Cuerpos con órganos: el éxtasis según David Cronenberg
El cineasta canadiense presenta en la Fundación Prada de Milán su último cortometraje, inspirado en los modelos anatómicos femeninos en cera del Museo de Historia Natural de Florencia
La Fundación Prada de Milán ha encontrado una herida en la museística y ha puesto su sello. Es obviamente una de las muchas heridas, pues los llamados templos de las musas, que se expanden en bienales y ferias, gozan de una delicada salud de hierro. Muchos de ellos son claramente espectáculos de masas que exhortan a un público cada vez más homogéneo a vivir “una experiencia”. Fantasmas en sus antiguas casas, ya casi nadie los reconoce. Pero la Prada no tiene intención de ser uno de esos fracasos. Su naturaleza como fundación de una firma de moda dirigida a criaturas emocionales exige una combi...
La Fundación Prada de Milán ha encontrado una herida en la museística y ha puesto su sello. Es obviamente una de las muchas heridas, pues los llamados templos de las musas, que se expanden en bienales y ferias, gozan de una delicada salud de hierro. Muchos de ellos son claramente espectáculos de masas que exhortan a un público cada vez más homogéneo a vivir “una experiencia”. Fantasmas en sus antiguas casas, ya casi nadie los reconoce. Pero la Prada no tiene intención de ser uno de esos fracasos. Su naturaleza como fundación de una firma de moda dirigida a criaturas emocionales exige una combinación: ciencia y arte. Y a poder ser en un contexto inmersivo, que no es auténticamente el de esas carpas virtuales que introducen al visitante dentro de un cuadro de Van Gogh o de Frida Kahlo, sino el de otras destrezas narrativas más propias del mundo real que conocemos. La ha encontrado en la Medicina, esa disciplina que en una época fue considerada la mejor del mundo.
Como ya ocurrió en El sarcófago de Spitzmaus y otros tesoros (de 2018, que llegó a la Fundación Prada en 2019), comisariada por Wes Anderson y Juman Malouf, la exposición Cere Anatomiche asocia un gabinete de curiosidades a un cineasta: la colección de ceras anatómicas del museo La Specola de Florencia es interpretada por el director de cine David Cronenberg. El resultado se exhibe en una de las dos sedes que la Fundación Prada tiene en Milán, en el antiguo complejo de destilerías adaptado por Rem Koolhaas para albergar proyectos permanentes y exposiciones temporales. Y, conviene recordarlo, ése, inesperadamente, es también es el sitio permanente de Le Studio d’Orphée (El estudio de Orfeo), la sala de grabación, montaje y lugar de vida del cineasta Jean-Luc Godard, tal y como estaba en su refugio de Rolle, en Suiza.
Cere Anatomiche es una provocación, una apoteosis de, parafraseando a Artaud, cuerpos con órganos, criaturas bien determinadas dentro de sus cofres de cristal que en su día sirvieron para el estudio anatómico en las salas de disección de las universidades de Medicina. Como no podía ser de otra manera, Cronenberg (Toronto, 1943) propone en su cortometraje el retorno al cuerpo de la mujer como una aventura erótica y melancólica. También espeluznante. La sensualidad y lo sobrecogedor no como un fundido definitivo sino como una regresión infinita, sin significado. Pero vayamos primero al vínculo con la historia. ¿Qué es La Specola?
El Museo La Specola se encuentra en el Palazzo Torrigiani de Florencia y es la sede del Imperial y Real Museo de Historia Natural de la capital toscana inaugurado en 1775, inscrito en la universidad. Posee una de las mejores colecciones de modelos de cera anatómica del mundo, elaborados por verdaderos artistas, entre los que destacó el virtuoso de la técnica ceroplástica Clemente Susini, (1754-1814). Entre una colección de más de medio millar de modelos y centenares de dibujos anatómicos, destacan las cuatro Venus, que ahora se exponen en la muestra milanesa. La más compleja y fascinante es la Mater gravida, que esconde en su abdomen un feto bajo siete capas de cera con órganos desmontables.
