Las voces de los jóvenes indígenas que navegan a la COP30: “Heredamos la fuerza y las heridas de la Amazonia”
La mitad de los miembros de la flotilla indígena que recorre el Amazonas rumbo a la cumbre del clima de Belém tiene menos de 35 años. Están recogiendo demandas y propuestas para lograr incluir sus voces en las negociaciones
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“Yo era una bebé en movimiento: todo el tiempo estaba de un lado al otro con mis padres, mientras luchaban. Nací en medio del enfrentamiento”, recuerda Katty Gualinga, mientras navega por primera vez a través del río Amazonas. La joven kichwa nació en el 2000, el año en el que su pueblo, Sarayaku, luchaba para evitar que una petrolera ingresara a su territorio ubicado en la Amazonia ecuatoriana. A sus 25 años, su movimiento no se ha detenido y ahora se encamina hacia una nueva lucha. Gualinga es uno de los rostros jóvenes de la flotilla amazónica Yaku Mama, que hasta el momento ya ha atravesado Ecuador, Perú y Colombia, y está cruzando el territorio brasileño para llevar las voces indígenas y amazónicas a la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (COP30), en Belém.
“Para mí es importante seguir este legado que me dejaron mis padres y mis abuelos”, dice Gualinga sobre la motivación para emprender esta travesía de 3.000 kilómetros, junto con otras 50 personas, de las cuales más de la mitad, tienen menos de 35 años. Como ella, la mayoría de sus compañeros ha nacido en medio de conflictos marcados por el extractivismo y han vivido la transformación de su territorio en los últimos años por el cambio climático y la expansión de la frontera petrolera y minera.
“Somos quienes heredamos tanto la fuerza como las heridas de la Amazonia”, explica Alexis Grefa, miembro de la fundación Quipa y parte del equipo organizador, sobre la decisión de que la flotilla esté integrada sobre todo por jóvenes. El objetivo de este viaje, dice Grefa, es demostrar que la juventud indígena no solo está resistiendo, sino también liderando procesos de cambio “con sabiduría ancestral y nuevas formas de comunicación”.
Un río de aprendizaje
En 2015, recuerda Gualinga, representantes de Sarayaku llevaron la “canoa de la vida” desde la Amazonía hasta la COP21, en París. La embarcación, fabricada a mano en su territorio, atravesó el continente en avión, realizó una navegación simbólica en el Canal de la Villette en el centro de París, y finalmente fue colocada en el Pabellón de los Pueblos Indígenas, como un recordatorio de que la selva y las voces amazónicas deben ser incluidas en los tratados sobre cambio climático.
Una década después, la representante kichwa está atravesando el Amazonas con el mismo mensaje. En esta ocasión, navega con más fuerza, acompañada de la madre agua (Yaku Mama), para asistir a su primera COP. “Vamos a llegar a ese espacio donde se toman las decisiones para que se entienda que los pueblos indígenas tenemos que estar en la construcción de la agenda”, dice la dirigente de jóvenes de Sarayaku.
Durante su travesía, Gualinga y los otros ocho jóvenes de su pueblo se capacitan sobre el funcionamiento de la COP, las negociaciones relevantes para la Amazonia y cuál será su rol en esta conferencia. “¿Cómo vamos a seguir resistiendo sin financiamiento directo?”, reflexiona sobre uno de los temas que más le preocupa y que ha sido una de las principales demandas de los pueblos indígenas en los últimos años.
Según el informe de la ONU Estado de los Pueblos Indígenas del Mundo, menos del 1% de la financiación internacional para el clima va de forma directa hacia las comunidades indígenas. Sin embargo, en sus territorios se protege el 80% de la biodiversidad que queda en el planeta.
La experiencia de su pueblo se relaciona con otra de las principales demandas rumbo a la COP30: la eliminación de los combustibles fósiles. La historia de Sarayaku es reconocida a escala internacional por la sentencia de 2012 de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, que impidió que la compañía petrolera operara en su territorio. A pesar del fallo, las amenazas continúan en aumento no solo para este pueblo, sino para todos los que habitan en la Amazonía. “En este viaje, hemos visto que la lucha es común frente a las empresas extractivas y la minería en todos los países”, cuenta Gualinga.
