_
_
_
_
Venezuela
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Algo va a pasar en Venezuela. O puede que no ocurra mucho

Con la información disponible es difícil sostener que González Urrutia pueda tomar el juramento como lo establece la Constitución. Sin embargo, su desempeño le está subiendo el costo a Maduro

elecciones en venezuela
Simpatizantes de Edmundo González, en Caracas, Venezuela, el 25 de julio de 2024.Marina Calderon

El 10 de enero de 2025 se ha convertido en una fecha fetiche en Venezuela. La cuenta regresiva para ese día ha alimentado la sensación de que algo va a pasar. Pero, realmente, ¿qué puede ocurrir en un país donde quienes están en el poder decidieron permanecer al mando al amparo de las armas de la República porque no tienen el apoyo popular?

En otras ocasiones, la ceremonia en la que un nuevo gobierno asume el mandato de seis años no tenía mucho de particular. En esta oportunidad, quien ostenta el poder y busca su nueva juramentación, no ganó la elección presidencial. Eso todo el mundo lo sabe, pero no es óbice para que Nicolás Maduro quiera iniciar un nuevo mandato.

Carolina Jiménez, directora de la Oficina para Asuntos Latinoamericanos en Washington (WOLA), sostiene que la crisis venezolana es una crisis hemisférica: “Una toma de posesión que viole la soberanía suprime uno de los principales elementos de la democracia misma. Tal es la magnitud de este peligro para la historia”.

En el país hay una suerte del pensamiento mágico religioso que pugna por sostener una expectativa, hasta ahora sin base clara para romper el curso de los acontecimientos. Rezos, glorias al Altísimo, decretos del Espíritu de la Navidad y ruegos a las potencias espirituales del imaginario sincretismo religioso, se cuelan entre los mensajes de quienes ven una esperanza de cambio. Una reciente encuesta de la empresa Clear Path halló que 48% de los venezolanos confía en que habrá una transición democrática.

Pero más allá de las anécdotas y los buenos deseos, parece que la fiesta de la impunidad no será tan tranquila para la camarilla. Los anuncios del ganador de las elecciones, Edmundo González Urrutia, de que va a volver a Venezuela a juramentarse, su gira presidencial ―que ha incluido una visita a la Casa Blanca donde se reunió con el presidente Joe Biden― y las declaraciones de la líder opositora María Corina Machado ―quien sorpresivamente llamó a ir a las calles el próximo 9 de enero― auguran horas complicadas y despierta entre sus seguidores un nuevo aliento.

El Gobierno de Maduro, por su parte, ha desplegado una acción de propaganda del terror. El ministro Diosdado Cabello transmite videos en prácticas de tiro y se hace acompañar por efectivos de las policías más represivas del país. Al mismo tiempo, la Fiscalía de Maduro informa que han excarcelado a más de 1.500 presos políticos, de los más de 2.000 de los que hizo acopio durante la represión postelectoral. Parece que hacen espacio para una nueva ola de represión. El ministro de la Defensa, el general Vladimir Padrino, emite un comunicado en respuesta al llamado de González Urrutia, quien dirigió un mensaje a las Fuerzas Armadas para que hagan valer la voluntad del soberano.

Con la información disponible es difícil sostener que González Urrutia pueda tomar el juramento como lo establece la Constitución. Sin embargo, su desempeño le está subiendo el costo al Gobierno de Maduro. Las amenazas con apresarlo si ingresa al país llegaron al punto de que el Gobierno ofrece una recompensa por quien dé información sobre su paradero. No deja de ser un chiste cruel, porque su ubicación es pública y notoria. En los últimos días, ha estado en Argentina, Uruguay, Estados Unidos y ha anunciado visitas a República Dominicana y Panamá. Parece que su última parada será en alguna parte de Venezuela.

Por su parte, la líder opositora María Corina Machado ha llamado a la calle. Nadie sabe cuántos les acompañarán. Pero esta valiente mujer parece decidida a jugárselas todas. Está haciendo valer su lema de campaña: Hasta el final. Tanto Machado como González Urrutia se muestran en acciones coordinadas. El candidato que nunca quiso el poder, que ganó unas elecciones imposibles bajo el endoso de Machado, se ha develado como un estadista de alto vuelo. Ella, por su parte, luce como una jefa de gobierno en la clandestinidad. Ese desafío es algo a lo que el Gobierno de Maduro no está acostumbrado.

Con la salida en agosto de González Urrutia a España y la presión sobre Machado, algunos en el Gobierno daban por terminado este capítulo o, al menos, consideraban neutralizada la amenaza. Según la encuesta de Clear Path, tanto Machado como González Urrutia gozan de más de 72% de apoyo popular.

En estos meses ha quedado claro que la decisión del oficialismo de robarse la elección solo sería sostenible a través de la fuerza y de alguna mejora económica. Esta última posibilidad depende de la política de Donald Trump sobre Venezuela. Si prevalece la tesis de recrudecer las sanciones sectoriales al sector del petróleo, se avizora un impacto sobre los ingresos del país.

Sobre el rol de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB), nada indica actualmente que la cúpula se someta al mandato popular. Padrino, en su alocución, ha catalogado a González Urrutia de prófugo de la justicia. Por otra parte, el ministro de Interior ha anunciado que hay más de 125 personas de nacionalidades extranjeras que han sido capturadas por las fuerzas del orden público por presuntas acciones mercenarias.

De concretarse la juramentación de Maduro, el mundo asistirá a la consolidación de un autoritarismo que ya ha mostrado bastante sus dientes. Para María Isabel Puerta, el anunciado retorno de González Urrutia y la convocatoria a la protesta por Machado son acciones arriesgadas, que, pronostica, serían tratadas de la manera habitual por el Gobierno, es decir, con una fuerte represión. “Hay una capacidad en el Gobierno de Maduro de arremeter contra la gente, no solo contra los políticos, y ese patrón que ya conocemos de Nicaragua y de Cuba es sumamente nocivo porque lo que busca es paralizar y neutralizar a la gente”, comenta.

En Venezuela, en estas horas puede ocurrir cualquier cosa. Como puede que no ocurra mucho. Sin embargo, hay una sensación de que esta es la última oportunidad. Aunque todos sabemos que el país no se acaba el 10 de enero, también hay la certeza de que el tiempo para la democracia sí se agota.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_