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Derechos Humanos
Columna
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Nuestra humanidad común

Resulta paradojal y desmoralizante que, al conmemorar los 75 años de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, tengamos hoy que presenciar la cruel situación en Medio Oriente, Ucrania y en tantos otros lugares

conflicto arabe israeli
Un hombre palestino llora ante los cuerpos de víctimas de un bombardeo Israelí sobre Gaza, este jueves.IBRAHEEM ABU MUSTAFA (REUTERS)

Hoy conmemoramos el 75 aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, siendo este documento la piedra angular de sociedades inclusivas, pacíficas, justas, igualitarias y prósperas, sin distinciones de ningún tipo.

Ningún otro documento, antes o después, ha inspirado las acciones y transformaciones de tantas personas, pueblos y naciones con el fin de salvaguardar los derechos y las libertades fundamentales como este. Esta Declaración es una fuerza unificadora, así como una esperanza, que refleja lo más fundamental que compartimos las personas: nuestra humanidad común. El ejercicio emprendido por todos los sistemas políticos, sociales, culturales y jurídicos del mundo y que diera fruto en una declaración de derechos para todos y todas fue la necesidad de un mínimo común para la civilización humana, tras los horrores de la guerra.

A lo largo de estos años el mundo ha sido testigo de avances notables en muchas áreas de desarrollo, pero también existe un consenso creciente de que el modelo económico actual no está logrando la prosperidad económica para todos. Esto último es una de las causas fundamentales y estructurales de la desigualdad económica dentro de los países y de los sistemas económicos y políticos mundiales, regionales y nacionales.

Asimismo, resulta paradojal y desmoralizante que, al conmemorar los 75 años de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, texto que se redactó en un mundo devastado por la guerra y el recuerdo del holocausto, tengamos hoy que presenciar la cruel situación en Medio Oriente, Ucrania y en tantos otros lugares.

En la actualidad, personas de diversos territorios se enfrentan a desafíos socioeconómicos cada vez más agudos, como el aumento del costo de la vida, la erosión de los niveles de vida y una crisis alimentaria mundial. Todas situaciones que vulneran los Derechos Humanos.

Pese a las crisis que se han abordado en estas siete décadas, la Declaración es un documento que marca un hito en la historia de los derechos humanos, que fue elaborada por representantes de todas las regiones del mundo con diferentes antecedentes jurídicos y culturales, y que ha inspirado el camino para la adopción de más de setenta tratados de derechos humanos, que se aplican hoy en día de manera permanente a nivel mundial y regional. Al menos, todos ellos contienen referencias a ella en sus preámbulos.

Por otro lado, no es posible referirse a esta Declaración sin destacar el legado del Hernán Santa Cruz, diplomático y abogado, quien fue Representante Permanente de Chile ante la ONU entre 1946 y 1952. En ese periodo, en 1951 y 1952, tuvo la presidencia del Consejo Económico y Social (Ecosoc) de las Naciones Unidas, un órgano principal que trabaja, entre otros asuntos, por la defensa y promoción de los derechos humanos.

En el centro del pensamiento de Santa Cruz estuvo siempre el concepto de proteger y promover la dignidad humana. En consecuencia, el diplomático formó parte de un movimiento intelectual que criticaba el pensamiento jurídico clásico, ya que para él los derechos ofrecían una nueva forma de abordar la pobreza, y una posibilidad de brindar bienestar y justicia social a los trabajadores y campesinos. Para Santa Cruz la democracia debía ser una totalidad inseparable que incluyera no solo los aspectos políticos sino también los económicos y sociales, entendiendo la necesidad de transformar la democracia política del siglo XIX en una democracia económica.

Durante su periodo como jefe de la Misión de Chile ante la ONU fue parte de un momento relevante de nuestra historia: la creación de la Comisión de Derechos Humanos en 1946 por parte del ECOSOC. Esta comisión se reunió por primera vez en enero de 1947, instancia en la que se estableció el comité de redacción de la Declaración Universal de Derechos Humanos. En ese espacio, Santa Cruz desempeñó un papel destacado ya que, fiel a sus principios, abogó por la inclusión de los derechos económicos, sociales y culturales en las nacientes Naciones Unidas y en dicho texto.

Finalmente, en París, la Declaración Universal de los Derechos Humanos fue probada el 10 de diciembre de 1948. Algo que poco se aborda respecto a este tema es que en ese momento el texto no pudo ser adoptado por consenso, sino que fue aprobado por votación, con 48 votos a favor, por los que entonces eran los 58 Estados miembros de la Asamblea General de la ONU.

“De ahora en adelante todos los seres humanos sabrán que el patrimonio de los derechos esenciales tiene significados específicos y definidos. Sabrán a ciencia cierta, sin equívocos posibles, en que consiste la dignidad y los derechos que tienen en igualdad desde su nacimiento”, afirmó el diplomático en la Tercera Sesión de la 181 Reunión Plenaria de la Asamblea General.

Hoy no hay dudas de que esta Declaración encarna un lenguaje común de nuestra humanidad compartida, en el que reside la dignidad humana y el cuidado que nos debemos unos a otros como seres humanos.

Al conmemorarse ocho años de la Declaración Universal, Gabriela Mistral, en calidad de delegada de Chile ante la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer, escribió lo siguiente: “Gracias sean dadas a las naciones heroicas que después de tan ardua hazaña han obtenido un triunfo tan precioso y cabal para la humanidad”. Con orgullo recordamos que entre esas “naciones heroicas” también se encuentra Chile.

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