‘Malqueridas’, el documental que muestra la vida de las madres de las cárceles a través de las grabaciones de sus teléfonos móviles
La directora chilena Tana Gilbert habla con EL PAÍS sobre su primer largometraje, que obtuvo el premio del público en el reciente Festival de Cine de Valdivia. “El 92% de las mujeres que están en la cárcel son madres”, dice
El material audiovisual llegó a las manos de Tana Gilbert (Santiago, 31 años) por casualidad. Pero la directora cree que fue su intuición la que la hizo encontrarse con esas imágenes grabadas desde la cárcel. Es un camino que, después de casi ocho años de investigación, logró concretar con Malqueridas, su primer largometraje. A través de la voz de Karina Sánchez, que estuvo siete años privada de libertad, y de registros realizados por las mismas mujeres, narra diferentes historias de cómo se vive ...
El material audiovisual llegó a las manos de Tana Gilbert (Santiago, 31 años) por casualidad. Pero la directora cree que fue su intuición la que la hizo encontrarse con esas imágenes grabadas desde la cárcel. Es un camino que, después de casi ocho años de investigación, logró concretar con Malqueridas, su primer largometraje. A través de la voz de Karina Sánchez, que estuvo siete años privada de libertad, y de registros realizados por las mismas mujeres, narra diferentes historias de cómo se vive la maternidad en prisión.
De alguna manera, la vida de Tana ha estado marcada por personas que experimentaron el dolor del encierro. Su padre estuvo preso cuando ella tenía un año de edad. Es una historia que en su familia siempre fue un tabú, algo de lo que nadie hablaba, pero que siempre estaba presente, como una sombra. La mujer que la crió, Zulema –la directora hizo su primer cortometraje sobre ella cuando salió de la Escuela de Cine de la Universidad de Chile, Descansa, Zulema– tenía un nieto al que visitaba regularmente en la cárcel. Fue por esos años, en 2011, que empezó la relación de Tana con el mundo de la prisión.
“Siempre me atrajo mucho la idea de profundizar un poco más en eso, y me encontré con este material”, cuenta. El material era una noticia policial de un diario chileno, donde aparecían imágenes de un preso grabadas con un celular. Tana observó esa secuencia por mucho tiempo, mientras reflexionaba en el auto registro de las personas que estaban en la cárcel. Y de a poco, dice, su algoritmo de Facebook le empezó a sugerir perfiles de personas privadas de libertad, muchas de ellas mujeres.
Los teléfonos móviles están prohibidos en las cárceles chilenas. En agosto de este año se promulgó una ley que tipifica como delito la tenencia de celulares u otros aparatos de telecomunicación en establecimientos carcelarios, como una medida para combatir el crimen organizado. La pena puede llegar hasta los 18 meses. Pero cuando Tana empezó su proyecto estos aparatos proliferaban en los recintos penitenciarios y solo eran requisados cuando los gendarmes hacían operativos. Por eso, era común que las mujeres se grabaran en actividades y que registraran conversaciones con familiares e hijos fuera de la cárcel.
Tana empezó a visitar el Centro Penitenciario Femenino (CPF) de Santiago, ubicado en la comuna de San Joaquín, y a través de talleres de derecho penitenciario que realiza la ONG LeaSur entabló una relación de cercanía con varias de las mujeres que participaban de esos cursos. La directora estaba embarazada de su primer hijo y encontrarse con madres en su misma situación y con las que criaban a sus bebés en el cuna, como llaman a la sección de la cárcel materno-infantil, inevitablemente la llevó a querer llevar al cine esa realidad.
Su primera emoción fue rabia por las condiciones en las que vivían esas madres, reconoce, pero luego empezó a ver cómo articular un discurso “para darle luz e iluminar esas historias”. “En la película se siente un poco eso, de poder humanizar, de darle cuerpo a estas personas. Yo me siento como una especie de guía simplemente. Traté de agarrar algo y permitir que se hablara desde ahí”, dice sobre su primer largometraje, producido por Paola Castillo, que obtuvo el Gran Premio a la Mejor Película de los siete largometrajes presentados la Semana Internacional de la Crítica de Venecia. Igual suerte corrió en el reciente Festival de Cine de Valdivia, realizado entre el 9 y el 15 de octubre en la ciudad del sur chileno, donde ganó el premio del público y la Mención Especial del Jurado.