Después de 250 años, el museo florentino —se encuentra mirando de frente a la galería de los Uffizi, pero al otro lado del Arno— necesitaba una renovación y actualización de su museografía, motivo por el que por primera vez la Universidad ha permitido la salida de sus “obras maestras”, un total de trece “esculturas” en cera, entre las cuatro venus, (llamadas las Venus de Medici, y aquí podemos jugar con el apellido de los “médicos”), nueve fragmentos de cuerpo del departamento de obstetricia que representan toda la anatomía del cuerpo humano, hecha pieza a pieza con cera, desde el sistema nervioso central hasta el reproductor, y 72 dibujos a lápiz, tempera y acuarela.
El cuerpo humano, su anatomía, no siempre se ha mostrado en su fría, nihilista o en su siniestra fascinación. Pero es el “verdadero lugar” en el canon pictórico desde incluso antes del Renacimiento: Andrea del Verrocchio fue el primer artista en utilizar de forma práctica ceras de partes humanas desolladas para su taller de artistas. De su discípulo más prominente, Leonardo da Vinci, Vasari escribió que había diseccionado decenas de cadáveres “con sus propias manos”. Siguiendo el encadenamiento, su contemporáneo más joven, Miguel Ángel, estudió anatomía en Florencia durante doce años, y se dice que aceptó un encargo de la Iglesia con la condición de que le pagaran en cadáveres.
Ahora, Cronenberg no vacila en asignar a estos bellos cerúmenes algunos de los rasgos de su peculiar imaginación morbosa, siempre centrada en las potencialidades oscuras del ser humano, tanto eróticas como clínicas: durante tres minutos y en bucle, el cortometraje muestra los cuerpos y los rostros inertes de las cuatro venus, tamaño natural, en plena bacanal oceánica (y aquí el asunto tiene una escala de interpretación para todos los feminismos) una desmesura de carne y vísceras que solo podrá entenderse por el atrezo acústico: el ruido del mar mezclado con el graznido de las gaviotas y los gemidos de placer. Vemos los primeros planos de sus rostros sonrosados, ojos y labios entreabiertos, con una expresión de placer inescrutable, sus cuellos rodeados de perlas, cabellos perfectamente peinados; otras son tomas cenitales de sus cuerpos recostados, imitando puntos de vista clínicos o sensuales, se mueven sobre lo que parecen camas inflables mecidas por las aguas. Placer oceánico. Freud siempre. La cámara sigue el curso de pechos, brazos, piernas, vello púbico, hasta que ¡oh!, de sus vientres salen intestinos, vasos sanguíneos, terminales nerviosas, los riñones, el hígado…
El autor de Dead Ringers y Crash titula su nueva fantasía quirúrgica Four Unloved Women, Adrift on a Purposeless Sea, Experience The Ecstasy of Dissection (cuatro mujeres sin amor, a la deriva en un mar sin propósito, experimentan el éxtasis de la disección), un cortometraje que nos transporta a la veneración erótica del corte, el éxtasis de las representaciones pictóricas barrocas, desde la Santa Teresa de Bernini y los cuerpos despedazados de los santos hasta conceptos más recientes como “la nueva carne”, en la frontera entre lo orgánico y lo mecánico.
Lo escribió Montaigne, aquejado por los dolores que le provocaban unas piedras en el riñón: “No mueres por estar enfermo, sino por estar vivo. También te mata la muerte sin el socorro de la enfermedad. A algunos les han alejado las enfermedades de la muerte, habiendo vivido más cuanto más les parecía estar agonizando”.
Así son nuestros cuerpos: terroríficamente fascinantes.
‘Cere Anatomiche: La Specola di Firenze. David Cronenberg’. Fundación Prada. Milán. Hasta el 17 de julio.
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