Cese a los combustibles fósiles
La dinámica de la flotilla ha permitido que Gualinga y sus compañeros compartan sus vivencias. Durante las hasta más de 15 horas de navegación de una comunidad a otra, en los almuerzos, antes de las siestas o en las caminatas, es común escuchar los intercambios de historias. Los relatos suelen estar acompañados de las risas estruendosas de Wakemo Huamoni, uno de los tres representantes Waorani; la mirada atenta de Carmen Amaguaya, de la nacionalidad Andua; o las acotaciones de Kunsob Alfaro, Guna de Panamá, que siempre está ansiosa por aprender más de una Amazonia, que hasta ese momento no conocía.
Wia Cahuiya es uno de los que aprovecha estos momentos para contar su experiencia con los combustibles fósiles. Su nacionalidad Waorani fue contactada por primera vez hace 60 años por un grupo misionero estadounidense y su historia ha estado marcada por la presencia de empresas petroleras en el territorio.
La comunidad de Cahuiya, Ñoneno, está en el Parque Nacional Yasuní. Este sitio es conocido como un ejemplo en transición energética, tras la Consulta Popular del 2023, en la que los ecuatorianos votaron por detener la extracción de petróleo en el bloque 43, al interior de esta área protegida. Sin embargo, la actividad no se ha detenido. “Mi idea de luchar no nació solo de protegernos a nosotros Waorani de Yasuní; nació de que ahí también están los Tagaeri y Taromenane”, explica en referencia a los dos pueblos en aislamiento voluntario que habitan en la zona.
Sus relatos se enmarcan en una de las exigencias que han estado repitiendo los integrantes de la flotilla a lo largo de la travesía: “proteger zonas intangibles y libres de explotación”. Cahuiya tiene la esperanza de que la flotilla genere un impacto en esta COP y que realmente se escuchen sus demandas, a diferencia de las anteriores. A sus 31 años, ya es un experto en negociaciones climáticas: ha participado en la COP26, COP27 y COP28. En esta ocasión llevará la experiencia del Yasuní y abogará por la importancia de una transición energética justa.
El poder de las narrativas
Además de su presencia en estos eventos, Cahuiya ha encontrado en la comunicación una aliada para difundir los problemas de las comunidades. A los 17 años, empezó a grabar videos de los derrames petroleros y así ha logrado que más personas conozcan la situación. “Nos funciona como herramienta de defensa”, relata.
A bordo de la flotilla, es común ver a los más jóvenes tomando fotos, grabando videos y difundiendo su experiencia en las redes sociales, donde la mayoría acumula miles de seguidores. “En la lucha contra la crisis climática deben estar las historias, las voces y los sentidos de las comunidades indígenas. A través de nuestras narrativas también estamos resistiendo”, dice Mitzy Violeta Cortés, una joven de 26 años de la comunidad San Sebastián Tecomaxtlahuaca, en Oaxaca, México, perteneciente al pueblo Ñuu Savi.
Cortés es una de las dos representantes de México que navega en la flotilla amazónica. En su primer encuentro con la Amazonia, Cortés ya estuvo en cuatro países y conoció casi una decena de comunidades. Para ella, una de las principales enseñanzas ha sido aprender más sobre las soluciones que se impulsan en cada territorio. “No vamos a pedir que nos incluyan en su transición, sino a mostrar que nuestras capacidades de consenso colectivo y nuestras tecnologías ancestrales son las que el mundo necesita aprender para enfrentar la crisis”, explica. A través de la iniciativa Hackeo Cultural, también trabaja en procesos educativos que abordan el cambio climático desde las cosmovisiones indígenas.
Entre historias, aprendizajes, risas y reflexiones, las demandas de los jóvenes se van fortaleciendo y complementando a través de la corriente de los ríos amazónicos. Para Mitzy, la dinámica de la flotilla representa justamente lo que las voces jóvenes buscan transmitir: “Apostamos no solo por preservar, sino también por ver aquello que se puede cambiar y aquello nuevo que se puede impulsar”.