gobierno chino. Se ha ensayado en Chile y Brasil, países que han confiado buena parte de su plan de vacunación a esta vacuna. Por ejemplo, el país andino, puesto como modelo de éxito en la inmunización, ha comprado 60 millones de dosis de la CoronaVac de Sinovac y no llegan a 20 millones de habitantes. Brasil se ha hecho con 100 millones, pero tiene 10 veces más población que Chile, según datos recogidos por UNICEF. En tercer puesto aparece la de CanSino, la única china que usa la tecnología de adenovirus. México les ha comprado 35 millones de dosis.
Oscurecida por la omnipresencia de las vacunas rusas y chinas, India aparece en un aparente segundo plano. Pero es probable que, cuando todo el mundo esté vacunado, la mayoría relativa de esas vacunas hayan sido indias, sobre todo en los países emergentes y los menos desarrollados. Las farmacéuticas del subcontinente producen el 60% de las vacunas que se ponen en el mundo. La más grande, Serum Institute, tiene una capacidad de producción de 1.500 millones de dosis al año y está construyendo otra planta para añadir otros 1.000 millones. Las principales occidentales ya están envasando sus formulaciones en el subcontinente.
Pero original de la ciencia india es Covaxin, otra vacuna de virus inactivado y, de nuevo, salida de una empresa pública llamada Bharat Biotech. Aunque no han sido revisados por la comunidad científica, los resultados de su ensayo clínico apuntan a una eficacia del 81%. Sin embargo, a pesar de estar aprobada en una decena de países, el protagonismo se lo lleva Covishield, la vacuna de Serum Institute. En realidad no es otra que la de AstraZeneca fabricada bajo licencia. La plataforma COVAX ya tiene comprometidos 1.100 millones de dosis con opción a otros 900 millones y muchos países están comprando a Serum Institute en vez de AstraZeneca. Por cierto, la farmacéutica india lleva a cabo un ensayo con la Sputnik V rusa y podría fabricarla a escala masiva.
María Belén Herrero es investigadora de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales en el ámbito de la salud internacional y soberanía sanitaria. Para ella, las vacunas del este “le están disputando el escenario a las grandes farmacéuticas occidentales”. De hecho, dice “en América Latina no hubieran podido iniciar los procesos de vacunación si no fuera por estas vacunas”.
Pero Guerrero advierte de que las vacunas rusas, chinas e indias no bastarán. “Confirman la lógica individualista que ha primado desde el inicio de la pandemia, el sálvese quién pueda”. Para lo que han servido es para destacar “la importancia de fomentar y fortalecer la producción pública”. No en vano, solo dos de las diez vacunas orientales en uso son fruto de empresas privadas. En occidente, ninguna vacuna es pública, aunque sí financiadas con dinero público. Por último, la socióloga argentina echa en falta mecanismos globales que funcionen.
Ese mecanismo global iba a ser COVAX. Como recuerda Virginia Rodríguez, experta en incidencia política del ISGlobal, “la idea inicial era crear un mecanismo para repartir las vacunas a nivel global de forma equitativa”. Pero al imponerse la lógica individualista destacada por Guerrero, “los países más ricos han priorizado sus intereses: inmunizar primero a su población”. Cuando los estados con más recursos empezaron a comprar y a acaparar, “se vio que COVAX, por su agregación de compra, se convertía en una herramienta para los países de renta media. Los más pobres dependen de las donaciones al sistema y las vacunas sobrantes y tardarán en llegar”. Aquí, concluye Rodríguez, “es donde se abre el hueco para las vacunas rusas y chinas”.