Tomar caramelos para evitar caries, la paradoja en la que vive el 10% de los adultos

Sufren el síndrome de la boca seca

Más allá de la sensación, nada tiene que ver con la sequedad bucal. Barbara Penoyar (Getty)

“Como si tuvieras un algodón, serrín o toda la arena del desierto en tu boca” es como describen el síndrome de la boca seca (o xerostomía) quienes lo padecen (aproximadamente una de cada 10 personas). “Se trata de un desorden complejo que se caracteriza por una disminución de la producción de saliva, que puede caer hasta el 20% o 30% del rendimiento normal”, explica Manuela Escorial, odontóloga de la dirección asistencial de Sanitas Dental. No llega a ser grave, aunque —como puedes imaginarte— más que incómodo y un problema para la salud dental.

Aunque se parece, nada tiene que v...

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“Como si tuvieras un algodón, serrín o toda la arena del desierto en tu boca” es como describen el síndrome de la boca seca (o xerostomía) quienes lo padecen (aproximadamente una de cada 10 personas). “Se trata de un desorden complejo que se caracteriza por una disminución de la producción de saliva, que puede caer hasta el 20% o 30% del rendimiento normal”, explica Manuela Escorial, odontóloga de la dirección asistencial de Sanitas Dental. No llega a ser grave, aunque —como puedes imaginarte— más que incómodo y un problema para la salud dental.

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Aunque se parece, nada tiene que ver con aquella vez que se te secó la boca por los nervios antes de empezar a dar una charla. Lo tuyo fue sequedad bucal, un inconveniente transitorio, que aparece en situaciones puntuales y desaparece. La xerostomía, en cambio, es una molestia permanente. Por si no fuera suficientemente incómoda la sensación, “pueden aparecer otros síntomas como ardor, sequedad y dolor de garganta, lengua seca y áspera, labios agrietados e incluso llagas en la cavidad oral”, explica Escorial. Y es que la saliva “sirve —entre otras funciones— para mantener la lubricación de la cavidad oral. Cuando se altera, disminuyen importantes proteínas y péptidos (un tipo de moléculas) defensivos, y pueden aparecer infecciones bacterianas o víricas”, dice Óscar Castro Reino, presidente del Consejo General de Dentistas de España,

En otras palabras, cuando la producción de saliva falla, se desequilibra la microbiota de nuestra boca y proliferan las bacterias implicadas en problemas como las caries y la periodontitis, una enfermedad que produce inflamación, enrojecimiento y sangrado de las encías, y afecta al tejido óseo hasta el punto de acabar perdiendo el diente. De ahí, la importancia de “evaluar, diagnosticar y tratar cuando antes la boca seca para minimizar el riesgo que supone para la salud oral, dice el experto. Vayamos al origen.

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Las causas son muchas y variadas. Empecemos por la edad. Con cada vela de más que soplamos, nuestras glándulas salivales envejecen. Este deterioro hace que disminuya de la producción de saliva. Hasta aquí todo normal, pero en algunas personas puede acabar en el síndrome de la boca seca. Por cierto, este problema suele hacer su aparición estelar una vez hemos dado 50 vueltas al sol, dice la experta. Y a más primaveras, peor va la cosa. “La prevalencia de la xerostomía, que afecta aproximadamente al 10% de la población adulta, se duplica a partir de los 60 y 65 años”, añade el presidente del Consejo General de Dentistas de España. Y la situación puede empeorar siendo mujer: “Sin llegar a ser una xerostomía, los cambios hormonales de la menopausia condicionan la producción de saliva y producen más sequedad bucal”, apunta la experta.

