Los indígenas quieren copresidir la COP30: ¿los tendrá en cuenta la primera cumbre climática amazónica?
El G9, una coalición de líderes de los nueve países que comparten la Amazonia, demanda prohibir la exploración de hidrocarburos en la selva tropical más grande del mundo
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En noviembre de 2024, al margen de las conversaciones internacionales sobre biodiversidad (COP16) que se hicieron en Cali, Colombia, indígenas de los nueve países amazónicos crearon el G-9. Imitando coaliciones como el G-20 o el G-7, los pueblos de la selva tropical más grande del mundo se integraron para negociar en bloque. Su sincronización fue oportuna: a finales de este año se celebrará en Brasil la Cumbre de Cambio Climático de Naciones Unidas (COP30). Su sede, la ciudad de Belén do Para, fue propuesta por el presidente Luiz Inácio Lula da Silva para albergar la primera cumbre amazónica de la historia. Ese será también el escenario en el que el G-9 medirá sus fuerzas.
“Desde la COP16 hemos venido fortaleciéndonos”, cuenta Toya Manchineri, director Ejecutivo de la Coordinadora Conjunta de Organizaciones Indígenas de la Amazonia Brasileña (Coiab), que hace parte del G-9. Hace una semana, el grupo se reunió en Manaos y la próxima semana lo hará en Guyana con el propósito de que no se repita una historia que, dicen, sucede en todas las cumbres ambientales. Se habla de la importancia de los indígenas en la conservación, sobre sus territorios y cómo los resguardan de la codicia por extraer. Pero, aunque tienen voz, no tienen voto en las decisiones finales. “La cuestión de la participación no llega al piso, hasta las bases”, asegura.
Por eso, el G-9 ha elevado al Gobierno de Brasil y al presidente de la COP30, el embajador André Corrêa do Lago, la petición de que esta organización de indígenas amazónicos tenga la copresidencia de la cumbre. “No permitiremos que se tomen decisiones vitales sobre el futuro del planeta sin nuestra plena participación. La Amazonia, nuestro hogar sagrado, no puede ser tratada como un escenario más en las discusiones sobre el clima. Debe ser el epicentro de estas negociaciones”, aclaran en un comunicado que dejó la reunión en Manaos.
Que el G9 logre la copresidencia de la COP30 no parece ser algo viable. En una entrevista que Corrêa do Lago dio a varios medios, explicó que lo que están haciendo es trabajar de la mano con la ministra de Pueblos Indígenas de Brasil, Sônia Guajajara, sobre cómo la cumbre puede tener un consejo especial de pueblos indígenas que acompañe el proceso. “Obviamente, los indígenas tendrán un papel en esta COP30, como nunca lo han tenido en otras”, señaló. “Queremos que estén mucho más presentes y que no solo tengan que luchar por estos espacios cuando se trata de temas que los conciernen, sino sobre todos. Y los temas de bosques y forestales serán esenciales en esta cumbre”.
Para Manchineri, esa es una respuesta inconclusa, a medias. Además, explica que tienen más demandas. Durante la COP30 quieren que se llegue a un acuerdo para ponerle fin a la prospección de petróleo y otros hidrocarburos en la Amazonia, algo por lo que llevan abogando varios años. “Durante este último mandato, Lula ha vuelto a insistir con el petróleo y eso agrava la relación con los pueblos indígenas, además de poner a la región en un camino de destrucción en la que no hay vuelta atrás”, dice el líder de Coiab. “Es una contradicción. El Gobierno alberga la cumbre, elige una ciudad amazónica y dice que será amazónica. Pero, a la vez, apoya que se levanten territorios indígenas para explorar hidrocarburos”.
El movimiento que hizo Brasil en enero, al aprobar ser parte de la OPEP+, un grupo de naciones exportadoras de petróleo, ha caído mal entre varios grupos ambientalistas y de cambio climático. Sin embargo, para Corrêa do Lago, es una conversación que debe darse en el país ante de llevarla a esferas internacionales.
“Creo que primero tenemos que dejar que Brasil tenga esta reflexión interna sobre qué hacer con el hecho de que ahora somos tanto productores como exportadores considerables de petróleo y de que hay una perspectiva de que este combustible fósil se encuentra también en el margen ecuatorial al norte del Amazonas”, asegura. No es el único país de los nueve que le preocupa al G9. “El único que se ha pronunciado en contra es Gustavo Petro, presidente de Colombia”, recuerda Manchineri. “Lo ha dicho en varios escenarios, incluyendo la COP16 en Cali”.
La agenda de la COP30, insiste, tiene que estar marcada por las peticiones indígenas. Para él, “que sea una cumbre Amazónica no se puede quedar en algo simbólico”. El G-9 espera que los países y la ONU empiecen a tener en cuenta a las organizaciones indígenas y sus propios mecanismos financieros, incluidos los fondos indígenas que ya existen, para asignarles recursos para la acción climática. “Ni el 1% de estos recursos llegan a nosotros directamente. Van a grandes ONG y, después, sí a nosotros”, comenta Manchineri, recordando que, por ejemplo, Coiab tiene el fondo Podáali que es administrado por indígenas y tiene consultores externos, tanto indígenas como no indígenas, para saber cómo dirigir estos recursos.
A casi 9 meses de que se inaugure, el pulso por la COP30 ya empieza. Entre los principales retos que tendrá la cumbre climática estará el de negociar con Estados Unidos, que se saldrá oficialmente del Acuerdo de París en enero de 2026, dos meses después de que se celebre. “El impacto será importante”, comenta Corrêa do Lago. “Hay que recordar que el Acuerdo de París se diseñó para que Estados Unidos no tuviera que ratificarlo en el Congreso”. Que el país que históricamente más ha contribuido al cambio climático se aparte de la lucha es otra de las nuevas e intricadas condiciones que la cumbre amazónica tendrá que navegar.