De las matemáticas a la política
Si Parisi representa el ascenso social, ¿puede eso dialogar con la candidatura de una mujer que tiene, en cierta medida, una trayectoria similar?

Los números son los números. Este domingo votaron casi 13 millones de chilenas, chilenos y personas extranjeras con derecho a voto. Un 82% del padrón en una elección histórica, por ser la primera que se realiza bajo las nuevas reglas: inscripción automática y voto obligatorio. Si en 2021, la primera vuelta convocó a 7 millones de ciudadanos, ese número casi se duplicó.
Desde que el voto volvió a ser obligatorio, la política chilena dejó de hablarle a un electorado acotado, más politizado y más homogéneo. Hoy, millones de personas que estuvieron años fuera de las urnas deciden las elecciones. Y esos nuevos votantes, que son pragmáticos, críticos, desconfiados de toda etiqueta —izquierda, derecha o centro—, desde que irrumpieron obligadamente en la escena, han determinado los resultados de todos los comicios. Y este domingo no fue la excepción.
Los resultados presidenciales y parlamentarios nos muestran un Chile heterogéneo y sin definiciones ideológicas fuertes. Por más que la derecha insista en que el país ha girado hacia su eje, parecen ser otras las corrientes que atraviesan a la sociedad chilena: el deseo de orden y de cambio, de ascenso social y oportunidades, de protección y bienestar, de castigo a las élites y de demandas por soluciones rápidas.
Pero volvamos a los números.
Por el lado de las izquierdas y el progresismo, no vale la pena disimular que si bien Jeannette Jara obtuvo el primer lugar con un 26,8%, y aseguró su paso a la segunda vuelta, los resultados están por debajo de las expectativas. José Antonio Kast, con un 23,9%, le respira demasiado cerca y el ballotage se presenta como una misión que algunos califican de imposible.
Evelyn Matthei, por su parte, sufrió la derrota más profunda de la jornada. La candidata de Chile Vamos pasó de ser la ganadora indiscutida y la favorita de las elites empresariales y políticas, a protagonizar el peor resultado que su sector ha obtenido en una presidencial: quedó sumergida en el quinto lugar con un 12,54% de las preferencias, debajo de Parisi y Kaiser.
Al mismo tiempo, en las antípodas de esa derrota y desafiando las predicciones de las encuestas, Franco Parisi, a pesar de no haber logrado su paso a segunda vuelta, se coronó como uno de los principales ganadores. En una espiral ascendente, alcanzó el tercer lugar con casi un 20% de los votos, a una distancia considerable de Johanes Kaiser (13,93%), quien también sacó cuentas alegres.
Basta una mirada rápida para señalar que el resultado de la primera vuelta presidencial marca un nuevo hito en el declive de las fuerzas políticas de la transición (ya en 2021 la candidata del Socialismo Democrático había quedado quinta y el de Chile Vamos cuarto) y, sobre todo, en la emergencia de propuestas desafiantes, como las de Kaiser y Parisi, candidaturas que, a pesar de ser muy distintas en narrativas y programas, capturan con mayor eficacia franjas populares y de clase media, particularmente en regiones.
A estas alternativas emergentes, tenemos que mirarlas con mayor atención y menos prejuicios. Escuchar qué nos dicen del país que habitamos.
¿Qué buscan, a qué aspiran los votantes de Parisi o Kaiser? ¿Qué temores y resentimientos, pero también qué deseos y sueños se mueven allí? ¿Qué desconfianzas inspiran su acercamiento a la política? ¿Qué les hizo ver en estos candidatos, despreciados por las elites políticas, líderes atractivos?
Si Parisi representa el ascenso social -de Las Rejas a La Dehesa-, el recorrido exitoso de un nacido sin privilegios, ¿puede eso dialogar con la candidatura de una mujer que tiene, en cierta medida, una trayectoria similar? ¿Puede Jeannette Jara hablar a ese Chile que aspira a más: más consumo, más oportunidades, más progreso familiar y personal?
El fenómeno Parisi no es ideológico, es emocional y material. Es el voto de quienes descreen de la élite política. El voto de quienes sienten que el Estado no llega, que los sueldos no alcanzan, que la delincuencia no cede. El voto de trabajadores precarizados y también de algunos que han tenido éxito en rubros bien pagados como la minería, de emprendedores endeudados, de madres jefas de hogar, de jóvenes sin futuro claro. ¿Puede el progresismo meterse allí? ¿No debieran ser, precisamente, estos los sectores del pueblo chileno en que las izquierdas y el progresismo deben echar raíces?
Por lo pronto, es una oportunidad inestimable el hecho de que Jara pueda hablarles desde un lugar donde Kast no puede pararse: desde la experiencia concreta de quien viniendo de abajo ha llegado lejos, y que desde su posición de poder ha logrado impactar en la vida real de las personas con políticas como la reforma de pensiones, la reducción de la jornada laboral y el aumento del salario mínimo.
Y si Kaiser es el antiestablishment, el honesto, el que dice lo que piensa aunque sea incorrecto, ¿podrá recoger Jeannette Jara, con honestidad y franqueza, a una parte de quienes se inclinaron por él?
Volvamos a los números.
Jeannette Jara debe pasar del 26 a más del 50%. Sabemos de sobra que no hay pronóstico favorable. Los análisis que concluyen con su futura derrota los conocemos de memoria: que la suma de las candidaturas de derecha alcanzará el 50%, que la derecha obtendrá mayoría en el parlamento, que Chile –y el mundo- está girando a la derecha, que hace veinte años gana la presidencial el candidato de oposición, que la seguridad y la economía son temas de derecha, que Chile es anticomunista, etc.
Aún reconociendo el sustento empírico de ese tipo de argumentaciones, girar en círculos en torno a ellas no conduce a ninguna parte. La tarea de construir una mayoría “no natural”, compuesta por sectores del pueblo que por distintas razones puedan encontrar en Jeanette Jara una mejor representante de sus intereses, sus deseos, sus dolores y aspiraciones, es ir más allá de las matemáticas y entrar en el terreno de la verdadera política. En ese terreno, en la política, el arte está en hacer posible lo que parece imposible.
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