Para realizar la película, la directora tomó una decisión arriesgada: trabajaría con las imágenes auto registradas por los celulares de las mujeres en la cárcel. “Algunas me mandaban cosas, otras subían videos a Facebook, otras lo pasaban de un perfil a otro, entonces íbamos buscando y recogiendo”, cuenta Tana. La realizadora sabía que esas imágenes eran una “especie de tesoro que había que resguardar”, pero no estaba segura de cómo usarlo para construir la película. Después de darle muchas vueltas e intentar insertar algunas grabaciones realizadas con los familiares de las reclusas, decidieron prescindir de otras imágenes y quedarse solo con los videos realizados por las mujeres. “Era la forma más potente para contar sus historias”.
Malqueridas muestra a los niños que nacen en la sección materna infantil, algunos de los cuales pueden quedarse hasta los dos años con sus madres. Relata cómo se vive esa separación, cómo se comunican las mujeres con sus familias, cómo experimentan los dolores y privaciones de sus hijos desde la cárcel y también cómo buscan los afectos a través de relaciones internas donde algunas se transforman en madres o hijas de sus compañeras de celda.
Para la realización del documental fue clave el trabajo de Karina Sánchez y Ana Cabrera, a quienes Tana conoció cuando todavía estaban privadas de libertad y que hoy, tras cumplir sus respectivas penas, ya están libres. Karina trabajó de la mano con Tana en el guion, mientras que Ana fue clave para obtener la autorización de las demás mujeres que aparecen en la película. Sus historias son también parte del filme. Por lo mismo, ambas se emocionaron durante el estreno en Valdivia al que llevaron también a sus hijos.
Karina cuenta que su gran miedo era que no se entendiera el valor de la película: “Si no saben lo que es el mundo de la cárcel, ¿irán a conectar con esta película? Si hay tanto estigma sobre la mujer que está en la cárcel, ¿les llegará? ¿Sentirán eso que sentimos nosotros? ¿Podrán entender lo que se quiere mostrar? Esos siempre fueron mis miedos, que nos criticaran. Pero fue todo lo contrario. Yo miraba el teatro (el Aula Magna de la Universidad Austral de Chile en Valdivia) y había un silencio hermoso”.
Para Tana fue confirmar que lo que le decía su intuición era correcto. “Mi interés siempre ha tenido que ver con las relaciones familiares y con Malqueridas, lo confirmé. Dije, ‘yo me quedo acá, me interesan los cuidados y los roles de género en la familia. Es algo que me gusta mucho, además, porque todo el tiempo lo estoy viviendo con mi propia familia. Entonces, dialogo con otros, pero también dialogo conmigo”, reflexiona la directora.
Tana ya había trabajado antes en un proyecto donde hacía uso del archivo familiar como material cinematográfico. Su cortometraje Ninguna Estrella, estrenado el año pasado, utiliza los registros que su exsuegra hizo durante 15 años con una cámara de video para construir un relato acerca de las maternidades y sus malestares.
Ahora, tiene un nuevo proyecto en carpeta. Un largometraje llamado Papito Corazón, más autobiográfico, donde toma la figura de su padre para hablar sobre “la fantasía neoliberal de la familia chilena que se endeuda, le encanta la nieve, Cancún y Pucón, pero que al final todo es humo, una imagen”.
Pero antes, planea hacer coincidir el lanzamiento de su documental, que se estrenará a público en 2024, con dos campañas para visibilizar cómo se vive la maternidad entre las privadas de libertad. “El 92% de las mujeres que están en la cárcel son madres”, dice. Una línea de acción es hacer talleres en conjunto con la Red de Acción Carcelaria, una fundación que trabaja con mujeres privadas de libertad. La otra es incidir en las políticas públicas, a través de Malqueridas y presionar por el avance de la Ley Sayén, un proyecto de ley que se discute en el Congreso chileno desde 2017 y que busca que las mujeres imputadas embarazadas o con hijos e hijas de hasta dos años, no cumplan su sentencia en un centro penal y puedan acceder a modalidades alternativas como la libertad vigilada intensiva.
“No podemos subestimar el poder colectivo de quienes no tienen acceso al poder”, fue la frase con que Tana cerro su discurso cuando recibió el premio en Valdivia.