Pero envejecer no es la única causa. Esta hipofunción salival también puede ser un efecto secundario de algunos medicamentos, como los antihipertensivos, los diuréticos, los antidepresivos y antihistamínicos; de tratamientos, como la radioterapia y la quimioterapia; y de determinadas enfermedades sistémicas, como la diabetes, la infección por VIH, algunas patologías sanguíneas, el síndrome de Sjögren o alteraciones de las propias glándulas salivares. También puede aparecer asociada a factores emocionales como el estrés, la ansiedad o la depresión (algunos estudios relacionan el aumento de los niveles de cortisol, la hormona del estrés, con la hiposalivación).

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Más allá de conocer su origen, conviene saber cómo solucionarlo. Uno de los remedios más sencillos y efectivos es tener siempre a mano un botellín de agua para así favorecer la hidratación. Escorial recomienda a las personas que padezcan este problema “ingerir a diario entre 2 y 3 litros de líquidos sin azúcares añadidos (preferiblemente agua)”. También hay que evitar las bebidas y alimentos que contengan cafeína, suprimir el alcohol (nada de la famosa copita de vino), y ni hablar de fumar. Otra forma de aliviar el problema es entrenando a las glándulas salivales. ¿Cómo? Sencillo, masticando. Con este gesto se estimula la producción de saliva y aumenta la humedad de la zona. Por eso, a quienes lo sufren se les recomienda hacer comidas frecuentes y tomar alimentos fibrosos.

Una buena opción es tomar las verduras como el apio, la zanahoria o las endivias en crudité. Y si eres amante del queso, estás de suerte. Su aporte de calcio ayuda a reforzar los dientes y aumenta el pH de la boca, que se asocia con una mayor producción de saliva, según estudio publicado en General Dentistry. Aún hay más: Castro Reino recomienda “mascar chicles sin azúcar y con xilitol, un edulcorante que reduce las bacterias bucales que producen caries”. Y chupar caramelos que contengan sustancias y aromas cítricos, de menta o de canela, que pueden aumentar el efecto estimulador de la producción de saliva. Eso sí, siempre sin azúcar.

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También puede aliviar —y mucho— el uso de humidificadores o vaporizadores ambientales, sobre todo por la noche y especialmente en aquellas personas que tienden a dormir con la boca abierta: “Favorecen el aumento de la humedad de las mucosas y proporcionan una sensación de alivio muy de agradecer, teniendo en cuenta que la xerostomía resulta sumamente desagradable para quien la sufre”, dice Castro Reino.

Más allá de estos consejos, hay productos específicos para este problema, cuya función, —apunta Escorial— “es el alivio sintomático de la boca seca” (es decir, no curan la xerostomía ni la causa que la produce, pero la hacen más llevadera). Los hay de dos tipos y cada uno tiene sus pautas de uso, explica el presidente del Consejo General de Dentistas Españoles: “En los casos en los que las glándulas salivales aún funcionan (aunque sea de forma residual) se puede recurrir los sialogogos, un tipo de fármaco que estimula la producción de saliva. El más conocido y utilizado es la pilocarpina (también se usan la cevimelina y la anetoltritiona)”. Para adquirirlos es necesario tener receta médica.

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El segundo tipo es el que se usa en los casos más extremos, esos en los que las glándulas ya no funcionan. “Se opta por las salivas artificiales, que son soluciones acuosas que humedecen la mucosa y la protegen de los factores irritativos externos (mecánicos, químicos, bacterianos o víricos). Llevan glucoproteínas, enzimas y se les suelen añadir antisépticos”, aclara el experto y Escorial añade: “Estas salivas son tratamientos tópicos, que se administran en forma de líquidos, sprays, pastillas o geles, con pocos efectos adversos y que mejoran notablemente la calidad de vida de los pacientes con xerostomía, además de mantener en buen estado la salud oral”.

Al margen de las causas y de los tratamientos, los expertos recuerdan la importancia de mantener una buena higiene bucodental y recomiendan usar enjuagues antisépticos y fluorados. Eso sí, nada de hacerlo por cuenta propia. “Tanto la posología como el tiempo de tratamiento con estos productos deben ser pautados por el dentista”, apunta Óscar Castro Reino.

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