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Tania Bruguera, artista disidente cubana: “No se puede justificar jamás la dictadura de Pinochet, como tampoco la de hoy en Cuba”

La creadora, que tuvo que salir al exilio en 2021, inaugura en Santiago una exposición en el museo Salvador Allende, que ha causado el rechazo de voces de la izquierda chilena más radical

La creadora cubana Tania Bruguera
Tania Bruguera en el Museo de la Solidaridad Salvador, en Santiago (Chile).Fernanda Requena
Antonia Laborde

La creadora cubana Tania Bruguera (La Habana, 55 años) ha hecho de la performance su arma de lucha contra el régimen castrista. Premio Velázquez 2021, el mismo año en el que llegó a un acuerdo con el régimen de Miguel Díaz-Canel en el que le levantaban el arresto domiciliario si abandonaba el país. Bruguera, considerada la artista cubana de más renombre, ha expuesto sus obras en el MoMA de Nueva York o la Tate Modern de Londres. Este septiembre pretendía hacer lo propio en las calles del centro de Santiago de Chile, invitada por el Museo de la Solidaridad de Salvador Allende, con motivo de la conmemoración de los 50 años del golpe de Estado contra el mandatario socialista. Pero un par de meses antes de la inauguración, voces críticas de la izquierda más dura calificaron de “agravio” y “provocación” que el museo de Allende invitase a una disidente cubana, que en esta entrevista se define como una mujer de izquierda.

Bruguera abortó las performances callejeras planificadas para Santiago de Chile. La principal consistía en la demolición simultánea de bloques de adoquines frente a cinco casas utilizadas por los servicios de inteligencia durante la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990). Una vez pulverizada la acera, colocaría bloques rojos formando una cruz con la dirección impresa del inmueble, el uso que se le dio y la leyenda de Nunca Más. La idea era que fuese una intervención permanente en las aceras de la capital. Pero, finalmente, montó la exposición puertas adentro del museo un mes después de lo previsto.

Es sábado 7 de octubre y en un par de horas se inaugurará Multitud 11.9. En las paredes de una sala están colgadas las publicaciones de prensa chilena con las críticas a su visita. En otro muro se lee: “¿Cuál de las obras en esta exposición no debió realizar la artista y por qué?”. Hay varios papeles en blanco esperando a que lleguen los visitantes.

Una de las cruces que habrían sido colocadas en las calles de Santiago.
Una de las cruces que habrían sido colocadas en las calles de Santiago.Fernanda Requena

Bruguera, que atiende la entrevista en uno de los despachos del museo, se pregunta si el médico Pablo Sepúlveda, nieto de Salvador Allende, se presentará. A comienzos de julio, Sepúlveda urgió al museo a que se retractara “de la grotesca provocación” y reparasen “el insolente agravio” al organizar la muestra de Bruguera, una artista que –según él– “solo destaca porque su puesta en escena es contraria políticamente a la Revolución Cubana, esa misma Revolución que tanto Allende como millones y millones de personas en Cuba como en el mundo entero admiramos, defendemos y amamos”. El exprecandidato presidencial del Partido Comunista, el alcalde de Recoleta, Daniel Jadue, también rechazó el “que una agente norteamericana disfrazada de artista venga a exponer al Museo de la Solidaridad Salvador Allende”.

No llegó Sepúlveda, pero sí unos 150 invitados. Al día siguiente, un puñado de seis manifestantes colgaron fuera del museo un lienzo con la imagen de Allende y Fidel Castro para expresar su “repudio” ante la presencia de Bruguera.

Pregunta. ¿Cómo surge la idea de la exposición?

Respuesta. En 2018 estaba exponiendo en la Tate y el proyecto involucraba a los vecinos del museo y algunos activistas y artistas. La curadora chilena Joselyn Contreras era de las personas seleccionadas. Hablamos de hacer algo en Chile, una retrospectiva de mi obra con un énfasis social o comunitario. Después apareció el interés del museo de la Solidaridad Salvador Allende. Luego me contactó la Fundación Mellon para otra cosa y les dije que ya estaba haciendo algo en Chile y se sumaron. En un momento el museo nos comunica que van a poner la exposición como parte de las conmemoraciones de 50 años del golpe de Estado.

P. ¿Hasta ahí seguía la idea de una retrospectiva de su obra?

R. Sí, pero claro, yo hago arte para un tiempo político específico. Dije que en ese contexto no tenía sentido y que a mí siempre me ha interesado el tema de la dictadura, de la democracia. Yo conocía de Chile, pero en 2021 empecé a hacer una investigación un poco más detallada. El pasado junio vine y me reuní en el museo con más de 60 personas, entre los que había vecinos del barrio República (donde se ubica el museo), familiares de detenidos desaparecidos, activistas, académicos, periodistas, filósofos… De esos conversatorios salieron los temas de la exposición y se perfilaron las obras. Fue muy emocionante y hasta ese momento todo el mundo estaba de acuerdo con el proyecto. Yo les había pedido que fueran coautores de las obras, porque no me sentía cómoda usando su experiencia. En julio empezó toda la polémica y yo personalmente decidí no hacer la obra.

