Análisis

Sin argumentos para Cataluña

El pacto entre PSOE y Ciudadanos se queda muy corto si pretende atajar la crisis soberanista

Llegue o no a buen puerto, el Acuerdo para un Gobierno reformista y de progreso, que ayer presentaron Pedro Sánchez y Albert Rivera, es el primer pacto de gobernabilidad que se cierra en España sin la participación del nacionalismo catalán. Esta ausencia histórica es uno de los motivos que explican que la crisis independentista, uno de los problemas más importantes que hoy tiene España, no aparezca en el acuerdo más allá de la referencia en la penúltima página —de un total de 66— a “oponerse a todo intento de convocar un referéndum” de autodeterminación.

Los dos referentes del ...

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Llegue o no a buen puerto, el Acuerdo para un Gobierno reformista y de progreso, que ayer presentaron Pedro Sánchez y Albert Rivera, es el primer pacto de gobernabilidad que se cierra en España sin la participación del nacionalismo catalán. Esta ausencia histórica es uno de los motivos que explican que la crisis independentista, uno de los problemas más importantes que hoy tiene España, no aparezca en el acuerdo más allá de la referencia en la penúltima página —de un total de 66— a “oponerse a todo intento de convocar un referéndum” de autodeterminación.

Los dos referentes del nacionalismo catalán, Convergència y Esquerra Republicana, han decidido borrarse de la política española anticipándose así a la desconexión que predican. Sin embargo, no puede culparse solo a estos dos partidos de que la cuestión catalana haya quedado tan relegada.

Los dos firmantes obtuvieron un mal resultado en Cataluña el 20-D. Socialistas y Ciudadanos solo llegaron a sumar el 28,7% de los votos frente al 36% que consiguieron en el conjunto de España. Fueron superados tanto por En Comú Podem, con el referéndum como bandera, como por ERC, con la independencia como único discurso.

Es previsible, pues, que el acuerdo entre socialistas y Ciudadanos sea de difícil digestión en la sociedad catalana. Y no solo porque son partidos totalmente antagonistas, sino también porque Ciudadanos se percibe en Cataluña como un partido casi tan escorado a la derecha como el PP.

El acuerdo no solo abjura de la consulta. Concreta poco en qué consistirá la federalización de la Constitución más allá de convertir el Senado en cámara de representación territorial. Apuesta por revisar la financiación autonómica en seis meses, aunque no aclara cómo combatirá las “insuficiencias del sistema”. La cuestión de la lengua —básica para entender la crisis soberanista— se soslaya abogando por una educación “bilingüe” o “trilingüe” y por respetar las competencias autonómicas pero sin concretar si la escuela catalana mantendrá el actual modelo de inmersión lingüística.

La inestabilidad derivada del proceso independentista no se reducirá mientras tantos catalanes apuesten por la secesión. En las elecciones de septiembre lo hicieron el 47,8%. Cualquier acuerdo de gobernabilidad que realmente busque una solución sobre Cataluña debería incluir argumentos para rebajar esta cifra. El que ayer presentaron PSOE y Ciudadanos apunta maneras, pero se queda muy, muy corto.

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