Montesquieu contra la salud pública
En una pandemia, una semana de retraso en actuar puede significar la eternidad de los cementerios
El espectáculo político/judicial en Madrid está desviando nuestra atención de las cuestiones cruciales. Esto es una pandemia y la estrechez de miras característica del politiquerío no sirve de gran cosa a esas escalas. Algún juez debería incorporar en su disco duro lo que ocurre un poco más allá de Plaza Castilla, la frontera norte de Madrid. Las diatribas técnico/jurídicas sobre qué Administración puede decretar un confinam...
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El espectáculo político/judicial en Madrid está desviando nuestra atención de las cuestiones cruciales. Esto es una pandemia y la estrechez de miras característica del politiquerío no sirve de gran cosa a esas escalas. Algún juez debería incorporar en su disco duro lo que ocurre un poco más allá de Plaza Castilla, la frontera norte de Madrid. Las diatribas técnico/jurídicas sobre qué Administración puede decretar un confinamiento perimetral y cuál otra el aislamiento doméstico resultan de sumo interés, pero convendría aplazarlas para más tarde. En una pandemia, una semana de retraso en actuar puede significar la eternidad de los cementerios. Seguro que, al formular la separación de los poderes del Estado, Montesquieu no tenía en la cabeza una situación como esta. Un simple juez parece ahí un insecto enfrentado a la segunda ola de un tsunami, que suele ser la más letal.
Entretanto, la vida sigue ahí fuera. En el congreso telemático que organizaron el miércoles las universidades de Washington y la Johns Hopkins, nadie hablaba de otra cosa que del contagio del presidente Donald Trump. Las embestidas de Trump contra la academia y la industria para forzarles a presentar una vacuna antes de las elecciones del 3 de noviembre han llegado al extremo de imponer un control político a la agencia del medicamento (FDA) y los centros de control de enfermedades (CDC), que hasta ahora eran dos referencias mundiales. El congreso de la Johns Hopkins se convocó justo para rechazar esas presiones. Esto une a los científicos, los bioéticos y la Big Pharma (la gran industria farmacéutica) en reclamar a la Casa Blanca que “preserve la integridad científica en el desarrollo de vacunas contra la covid-19”. Las vacunas deben demostrar su seguridad y eficacia antes de aprobarse, y eso no va a ocurrir antes de las elecciones del mes que viene. “A pesar del ruido político, la ciencia va bien”, dijo el jefe de los Institutos Nacionales de la Salud (NIH), Francis Collins.
Aunque no sean el foco de la información, en Estados Unidos estas críticas científicas tienen un efecto. La FDA ha reforzado las normas para autorizar cualquier posible vacuna anticovid, y el programa de vacuna acelerada (Operation Warp Speed) lanzado por la Casa Blanca ha relajado la presión sobre los fabricantes, recomendándoles que no soliciten autorizaciones de emergencia mientras no tengan dosis suficientes para distribuir, informa STAT, una web médica. Nada de eso es posible antes de las elecciones. Y la aprobación de una vacuna, aunque fuera medianamente eficaz y segura, en un momento en que no hay dosis disponibles para una fracción sustancial de la población, causaría tal decepción pública que daría alas a las sectas antivacunas que se propagan por el mundo.
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