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Las plantas de los bosques nublados de Mesoamérica trepan las montañas para escapar del cambio climático

Un estudio revela que las especies se han desplazado hacia mayores altitudes, a un ritmo promedio de entre 1,8 y 2,7 metros por año desde 1979. La investigación es portada de la revista ‘Science’

Las copas de los árboles en un bosque de niebla ubicado en el poblado Esperanza, en el Estado de Oaxaca (México).Santiago Ramírez (Instituto de Biologia UNAM)

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Las plantas también están buscando escapar del cambio climático. Tanto así que, en los bosques de niebla de Mesoamérica, un lugar en el que el paisaje se hace borroso por la bruma, las especies vegetales se han desplazado entre 1,8 y 2,7 metros por año desde 1979. El clima en la altitud en la que vivieron por décadas dejó de ser apto para ellas y, como cualquier animal o humano que busca un nuevo refugio ante un cambio que lo perturba, las plantas, muy lentamente, han comenzado a subir las montañas.

“Es una señal importante de que los impactos ecológicos que está dejando esta crisis son más complejos de lo que creemos”, advierte Santiago Ramírez Barahona, el primer autor del estudio que llegó a esta conclusión y que fue elegido para ser la portada de la versión impresa de marzo de la revista Science. Junto a varios colegas y, con financiamiento de la Secretaría de Ciencia y Tecnología de México, el equipo lleva desde 2019 buscando entender la vulnerabilidad de los bosques de niebla frente al cambio climático. Estas cifras son la última pieza que se suma a un rompecabezas que comienzan a armar.

Portada de la versión de marzo de la revista ScienceLuis F. Rivera Lezama/Science

Desde México hasta Panamá, los bosques de niebla representan apenas el 1% de la superficie, “aunque ese dato es para lo que había antes del siglo XX, ahora puede ser mucho menos”, aclara Ramírez. En ese pequeño porcentaje, sin embargo, hay más de 6.000 especies de plantas vasculares, es decir, el 18% de la diversidad de plantas de toda la región. Pese a su sobrecogedora capacidad, menos del 20% están protegidos. En México, agrega Ángela Cuervo, de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y coautora del artículo, “estos bosques son uno de los ecosistemas más frágiles”.

El problema, como pasa a lo largo de América Latina y el Caribe, es que hay pocos datos sobre el terreno que den pistas sobre cómo los árboles se están desplazando. Lo ideal sería que los países pudieran tener un censo de árboles en el que se registre cada cinco, diez o 20 años cómo se van moviendo las especies. Pero como no es el caso para Mesoamérica, los investigadores tuvieron que ingeniárselas, crear sus propios métodos.

El bosque de niebla en Molocotlán, Estado de Hidalgo, México.Santiago Ramírez (Instituto de Biologia UNAM)

Lo primero, dicen, fue pensar qué datos necesitaban. Tras meses de navegar por varias opciones, se decidieron por utilizar la información del Global Biodiversity Information Facility, un repositorio global alimentado por científicos de todo el mundo, en el que se registra tanto el nombre de la especie que encuentran, como la coordenada y el año en la que la documentaron. Así, descargaron los indicadores de la región recolectados desde hace 30 años.

Después, combinaron esta información con la de elevaciones y relieves tomados por imágenes satelitales, y crearon una cronología de cómo se han ido moviendo 1.021 plantas de los bosques de niebla de Mesoamérica. Su conclusión fue que alrededor de 380 especies (el 36%) se han desplazado a zonas más altas para escapar de las nuevas condiciones que ha traído tanto el cambio climático como la deforestación.

Las alteraciones de las condiciones del clima están dejando a las plantas más sensibles atrapadas. Para abajo no se pueden ir, porque para algunas ya es un territorio muy caliente. Y aunque empiezan a moverse, el riesgo es que tampoco sobrevivan a zonas más heladas. Y, por otra parte, a veces, también las acecha la tala de bosque.

Además, no todas las especies se comportan igual. “A mí lo que más me ha hecho reflexionar es que solo una tercera parte y no todas las plantas se estén movilizando”, cuenta Ramírez. El investigador hace una curiosa, pero pedagógica similitud a lo que sucede con una multitud de cucarachas cuando se prende una luz sobre ellas. Cada una sale corriendo para un lado distinto, en modo supervivencia. La diferencia es que la relación entre una especie de planta y la otra, o su interacción con los arbustos o helechos con los que tienen simbiosis, se ha ido forjando para llegar a un equilibrio perfecto por miles de años. Y el cambio climático está quebrando eso.

“Podría entenderse como una desintegración del bosque que, incluso para los términos humanos, dejaría de funcionar, porque muchos de estos ecosistemas son los que nos proveen de agua”, comenta el biólogo. De hecho, recuerda las veces en las que ha visitado los bosques de niebla. Su humedad es tan poderosa que, mientras se está fuera del bosque, puede que no esté lloviendo, pero no hace más falta que asomarse dentro de sus árboles para que se sienta caer la llovizna.



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