Leche de burra en Argentina, una alternativa para alérgicos a la proteína de la leche de vaca
Se trata de un proyecto piloto que involucra a inversores privados, universidades públicas y hospitales de niños. Es el segundo que existe en América Latina
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Marcia Silgueyra, de 31 años, conoció la leche de burra después de mucho andar con su bebé Vicca, de ocho meses, y alérgica tanto a la proteína de la leche de vaca como al huevo. “Desde chiquita siempre estuvo brotada”, cuenta la mamá, explicando que la niña debía tomar fórmula —hechas a base de proteína de leche de vaca— porque no aumentaba de peso.
“A los cinco meses y medio, las noches eran de terror. Estábamos sentados en la cama, con ella, en upa, envuelta en una toalla, porque estaba lastimada en los pliegues, en las manitos, en toda la piel, en la cabeza… Se hacía sangrar”.
Silgueyra consultó sin suerte a alergistas y dermatólogos, hasta que un gastroenterólogo le habló de la leche de burra. “Nos dijo que en otros países la usan, aunque acá todavía no había mucha información”. Desde hace dos meses, sin embargo, Vicca ingiere casi un litro de leche de burra al día, gracias a un emprendimiento argentino, conocido bajo la marca Equslac, que desde hace dos y medio levantó el primer tambo de leche de burra en el país.
Leche de burra hecha en Argentina
En la localidad cordobesa de Tío Pujio, en la “pampa gringa”, se encuentra este tambo de burras, el segundo en Latinoamérica, después del de Chile. Se trata de un proyecto piloto que se ha construido con investigadores e instituciones estatales y privadas, y que pusieron en marcha el ingeniero agrónomo Pablo Talano, el ingeniero mecánico Jorge Muract y el médico veterinario Luis Losinno.
El tambo cuenta con un rodeo de 300 burras y dos machos, y produce unos mil litros de leche por mes. La leche es pasteurizada en la planta que tienen en la sede de la Universidad Nacional de Villa María (UNVM), a unos 200 kilómetros de la capital de la provincia de Córdoba, en el centro del país. Para comercializarla usan las redes sociales y pedidos personalizados.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), entre el 1,8% y el 7,5% de los lactantes son alérgicos a la proteína de la leche de vaca en el primer año de vida. En Argentina, se estima que hay unos 30.000 niños con este problema. Por eso, Equslac le ha apostado a la leche de burra. El 97% de sus compuestos son semejantes a los de la leche materna humana; tiene un nivel muy bajo de caseína —que puede provocar alergia—, y su grado de lactosa es similar a la leche materna de una madre.
Pero el impacto no solo es en la salud, sino en lo económico. En promedio, en otros países, el litro de leche de burra cuesta entre 15 y 18 dólares, mientras que en Argentina es de 12. La leche de fórmula importada, mientras tanto, se consigue a 60. “Tenemos una venta de 500 litros, así todavía producimos un poco más de lo que vendemos”, dice Talano, advirtiendo que el próximo paso es producir leche en polvo sin alterar las propiedades del producto.
Además, a largo plazo, pretenden escalar a 5.000 burras distribuidas en una comunidad de tambos de diversos productores en cuencas centralizadas.“De esta manera podríamos tener unos tres mil o cuatro mil litros diarios de leche que abastecerían aproximadamente a un 20% del mercado argentino y con perspectiva de ser exportado”, remarca.
Producción de conocimiento
La idea del tambo comenzó realmente hace una década cuando el veterinario Luis Losinno, investigador y profesor de producción equina en la Facultad de Agronomía y Veterinaria de la Universidad Nacional de Río Cuarto (UNRC), visitó la Universidad de Agricultura de China, en Beijing, donde tuvo su primer acercamiento a la producción de burros y a la industria de su leche en gran escala, un producto considerado como una medicina en el gigante asiático.
Al regresar a Argentina, reconvirtió los programas de investigación del laboratorio universitario a la producción de leche de burra. “Aplicamos a cinco subsidios nacionales y provinciales para el desarrollo del conocimiento básico aplicado a la leche de burra y obtuvimos los cinco, algo infrecuente”, asegura Losinno. El inicio fue un modelo experimental de aprendizaje de baja escala con pocas burras en el laboratorio de la UNRC.
“Creamos una start up con el objetivo de producir leche de burra para el consumo humano y abrimos el juego a distintas universidades (la UNVM, la Universidad Nacional de La Pampa, la Universidad Tecnológica Nacional de La Plata y la Universidad Nacional de Córdoba), al Conicet (Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas) y a distintas universidades en el mundo, como la de Pisa, de Barcelona y de Beijing”, explica el investigador.
Se relacionaron con empresas e iniciaron trabajos en conexión con el Hospital de Niños de La Plata, el Hospital Italiano y el Ludovica —ambos de Buenos Aires—y el Hospital de Niños de Rosario. Varios investigadores se involucraron y hoy siete profesionales realizan sus trabajos doctorales y postdoctorales en leche de burra.
La UNRC realizó el primer embrión de burro en el mundo, mientras que en La Pampa se obtuvo el primer semen sexado para producir hembras y desarrollar genética para expandir la producción y bajar costos. Mientras tanto, en la Universidad Nacional de Córdoba se desarrolló una técnica para enriquecer la leche con ácidos grasos como una alternativa para bebés menores a seis meses y, entre 2025 y 2026, —adelanta Losinno— también se avanzará en tres ensayos clínicos locales.
“La producción de conocimientos ayuda a cometer menos errores, a generar mayores aplicaciones, llegar a otros lugares”, dice el investigador. No obstante, explica que el proyecto ha tenido dificultades debido a que la información no llega a las madres con hijos alérgicos a la leche de vaca. Hay estratos médicos y gubernamentales que no la aceptan, a pesar de que el tambo está certificado, tienen sus licencias y la leche cuenta con el registro nacional de producto alimenticio.
El gastroenterólogo infantil de la ciudad de Rosario, Diego Marmarusso, especializado en alergias alimentarias y trastornos funcionales en los niños, confirma que la leche de burra “tiene un sabor similar a la leche de madre y es mejor que cualquier leche hidrolizada extensa o leche de aminoácidos”. “Tiene mejor tolerancia”, apunta.
De hecho, cuenta que un equipo médico avanza en un estudio científico local sobre las respuestas terapéuticas de la leche, también ideal para madres que amamantan y no pueden consumir algún tipo de proteínas.
Por eso, una de las luchas de los emprendedores de Equslac, es generar mayor evidencia científica local —ya existente en otras partes del mundo— respecto a los beneficios de la leche, y lograr que sea incluida en el Plan Médico Obligatorio (PMO) para exigir su cobertura por parte de la seguridad social. “Sería espectacular que los gobiernos se involucren un poco más. No hemos encontrado eso hasta este momento”, concluye Talano.