‘El Maestro y su emisario’, de Iain McGilchrist: el cerebro dividido y la conformación del mundo occidental
En uno de los ensayos más importantes de las últimas décadas, el neurocientífico Iain McGilchrist arguye que la división entre los dos hemisferios, con sus diferentes modelos de percepción lógica y creativa, ha definido nuestra cultura desde Grecia hasta hoy
Pensar en cómo pensamos es un acto vertiginoso que nos precipita en en un abismo sin fin. El neurocientífico británico Iain McGilchrist ha dedicado décadas de estudio a este problema...
Pensar en cómo pensamos es un acto vertiginoso que nos precipita en en un abismo sin fin. El neurocientífico británico Iain McGilchrist ha dedicado décadas de estudio a este problema esencial y al parecer insoluble. El resultado es un libro admirable y necesario, y uno de los más importantes ensayos de las últimas décadas. McGilchrist argumenta, apoyado por una colosal biblioteca de pruebas científicas que abarcan en esta edición casi 200 páginas de bibliografía, que los dos hemisferios del cerebro humano pueden considerarse, en términos generales, como lógico y creativo; el hemisferio izquierdo orientado a los detalles y el derecho orientado al conjunto.
Estos dos modos de percepción no son excluyentes, simplemente dan prioridad a una capacidad sobre la otra. McGilchrist advierte que si bien es correcto afirmar que ambos hemisferios intervienen en todo lo que hacemos, es importante entender que aunque cada hemisferio interviene en todo, lo hace de maneras muy diferentes. Cuando nos sentamos a comer un plato de guisantes, e intentamos pinchar un guisante con nuestro tenedor, el hemisferio izquierdo se concentra en seleccionar esta sola presa, el guisante, como objeto concreto de nuestras intenciones. Mientras tanto, el hemisferio derecho supervisa nuestro entorno y está atento a las consecuencias de nuestras acciones: vigila si alguien quiere quitarnos el plato u ofrecernos más guisantes. Estas diferencias se aplican no sólo a nuestras acciones individuales, sino también a las colectivas. Sin restricciones, una sociedad podrá privilegiar el hemisferio izquierdo y tenderá a renunciar a la empatía, a descuidar el medio ambiente y a volverse ciega a las consecuencias de nuestras acciones egoístas, enfocadas en el momento presente. Mientras que, una sociedad centrada en el hemisferio derecho, intentará encontrar estrategias que beneficien al grupo de manera más o menos igualitaria. “La diferencia más fundamental entre los hemisferios,” dice McGilchrist, “radica en la atención que prestan al mundo.” Porque según McGilchrist, “las cosas cambian según la actitud que adoptemos ante ellas, la clase de atención que les prestemos, nuestra disposición hacia ellas.” Somos, como escribió románticamente el olvidado Amado Nervo, los arquitectos de nuestro propio destino.
Las más de mil páginas de El Maestro y su emisario, brillantemente traducidas por Dulcinea Otero-Piñeiro, se dividen, como nuestro cerebro, en dos partes. La primera explica las investigaciones científicas más recientes sobre la naturaleza del cerebro y los mecanismos neurológicos del pensamiento, y cómo éstos se aplican a las artes creativas, como la música y la palabra. Si bien los dos hemisferios cumplen roles diferenciados, lo importante no es tanto “qué” hacen sino “cómo” lo hacen. La segunda parte (la más fascinante para alguien mal instruido en las ciencias biológicas) analiza la función de los dos hemisferios en la cultura occidental, desde la Grecia antigua al mundo de hoy.
No puede decirse que McGilchrist sea optimista. En el pasado, afirma con cierta nostalgia, las tendencias egoístas del hemisferio izquierdo estaban contrarrestadas por nuestra relación al mundo natural, a las artes y a la religión. Hoy en día, todas éstas han sido subvertidas, y el mundo actual es “cada vez más mecanicista, fragmentado y descontextualizado, marcado por un optimismo injustificado mezclado con la paranoia y una sensación de vacío.” En su conclusión, McGilchrist insiste en un intento de equilibrio, porque las ciencias, dice, como sus artes hermanas “es hija de ambos hemisferios.” Por eso McGilchrist afirma que el poder de la ciencia es, a su entender, “ni más ni menos que prestar una atención paciente y detallada al mundo, y forma parte integrante de nuestra interpretación de él y de nosotros mismos.” La cultura, afirmó sabiamente Simone Weil, es “la formación de la atención.”
El título de este espléndido libro se refiere a la fábula (que McGilchrist cree recordar es de Nietzsche pero que sospechamos fue inventada por el propio autor) de un sabio maestro que gobierna un feudo pequeño pero próspero. A medida que la población crece y el feudo se expande, el maestro se ve obligado a confiar en emisarios para llevar sus leyes a los confines más remotos de su territorio. Con el tiempo, uno de estos emisarios, inteligente y ambicioso, empieza a aprovechar su posición para su propio beneficio. El emisario se convierte en maestro, el poder del maestro es usurpado, el pueblo es engañado, el feudo se convierte en tiranía, y el próspero territorio acaba por desmoronarse en ruinas.
El Maestro y su emisario
Traducción de Dulcinea Otero-Piñeiro
Capitán Swing, 2025
Reseña de Alberto Manguel
1.088 páginas, 32 euros