Dentro de las cloacas en busca del asesino invisible
EL PAÍS acompaña a uno de los equipos que estudian la concentración de coronavirus en las aguas fecales para alertar de un segundo brote
Meterse en una alcantarilla sorprende por razones inesperadas. Los túneles suenan como si fueran tripas. Hay zumbidos graves, ecos de golpes remotos, chirridos que en la oscuridad total hacen que los pelos se pongan de punta. El olor en cambio no es desagradable, no muy diferente al de una cueva.
Hace unos días, un equipo de técnicos se adentró en una de estas grandes alcantarillas en la ciudad de Valencia. El llamado colector norte es un ancho túnel cuya boca se abre a pocos metros del cauce del río Turia. Es una de las puertas a un laberinto de 1.300 kilómetros; la red de alcantarilla...
Meterse en una alcantarilla sorprende por razones inesperadas. Los túneles suenan como si fueran tripas. Hay zumbidos graves, ecos de golpes remotos, chirridos que en la oscuridad total hacen que los pelos se pongan de punta. El olor en cambio no es desagradable, no muy diferente al de una cueva.
Hace unos días, un equipo de técnicos se adentró en una de estas grandes alcantarillas en la ciudad de Valencia. El llamado colector norte es un ancho túnel cuya boca se abre a pocos metros del cauce del río Turia. Es una de las puertas a un laberinto de 1.300 kilómetros; la red de alcantarillado de la ciudad. Los tramos más antiguos se remontan a la época romana. El colector norte, uno de los tres en los que confluyen las aguas fecales de toda Valencia, discurre por debajo de la espectacular la plaza cubierta ideada por el arquitecto Santiago Calatrava —el Ágora— como parte de la Ciudad de las Artes y las Ciencias.
Valencia se ha convertido en una de las primeras del mundo en establecer un sistema de análisis de aguas residuales para buscar coronavirus
En estos túneles han aparecido colchones, motos, perros, hasta la cabeza de un caballo muerto sin que nadie sepa cómo llegaron hasta aquí. El año pasado se sacaron del colector más de 6.000 toneladas de basura acumulada que estaba atragantando el túnel y amenazaba con que las aguas fecales se vertiesen al río. La mayor parte de los residuos eran toallitas higiénicas, el peor enemigo de las cloacas. A medida que se avanza por el colector se ven rastros de este material pegados a cada esquina y en todos los pilares hasta alcanzar casi el techo. Pero en esta ocasión los técnicos han venido en busca de un enemigo invisible y mucho más peligroso: el nuevo coronavirus SARS-CoV-2.
Desde hace tres semanas la ciudad de Valencia se ha convertido en una de las primeras del mundo en establecer un sistema de análisis de las aguas residuales para buscar fragmentos genéticos del nuevo coronavirus. Un estudio preliminar demostró que la concentración de fragmentos de virus en las aguas residuales alcanza valores altos en torno a una semana antes de que llegue el pico de contagios registrados. El análisis de las aguas fecales, argumentan los científicos responsables del sistema de detección, puede servir como sistema de alerta temprana ante un posible nuevo brote de la enfermedad en otoño.
El primer paso es recoger un litro de aguas fecales en el punto de muestreo, en este caso del colector norte, por el que pasan residuos de unas 500.000 personas. El agua es verdosa y en ella flotan restos deformes de plásticos y otros materiales. En los últimos días la presencia del virus en las cloacas ha disminuido de forma acentuada hasta desaparecer de la mayoría de los 24 puntos de muestreo repartidos por toda la red.
Cada muestra se envía a los laboratorios de la empresa Gamaser, filial de Global Omnium, responsable del sistema de vigilancia. El agua se va filtrando y centrifugando para concentrar el material genético del virus hasta que queda reducida a unas pocas millonésimas de litro. Después se hace una prueba PCR que indica cuánto virus hay en el agua. Aunque es imposible correlacionar esas concentraciones con el número de personas infectadas, sí se ha demostrado que a mayor cantidad de ARN viral, más casos detectados hay en los hospitales. Un estudio reciente muestra que las personas infectadas comienzan a secretar virus en las heces días antes de que empiecen los síntomas. Este sistema además permitiría ver los virus expulsados por los infectados asintomáticos.
“Si hubiese un rebrote podríamos detectarlo antes de que sea realmente peligroso”Elisa Valía, concejala de ciclo integral del agua de Valencia
“A través de las aguas residuales detectamos virus independientemente de los síntomas que tienen los infectados y eso es fundamental”, destaca Elisa Valía, concejala del ciclo integral del agua del Ayuntamiento de Valencia. El sistema permite viajar “aguas arriba” de un punto en el que se encuentra virus e ir acotando el origen hasta reducir el foco a un nivel de manzana, incluso de edificio. Esto puede ser especialmente interesante para vigilar lugares de alto riesgo, como residencias de ancianos. “Si hubiese un rebrote podríamos detectarlo antes de que sea realmente peligroso”, destaca Valía. Piensan monitorizar al menos hasta finales de año.
“Si se demuestra que se puede alertar de que el virus ha vuelto a circular días antes de que lo detecten las autoridades sanitarias puede ser muy valioso para estar preparados desde el punto de vista hospitalario y también para intentar cortar la transmisión comunitaria intensificando los mensajes de cautela a la población”, explican fuentes de la Consejería de Sanidad de la Generalitat Valenciana, que también colabora en el proyecto. Este tipo de análisis se hace también en otras grandes ciudades españolas como Barcelona y el Gobierno contempla establecer un sistema de vigilancia nacional.
La “pregunta del millón es si las aguas residuales contienen virus completos capaces de infectar a alguien, lo que supondría un grave problema”, explica Gloria Sánchez, del Instituto de Agroquímica y Tecnología de Alimentos (IATA-CSIC).
La mayoría de datos apuntan a que no es así, en parte porque las aguas fecales están llenas de jabón y desinfectantes que deberían aniquilar al virus. Sin embargo, un estudio reciente realizado en China y publicado por el Centro de Control de Enfermedades de EE UU advertía de que las heces de algunos enfermos sí contienen virus completos capaces de infectar. Esto supone que además de por el aire, el virus se podría transmitir por contacto con las heces o por respirar partículas de estas suspendidas en el aire, señalaban los autores. Durante la epidemia de SARS de 2003 esta vía de contagio causó más de 300 infectados en un edificio de Hong Kong que tenía las cañerías en mal estado. Cuarenta y dos de ellos murieron, señala el estudio. En cualquier caso, este sería un método de transmisión muy residual y contra el que ya se toman medidas de profilaxis en los hospitales, por ejemplo.
“Nosotros podemos tener aproximaciones moleculares en unas pocas semanas, pero al final para demostrar que no son infecciosos tenemos que pasar por cultivo celular”, detalla Sánchez. “Para hacer ese tipo de ensayos necesitas trabajar en un laboratorio de alta seguridad de clase 3, eso lo complica más porque hay pocos y en estos momentos la prioridad de uso se está dando a estudios de tratamientos antivirales”, concluye.
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