Brasil, ante la COP30

La conferencia de Bakú cerró en falso y el peso político de ese fracaso se proyecta sobre la próxima, que se celebrará el año que viene en Belem do Pará, en la desembocadura del Amazonas

Vista del Amazonia cerca de Canutama, en Brasil, en el Estado del Amazonas.Andre Penner (AP)

El término geopolítica está de moda. Aunque acostumbra a ser utilizado cuando se analizan tensiones y conflictos por el control de los recursos y las rutas comerciales del futuro, su vertiente ecológica se está volviendo cada vez más significativa

En un planeta caracterizado por inquietantes crisis ambientales, las conferencias climáticas (COP) organizadas por Naciones Unidas se han convertido en escenarios privilegiados para calibrar la...

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El término geopolítica está de moda. Aunque acostumbra a ser utilizado cuando se analizan tensiones y conflictos por el control de los recursos y las rutas comerciales del futuro, su vertiente ecológica se está volviendo cada vez más significativa

En un planeta caracterizado por inquietantes crisis ambientales, las conferencias climáticas (COP) organizadas por Naciones Unidas se han convertido en escenarios privilegiados para calibrar la evolución de los equilibrios internacionales

En noviembre pasado se celebró en Baku, Azerbaiyán, la COP29. Allí quedó demostrado que la fractura que separa al Norte del Sur Global tiene un componente ecológico insoslayable. Una de sus claves es financiera. El costo de las metas establecidas por la ONU para reducir las emisiones globales de carbono asciende, de aquí a 2035, a unos 1.300 billones de dólares

En Baku, a muchos países del Sur Global proveedores de materias primas críticas y al mismo tiempo afectados por el cambio climático, les pareció inaceptable que a los países del Norte les sea asignada apenas una cuarta parte de la factura climática global y que cualquier debate sobre desarrollo quede diluido

La COP29 cerró en falso y el peso político de ese fracaso se proyecta sobre la COP30, que se celebrará el año que viene en Belem do Pará, en la desembocadura del Amazonas. Malas noticias para el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, que siempre ha considerado ese evento una de las grandes oportunidades geopolíticas de su tercer mandato

Su gran apuesta se llama Fondo Amazonia. Lula lo creó en 2008 con intención de canalizar, a través de su Gobierno y no de la ONU, inversiones no reembolsables para proyectos locales orientadas a reducir las emisiones de carbono. Brasil mantiene el control político del Fondo pese a que la liquidez proviene del exterior. Eso permite mantener bajo control posibles recelos internos hacia cualquier iniciativa con potencial para cuestionar, aunque sea mínimamente, la soberanía del país sobre la Amazonia

Ahora sin embargo, pensando en la COP30, el panorama cambia: el Gobierno de Lula se plantea compartir el Fondo Amazonia con los otros países sudamericanos que comparten esa gigantesca cuenca. Hablamos de un área sometida a una presión medioambiental terrible con eventos que van desde la deforestación a gran escala a grandes incendios pasando por tala y minería ilegal, pérdida acelerada de biodiversidad, degradación irreversible de suelos, contaminación de ríos y acuíferos, etc.

Por eso Brasil también quiere aprovechar la COP30 para incrementar los recursos del Fondo. Se trata de tener capacidad para promover, coordinadamente, la transformación de la matriz productiva que la Amazonia necesita. Si algo está claro desde la perspectiva brasileña es que ninguna iniciativa conservacionista unilateral o limitada en medios es políticamente sostenible. Hay que actuar ambiciosa y multilateralmente y eso es lo que Brasilia ha estado haciendo desde que Lula asumió la presidencia en enero de 2023

El desafío mayor trasciende, en estos momentos, el clima enrarecido heredado de la COP29. Preocupa, también, la llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos: el Fondo Amazonia podría no alcanzar los recursos que Brasil considera necesarios. La carta de Lula, en ese marco, se llama China: Pekín tiene músculo financiero y un interesante balance entre reducción de emisiones y mantenimiento de elevadas tasas de crecimiento. Sus fortalezas son, además, compatibles con necesidades operativas concretas: tiene know how en reforestación, renovables, economía verde, etcétera.

En la práctica, independientemente de lo que el año que viene suceda en la COP de Belem, un discreto Grand Jeu parece haberse desencadenado: Brasil y China acaban de acordar profundizar su relación. Ambos países pretenden centrarse en la Transformación Ecológica y el Desarrollo Verde aunque, también, en la construcción de infraestructuras críticas como un ferrocarril transandino que conectaría el puerto brasileño de Santos, en el Atlántico Sur, con el de Chancay, en el Pacífico peruano

Lo interesante es que, mientras eso sucede, otros países tienen otras prioridades y miran en otras direcciones. Quizás consideren que para la COP30 falte mucho o asuman que una excesiva implicación de Brasil con China podría dejar a Brasilia atrapada en la incómoda rivalidad de Washington con Pekín. También podría ser que piensen que, como decía Strausz-Hupé, todo lo “importante” sucede entre los 20° y los 60° de latitud Norte

Una perspectiva cada vez más discutible: la COP de Belem, que se celebrará cerca de la línea del ecuador tiene potencial para convertirse en un vector que ayude a comprender cómo variables geopolíticas que hasta ahora no eran consideradas están reconfigurando el sistema mundial

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