P. ¿Por qué?

R. Cuando empezó la polémica, quienes nos habían ayudado –los vecinos, los familiares de las víctimas–, nos pidieron incluso que quitáramos algunas fotos de internet. Se produjo un quiebre. Teníamos los recursos, se estaban haciendo las gestiones de permiso para intervenir las calles, todo parecía que iba bien, pero a mí no me pareció ético continuar. Fue una decisión difícil, pero creo que fue la más ética y para mí eso era más importante que tener una obra permanente en Santiago, aunque me encantaría y ojalá que la gente lo repiense, no por mí, sino por poner placas de memoria.

P. Después decidió exponer en el museo e incluir la polémica en torno a su visita...

R. La obra tiene varias capas. A nivel visual es cómo se monta, pero a nivel de ideas yo me plantee qué elementos debilitan una democracia, como la impunidad, que está presente en una sala junto a la ley de amnistía; la corrupción, planteada a través de Cema Chile; la represión, que la abordo con los presos políticos cubanos; y en última sala quería abordar la democracia y para eso había que ser transparentes. Quise transparentar todo el proceso y por qué había obras que no se presentaron.

Una sala de la exposición en la que la artista pregunta al visitante, ¿cuál de las obras no debió realizar?
Una sala de la exposición en la que la artista pregunta al visitante, ¿cuál de las obras no debió realizar?Fernanda Requena

P. ¿Qué le pasa con que las críticas vengan de un sector de la izquierda?

R. Yo quiero ser muy clara: respeto a las víctimas, a los familiares, no tengo ninguna intención de responderle al nieto Allende, creo que está en todo su derecho, con su dolor, de expresar lo que siente. Lo invitamos a la inauguración y estoy completamente abierta para hablar con él cuando quiera, de lo que sea. Los problemas son los políticos. Hay un político acá [Daniel Jadue] que dijo que yo era una agente norteamericana y eso me parece una falta de respeto y una irresponsabilidad política inmensa de su parte, porque en Cuba eso es penado con la muerte, es un delito contra la seguridad del Estado. Entonces, imagínate una persona como Jadue, que es conocido, legítimo, con un historial tremendo, seguido por mucha gente… A mí no me asombraría si un día lo llamaran a declarar, porque lo que él dice se puede tomar como algo serio. Le escribí personalmente a su correo y por Facebook pidiéndole que por favor me explicara de dónde había sacado esa información falsa y que se retractara públicamente, porque eso tenía implicaciones.

P. ¿Le contestó?

R. Todavía no. Y ojalá venga el nieto de Allende, quisiera conocerlo. Yo admiro a Salvador Allende, no tengo nada en contra de él. Fue un presidente que llegó al poder por la vía de la democracia, no por la revolución, no por la guerrilla. Fue una persona que instauró una metodología diferente a nivel político, un modelo que fue decir lleguemos democráticamente e instalemos nuestra forma de pensar democráticamente. Eso yo lo admiro muchísimo y quisiera que más personas fueran así, como Allende.

P. ¿Continúa identificándose con la izquierda?

R. Yo me he identificado toda la vida con la izquierda, pero sí pienso que estamos en un momento difícil de la izquierda porque hay gobiernos que se identifican con ella, aunque creo que algunos no lo son y que se han convertido en dictaduras. Mi reclamo, desde la izquierda a la izquierda, es que como no se puede justificar jamás la dictadura de Pinochet, tampoco se puede justificar la dictadura que hay hoy en Cuba. Ese es mi único pedido.

P. Hay una izquierda en Latinoamérica que condena con más severidad lo que ocurre en Venezuela o Nicaragua que lo que pasa en Cuba. ¿A qué cree que se debe?

R. Es que en sus principios Cuba pudo haberse visto y ser una revolución modelo. Hubo solidaridad, programas verdaderamente emocionantes, como tener un compañero de clase que fuese chileno exiliado o que el médico que te atendiese fuese alguien que provenía de un lugar pobre de África. Es decir, ese tipo de metáforas reales, en donde algo que parecía imposible o que no era fácil romper, ocurría, era emocionante. A mí me parece maravilloso que exista un bloque solidario. Ahora, en Cuba ya eso no existe. El Gobierno no es solidario con nadie, todo lo hace por un dinero. Antes mandaban médicos a África y Latinoamérica para ayudar y no recuerdo que se cobrara por ello. Hoy existe una esclavitud con los médicos que salen de la isla: les quitan sus pasaportes, al Gobierno le pagan miles de dólares mensuales por cada uno, mientras ellos reciben 300 dólares. Si esos muchachos médicos se salen de la misión, si protestan, no pueden entrar a Cuba por ocho años. O sea, la revolución no existe, es una dictadura de cuatro personas ahí que ni siquiera saben bien lo que están haciendo.

