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Las universidades mayas quieren sacar de la oralidad los conocimientos indígenas

En Guatemala, existen seis centros superiores multiétnicos que buscan impartir saberes ancestrales y la homologación de títulos. “Nuestra misión no es economicista, sino social”, dice el rector de una de ellas

Vitalino Similox Salazar, rector de la Universidad Maya Kaqchikel.Christian Gutiérrez

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Gabino Baltazar estudió Educación y Medicina Natural cuando supo que, según el calendario maya, su destino era la pedagogía y la curación. Este profesor rural de Huehuetenango (Guatemala) lleva desde entonces educando a los niños de su comunidad y, desde hace tres años, recibe a pacientes en su casa. Aunque le gustaría llevar a la ciudad los conocimientos que una vez aprendieron sus ancestros, como las plantas medicinales con las que le curaba su madre, los beneficios de conocer “el destino de cada uno” o explicar las implicaciones energéticas, no podría hacerlo porque el título por el que estudió siete años en su país “no les vale” en los hospitales. “En ocho años me jubilo como docente y me encantaría que estuviera homologado antes para montar mi clínica. En los territorios hace mucha falta”, cuenta por teléfono. “Las ciudades también se están perdiendo todos nuestros saberes”.

En Guatemala existen seis universidades maya: Ixil, Kaqchikel, Chorti, Poqomchi, Qeqchi e Iniciativa Mam. Todas ellas tienen detrás un objetivo primordial: “Sacar de la oralidad nuestros conocimientos”. Así lo explica Vitalino Similox, rector dela Universidad Maya Kaqchikel, uno de estos centros superiores educativos pensados para la población indígena, que en Guatemala es superior al 60%, aunque se sigue hablando de ellos como “minorías étnicas”. A pesar de los esfuerzos y de tener la normatividad internacional de su parte, ya que reconoce sus derechos y cosmovisión, ninguno de estos centros ha logrado aún homologar sus títulos. Para ellos, tiene mucho que ver con el racismo histórico que sufrieron y sufren sus pueblos.

Guatemala cuenta con 17 millones de habitantes de 21 pueblos de origen maya, los pueblos xinka y garífuna y población mestiza. En el siglo pasado, en el país se registraron dos hechos históricos muy importantes para estas comunidades: el periodo democrático y la firma de los Acuerdos de Paz tras su larga guerra civil. Hasta 1944, el país centroamericano no había abierto espacios de participación política de pueblos indígenas en cargos políticos. Doce años después, con la firma de los Acuerdos de Paz -en particular el Acuerdo sobre Identidad y Derechos de los Pueblos Indígenas- el Estado reconoció que el conflicto armado del país se fundó en el despojo de los territorios y el racismo hacia los pueblos indígenas.

Desde entonces, Guatemala se comprometía a que las comunidades participaran en la elaboración e implementación de las políticas públicas, legislativas y administrativas que les afectaran, así como en las decisiones, acciones y medidas dirigidas a superar las causas históricas, estructurales, socioeconómicas y políticas que dieron origen al conflicto armado interno.

Para Similox, estas promesas no han logrado traspasar el papel. “El racismo está en la estructura de mi país. Toca darle la vuelta al Estado, que es muy centralista. Y con un solo Gobierno no va a ser posible. Será un cambio lento”, cuenta en alusión a la llegada al poder de Bernardo Arévalo, presidente, gracias al apoyo y los movimientos indígenas del país. “Hemos visto buenas intenciones de Arévalo; tiene vocación de ayudar, pero aquí hay una élite que mantiene las cosas como están”, lamenta.

Bernardo Arévalo participa en una ceremonia maya en la zona arqueológica de Kaminal Juyu, en enero pasado.CRISTINA CHIQUIN (REUTERS)

“Nuestra mirada no es economicista, sino social”

A pesar de los agravios, Similox se mantiene firme en su objetivo y optimista cuando habla del mimo que le ponen a su trabajo. En el centro que regenta se imparten seis licenciaturas: Pedagogía, con énfasis en cultura e idioma Kaqchikel; Medicina Integral General; Sociología Rural, con especialización en interculturalidad; Ingeniería en Ciencias Agrícolas; Administración de empresas y Ciencia, filosofía y tecnología maya. “Tenemos una forma propia de producir conocimiento, ciencia y sabiduría. Contamos con nuestros idiomas y nuestras formas de justicia, una cosmovisión diferente frente a la naturaleza… Tenemos mucho para ofrecer”, explica por videollamada. “Nuestra mirada no es economicista, sino es social”.

Las universidades indígenas o interculturales tienen su origen en el reconocimiento de los derechos de los pueblos indígenas y en la necesidad de generar modelos académicos alternativos. Estos acuerdos se basan en compromisos como Declaración de ONU de Derechos de Pueblos Indígenas y en la Declaración de OEA de Derechos de los Pueblos Indígenas y surgen como resistencia a la exclusión. Históricamente, las universidades públicas y privadas han dejado por fuera a esta población en todo el sistema educativo, ya sea en número de estudiantes, docentes, el idioma empleado o el contenido que se imparte. La pluralidad de los diferentes pueblos indígenas hace que cada centro superior es diferente. “Es una riqueza enorme que se ha ido perdiendo”, cuenta Similox emocionado. Es precisamente la pérdida de los idiomas originarios y la certeza de que “no podemos esperar al Estado”, lo que movilizó al rector a poderse al frente de la Universidad Maya Kaqchikel, pese a no recibir ningún sueldo por su labor.

Si bien algunos de estos centros interculturales pueden ser impulsados (y financiados) por los Gobiernos, la mayoría, como los seis guatemaltecos, son sostenidos por los propios pueblos. Los alumnos pagan exclusivamente los salarios de los profesores, ya que la mayoría son de entornos empobrecidos y vulnerables. “Mi labor es la de devolverle a mi pueblo las oportunidades que yo tuve y los demás no”, dice Similox. Él es autor de los libros Experiencia: investigación y aprendizaje en Universidad Maya Kaqchikel: Una propuesta espistemológica desde la Filosofía Maya y La participación y representación política de los pueblos mayas de Guatemala.

Niñas mayas en un salón comunitario durante una fiesta en un pequeño asentamiento cerca de Todos Santos, Cuchumatán, en 1992.David McNew (Getty Images)

El rector se enorgullece de traer al escenario académico alternativas a los grados de universidades ordinarias. “Somos una alternativa a la educación de desarrollo lineal y finito que se quiere comer los bienes de la naturaleza”, explica. “Aquí hablamos de plenitud de vida, del enfoque en la educación, del respeto y la armonía con la naturaleza... Nuestra tarea es otra”. Así, en las clases de Medicina de Baltazar recogían una mirada holística sobre el cuerpo y la energía de cada uno, más allá de la ciencia investigada en el norte global. “Siento que íbamos más allá”, cuenta. Según sus estimaciones, el 75% del contenido que aprendían era originario.

Los aportes de los mayas son incalculables. A ellos les debemos el calendario solar, avances arquitectónicos primordiales como las pirámides, el 0 en las matemáticas, el ciclo de Venus y el de varias estrellas y constelaciones, y el caucho y el chocolate. “Es irónico que todo el mundo haya aprendido tanto de nosotros y ahora no nos quieran dejar enseñar”, concluye Similox.


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