Ir al contenido
En colaboración conCAF

Legislar por una Amazonia libre de combustibles fósiles

La deuda y la dependencia económica empujan a los países hacia un modelo extractivo que sacrifica el bosque y a sus pueblos. Pero existen alternativas

EL PAÍS ofrece en abierto la sección América Futura por su aporte informativo diario y global sobre desarrollo sostenible. Si quieres apoyar nuestro periodismo, suscríbete aquí.

En un mundo que necesita con urgencia dejar los combustibles fósiles bajo tierra, el compromiso legislativo es indispensable. A pesar de que el Congreso brasileño está marcado por una creciente polarización que ha traído retrocesos significativos en la agenda socioambiental, estamos convencidos de nuestra responsabilidad en la construcción de un mundo en la era ‘posfósil’.

Por ello, hace algunos meses, presentamos un proyecto de ley para bloquear nuevos proyectos fósiles en la Amazonia, un ecosistema crucial para el equilibrio biológico y climático global. Este paso legislativo reafirma nuestro compromiso con la defensa de la vida, los derechos de los pueblos indígenas y la estabilidad climática mundial. Una Amazonia libre de combustibles fósiles no es una utopía, sino una necesidad.

De manera articulada, y en una muestra sin precedentes de colaboración internacional, legisladores de otros países, como Colombia, Ecuador y Perú, también presentaron proyectos de ley para bloquear nuevos emprendimientos fósiles en la cuenca amazónica. Esto representa una señal clara de avance político. Pero se necesita más. Más parlamentarios, más gobiernos y más instituciones deben unirse a la defensa de una Amazonia libre de combustibles fósiles.

La Amazonia está en riesgo. Si no detenemos la degradación ambiental y, con urgencia, la expansión de los hidrocarburos, el bosque perderá su papel vital como regulador climático global. La deforestación y la minería ilegal son amenazas enormes para la región, pero ignorar la expansión del petróleo y el gas significa poner en peligro el futuro de todo el planeta. La urgencia de la crisis climática no permite medias tintas: si queremos proteger la vida, debemos enfrentar simultáneamente las dos caras de la misma moneda: la deforestación y la expansión de los hidrocarburos.

El petróleo y el gas no son sinónimos de desarrollo. Por el contrario, han dejado cicatrices sociales, culturales y ambientales imposibles de reparar. Los pueblos indígenas, que durante siglos han mantenido el bosque en pie gracias a su conocimiento y sus formas de vida, son fundamentales para cualquier estrategia de futuro. Una transición energética justa debe construirse con ellos, desde sus territorios y con pleno respeto por su autonomía y sus derechos.

No hay garantías de que la expansión de la industria fósil traiga desarrollo. Todo lo contrario: décadas de violaciones estatales y corporativas reiteradas demuestran que no existe base alguna para creer que los derechos humanos o los derechos de la naturaleza serán protegidos si se abren nuevos bloques. Por eso, no deben autorizarse más proyectos de petróleo y gas en la Amazonia.

La presión destructiva también proviene del exterior: los bancos y las instituciones financieras internacionales siguen siendo los principales patrocinadores de la expansión fósil. La deuda y la dependencia económica empujan a los países hacia un modelo extractivo que sacrifica el bosque y a sus pueblos. Pero existen alternativas. Iniciativas en socio-bioeconomía, energías renovables no convencionales y descentralizadas, cooperación internacional y mecanismos financieros innovadores muestran que es posible compensar ingresos y construir un camino distinto.

La transición energética en la región y en el mundo debe ser justa, inclusiva y centrada en las personas. Esto significa redirigir los subsidios que hoy sostienen la industria fósil hacia iniciativas sostenibles impulsadas por las comunidades; planificar el cierre y la restauración de los sitios de extracción existentes con la participación de las poblaciones afectadas y crear mecanismos de compensación para quienes han sido históricamente perjudicados.

Los combustibles fósiles no tienen lugar en el futuro de un planeta en crisis climática, especialmente en la Amazonia, el corazón palpitante de la vida en la Tierra.

La Amazonia no puede seguir siendo una zona de sacrificio. Hacerla libre de petróleo y gas es un paso indispensable para proteger su biodiversidad, sus pueblos y el futuro del planeta. El llamado es claro: debemos elegir entre la expansión de una industria que amenaza la vida o la construcción de un modelo que respete los límites de la naturaleza y las voces de quienes siempre han cuidado del bosque.

Este compromiso se refleja también en la entrega, este 7 de octubre, en el Congreso Nacional del Brasil, del informe Protegiendo el corazón de nuestro planeta: hoja de ruta de los parlamentarios para una Amazonia libre de combustibles fósiles, elaborado por la red Parlamentarios por un Futuro Libre de Combustibles Fósiles. Este documento propone alternativas concretas y coordinadas entre siete países amazónicos para detener la expansión petrolera y gasífera en el bioma y construir una transición energética justa.

Como miembros de esta red, vemos en la COP30 de Cambio Climático, a realizarse en la ciudad amazónica de Belém do Pará en poco más de un mes, una oportunidad invaluable de exigir a los gobiernos el cumplimiento de estas exigencias, necesarias para alcanzar ese futuro más allá de los ya obsoletos combustibles fósiles.

Más información

Archivado En