P. En su exposición por los 50 años del golpe en Chile hay una sala dedicada a los presos políticos cubanos...

R. Sí. Me creó como una disyuntiva. Yo no iba a poner algo de Chile. No son mis muertos, no son mis dolores y había que tener un respeto con eso. Entonces dije, bueno, lo que está en mi historia personal son mis compañeros y los activistas que están presos por salir el 11 de julio de 2021 a la calle a gritar libertad.

P. ¿Hoy dónde está su casa?

R. En ningún lugar y en todos los lugares. Estuvo aquí un mes, ahora estoy viviendo y dando clase en Estados Unidos de arte social y de performance y después a ver qué pasa. Yo siempre he viajado mucho, y a veces he vivido largas temporadas fuera de Cuba, pero saber que no puedes regresar ha sido un proceso muy diferente y muy difícil. Y hay muchos casos. Se han ido casi 400.000 personas.

P. ¿Ha vivido ese proceso sola, acompañada?

R. Sola. Conmigo y mi trabajo. Yo y mi obra, y mi obra y yo.

P. ¿Su obra es terapéutica?

R. Mi obra refleja los procesos por los que hemos pasado y a veces me ayuda a pensar, pero terapéutica como tal, no creo. Creo que esas huellas políticas no sanan con lo simbólico, sino con acciones, con resoluciones. No sanan con una imagen que tú puedas crear, sanan con que te dejen volver a Cuba, con que veas a Cuba libre, con que saquen a la gente de las prisiones. El arte ayuda mucho. Yo confío mucho en su poder de transformar, pero también tiene sus límites.

P. ¿Cómo ha impactado la llamada cultura de la cancelación en el arte político?

R. El arte político hoy ya no puede ser solo un juego de imágenes. El MeToo, el feminismo, los trans, todas estas exigencias sociales que están bien presentes, creo que han obligado un poco al arte político a ir más allá de una representación. Antes quizá con poner una imagen escandalosa era suficiente. Ahora creo que la obra debe lograr una concientización del espectador que lo lleve a ser diferente, a comportarse diferente en la sociedad. Es difícil.

P. ¿Y qué la está ocupando hoy día?

R. Estoy súper interesada en la parte tecnológica, en toda la idea de cómo se crean realidades no reales, pero quiero entender la inteligencia artificial antes de usarla. Yo estoy ahora como en una transición. Estaba acostumbrada a un público que va a exposiciones, interesado en ver obras, abierto a ciertas cosas difíciles, pero ahora el público ha cambiado.

P. ¿En qué ha cambiado?

R. Ha cambiado toda la cultura de la atención y del impacto. O sea, qué es lo que impacta y por cuánto tiempo. Antes tú veías una obra de arte y no tenías un bombardeo visual tan seguido, entonces se te quedaba en la cabeza un poco más. Ahora es que no te da ni tiempo a procesarla. Yo estoy ahora en una crisis como artista, estoy pensando cuáles son los tiempos, cómo la gente aprecia, cómo la gente hace para pensar, para procesar información.

P. ¿Y qué temas quiere trabajar?

R. La justicia social. Ya no me interesa tanto la idea del poder como hace unos años. Ahora quiero poner en jaque al arte mismo. Repensar una exposición para el próximo año donde estoy tratando de hacer algo sobre el arte útil, pensando cómo hacer obras que de verdad puedan hacer un cambio social y que no sean cosméticas. Cómo hacer un arte hiperrealista, que se meta en la vida de la gente y que la gente viva con él, con otra forma de actuar, en vez de vivir con un póster en la pared. ¿Cómo lo voy a hacer? No sé. Y como ya no puedo ir a Cuba, posiblemente ya no voy a tratar el tema de la isla. Las obras mías sobre Cuba las hago en Cuba. Lo de esta exposición es una extrañeza.

Tania Bruguera en su exposición 'Magnitud 11.9', el 7 de octubre.
Tania Bruguera en su exposición 'Magnitud 11.9', el 7 de octubre.Fernanda Requena

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Antonia Laborde
Periodista en Chile desde 2022, antes estuvo cuatro años como corresponsal en la oficina de Washington. Ha trabajado en Telemundo (España), en el periódico económico Pulso (Chile) y en el medio online El Definido (Chile). Máster de Periodismo de EL PAÍS.

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