‘Las propiedades de la sed’, de Marianne Wiggins: no puedes salvar lo que no amas
Un ictus incapacitó para leer y escribir a la autora estadounidense antes de acabar esta novela situada en la tradición de las grandes épicas estadounidenses, que cerró con ayuda de su hija y su editor
Las propiedades de la sed, de Marianne Wiggins (1947), es una novela sobre el amor y la familia, sobre la fatalidad y la pérdida. Ofrece una mirada a la historia de Estados Unidos en la mitad del siglo XX y se detiene en un episodio particularmente siniestro: ...
Las propiedades de la sed, de Marianne Wiggins (1947), es una novela sobre el amor y la familia, sobre la fatalidad y la pérdida. Ofrece una mirada a la historia de Estados Unidos en la mitad del siglo XX y se detiene en un episodio particularmente siniestro: el internamiento de ciudadanos estadounidenses de origen japonés y de nacionales japoneses durante la II Guerra Mundial.
La novela arranca en 1941, pero nos pone en antecedentes. El padre de la familia protagonista, Rocky Rhodes, llega al valle de Owens, en California, desde Nueva York. Gigantesco, heredero de una fortuna y admirador de Thoreau y Emerson, establece un rancho. Pasa décadas peleando con el Departamento de Agua de Los Ángeles, que drena sus acuíferos. Su mujer, francesa y querida, muere de polio. Tienen dos hijos mellizos: el aventurero, atlético y algo tarambana Stryker, y Sunny, más discreta aunque también terca, apasionada por la comida. De niña los adultos siempre le preguntan por Stryker; durante un tiempo piensa que su nombre es “¿dónde está tu hermano?”.
La madre muere cuando sus hijos son pequeños y Cas, hermana de Rocky, lectora y un tanto misántropa, acude en su ayuda. La acción de la novela empieza con la irrupción de la historia pública en la historia privada: por un lado, Stryker está estacionado en Pearl Harbor cuando se produce el ataque japonés; por otro, se va a abrir un campo de internamiento para 10.000 personas de origen nipón en el valle. Con el campo llega Schiff, un joven abogado judío que trabaja en el Departamento de Interior. No es bien recibido pero le atrae la familia, sobre todo Sunny.
La historia de una familia extraordinaria, con sus desgracias, malentendidos, desapariciones y búsquedas, convive con elementos más amplios sobre la mitología y la historia de Estados Unidos
Las propiedades de la sed es una obra en la tradición de las grandes épicas estadounidenses, a la manera de Steinbeck. La historia de una familia extraordinaria, con sus desgracias, malentendidos, desapariciones y búsquedas, convive con elementos más amplios sobre la mitología y la historia del país: la influencia de los trascendentalistas, la idea de la frontera y la tierra prometida, la transformación de la naturaleza —donde encontramos la lucha por el agua y la contaminación del aire pero también los peligros que pueden causar los animales, los accidentes geográficos o el clima—, la oposición entre la rudeza y la sofisticación —a menudo traída de Europa—, el racismo. Aparece también Hollywood: se ruedan películas, hay cameos de Orson Welles, Katharine Hepburn o Humphrey Bogart, y un personaje ha aprendido a hacer martinis con Buñuel. Dos de los grandes asuntos son la diversidad racial (más que social) de Estados Unidos y las contradicciones entre la realidad del país y sus principios: el internamiento de los ciudadanos de origen japonés (bajo el eufemismo de que así se les protege), pero también la situación de los mexicanos, el antisemitismo, alusiones a la opresión de los afroamericanos. Otro tiene que ver con la relación entre las personas y las instituciones: se ve en los internos en el campo y, en la actitud relativamente ácrata de Rocky y en el torturado espíritu reformista de Schiff, que admira al juez Louis Brandeis e intenta hacer el sistema menos injusto. El tema central, sin embargo, se resume en una frase que se repite a lo largo del libro: “No puedes salvar aquello que no amas”. Se aplica a los lugares, pero sobre todo a las personas. No obstante, como descubren los protagonistas, eso tampoco es suficiente: “Aunque levantes una fortaleza alrededor de tus seres queridos, la vida se acercará a ti y a ellos en modos que jamás has imaginado, toda tu fe no bastará para salvar a las personas y los lugares más cercanos a ti”.
Es un libro lleno de humor y esgrima verbal. Higgins vulnera a menudo las convenciones gramaticales y ortotipográficas en aras de la expresividad
El libro se divide en 11 secciones de longitud desigual. Cada una corresponde a una propiedad de la sed: la sorpresa, el reconocimiento, la memoria, el deseo, la frustración del deseo, la verdad, la combustión espontánea, la reinvención, la inmersión, el sabor de lo inevitable y la evaporación. Una virtud clave de la novela es la voz narrativa: una tercera persona que adopta la perspectiva y forma de hablar de los personajes. Usa recursos como el estilo indirecto libre y vocabularios distintivos; pasa de uno a otro con destreza. Lo mismo ocurre con el tono: es un libro lleno de humor y esgrima verbal. Higgins vulnera a menudo las convenciones gramaticales y ortotipográficas en aras de la expresividad. Esa voz y esa prosa, con libertad formal, ecos y mucha información sobre el mundo de sus protagonistas, dan a Las propiedades de la sed una vivacidad particular y confieren rotundidad y energía a sus personajes (la traducción de Celia Filipetto ha logrado trasladar esos aciertos al castellano). Una narración más clásica habría sido más melodramática y menos absorbente. No todo es igualmente brillante —el viaje a Europa tiene menos tensión que otros episodios, el nivel de detalle en unas historias y otras cambia mucho, alguna trama resulta demasiado ingenua—, pero casi siempre es atractivo.
Wiggins, que estuvo casada con el escritor Salman Rushdie entre 1988 y 1993 y se mostró en su día crítica con el autor de Los versos satánicos —lo calificó de hombre “vanidoso, débil y obsesionado consigo mismo”—, tenía el libro muy avanzado cuando sufrió un ictus que la incapacitó para leer y escribir. Su hija Lara Porzak y el editor David Ulin trabajaron con ella durante años para acabarlo. En condiciones normales, escribir una novela tan poderosa como Las propiedades de la sed es una tarea admirable; en este caso, constituye también una proeza y un acto de amor.
Las propiedades de la sed
Traducción de Celia Filipetto
Libros del Asteroide, 2024
616 páginas. 29,95 euros
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