‘La dictadura de la minoría’: las instituciones no salvarán la democracia estadounidense
Los politólogos Steven Levitsky y Daniel Ziblatt abundan en su descripción de los procesos de degradación institucional y retroceso democrático, en especial los que afectan al país norteamericano
En su exitoso Cómo mueren las democracias, los politólogos Steven Levitsky y Daniel Ziblatt describían los procesos de degradación institucional y retroceso democrático, el ascenso de los “autócratas competitivos” y la prueba de estrés que suponía Trump para las instituciones estadounidenses. La dictadura de la minoría tiene algo de continuación, pero, aunque traza comparaciones con otros países —entre ellas, un...
En su exitoso Cómo mueren las democracias, los politólogos Steven Levitsky y Daniel Ziblatt describían los procesos de degradación institucional y retroceso democrático, el ascenso de los “autócratas competitivos” y la prueba de estrés que suponía Trump para las instituciones estadounidenses. La dictadura de la minoría tiene algo de continuación, pero, aunque traza comparaciones con otros países —entre ellas, una elogiosa excursión por la Transición española—, se centra en Estados Unidos. Se está transformando en una democracia multirracial, hay resistencias y el diseño institucional obstaculiza el cambio.
El primer gran problema es la deriva antidemocrática del Partido Republicano. Los demócratas leales respetan el resultado de las elecciones libres y justas, rechazan la violencia y se alejan de los extremistas. Pocos políticos republicanos superaban esos requisitos tras el asalto al Capitolio el 6 de enero de 2021.
Un factor central para el “descarrilamiento” republicano es el “resentimiento racial”: el miedo de sectores blancos, a menudo rurales, a ser relegados. Hay un ramillete de tácticas para aferrarse al poder: el abuso de los vacíos legales, la aplicación excesiva o selectiva de la ley y el lawfare (por ejemplo, dificultar el acceso al voto). La transición a una democracia multirracial, señalan, ya se impidió antes: a finales del siglo XIX y comienzos del XX, en este caso por parte del Partido Demócrata en el Sur. La crónica de las batallas legales en torno al voto de las minorías y el acoso físico a quienes lo defendía muestran que no solo hay falta de avance: también hay retrocesos. El repaso histórico de esa época y del siglo XX es brillante. En los últimos tiempos ha habido leyes destinadas a impedir el sufragio de algunos grupos: a veces el efecto no ha sido tan grande como se temía, pero eso no anula la intención.
El otro gran problema es el poder de las instituciones contramayoritarias. El sistema estadounidense es producto de su época: un proyecto pionero e ilustrado, generado en un tiempo predemocrático. Las experiencias históricas alertaban de los peligros de las mayorías; había improvisación y concesiones.
Algunos elementos contramayoritarios —estén o no en la Constitución— son imprescindibles, otros no tanto, algunos tienen una influencia excesiva. El Colegio Electoral que elige al presidente roza lo incomprensible. El Senado sobrerrepresenta las zonas poco pobladas y tiene un enorme poder de veto. El sistema de first past the post introduce graves distorsiones, así como el trazado de los distritos electorales. El mandato vitalicio de los jueces del Tribunal Supremo es una anomalía y la reforma constitucional resulta dificilísima. Para los autores, los sesgos contramayoritarios se han convertido en sesgos partidistas que vician el proceso democrático y legislativo. En el siglo XXI el Partido Demócrata ha tenido más votos en todas las elecciones presidenciales salvo una y ha vencido en cada ciclo electoral en el Senado, pero eso no se refleja en el tiempo en la presidencia, en el control de la cámara alta o en el Tribunal Supremo. Parece que los dos partidos estén igualados, pero esa paridad es fabricada institucionalmente. Otros países han modernizado y flexibilizado su sistema.
Aunque Ziblatt y Levitsky dicen que las instituciones no salvarán la democracia estadounidense, sus propuestas solo pueden ser reformas institucionales (alentadas por la movilización social): garantizar el derecho a voto, eliminar el Colegio Electoral, restar poder al Senado, incrementar la proporcionalidad. Son sensatas, pero para implementarlas es necesario el concurso de quien se beneficia de la situación actual. El énfasis de los autores en el resentimiento racial para el voto republicano puede eclipsar otros factores económicos y sociales; algunos estudios señalan que la ventaja demócrata entre los votantes no blancos disminuye. Dedican poco espacio al bipartidismo y su posible influencia en las dinámicas que denuncian. Las observaciones de Levitsky y Ziblatt tienen límites: en muchos países —por ejemplo, en parte de América Latina o en Hungría— lo que se sufre es el abuso de la mayoría, pero su descripción de los problemas de la democracia estadounidense es oportuna y valiosa.
La dictadura de la minoría
Traducción de Guillem Gómez Sesé
Ariel, 2024
400 páginas, 24,90 euros
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