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“A mayor autoritarismo, mayor retroceso en garantizar derechos sexuales y reproductivos”

La directora ejecutiva de la división de Derechos de las Mujeres de HRW analiza el horizonte para los derechos humanos de las mujeres en Latinoamérica ante el auge de Gobiernos represivos

Macarena Sáez, directora ejecutiva de la división de derechos de la mujer en Human Rights Watch.HRW

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América Latina es una región cargada de contrastes en lo que a derechos de las mujeres se refiere. Por poner un ejemplo: a mediados del mes pasado, en Puebla, México, se despenalizó el aborto hasta la semana 12 de gestación. Semanas antes, en el sur de la región, en Argentina, el presidente Javier Milei anunciaba la prohibición del lenguaje inclusivo junto a otras medidas contra la equidad de género en ese país. Para debatir sobre los retos que esto conlleva, varias oenegés y activistas se dieron cita en julio en Cartagena, Colombia, en el evento Causa Abierta, un espacio de discusión que busca denunciar las vulneraciones a los derechos sexuales y reproductivos de mujeres, niñas y adolescentes en la región, que se celebró en el marco de la V Conferencia Regional sobre Población y Desarrollo.

América Futura habló con una de las principales ponentes del foro, Macarena Sáez, directora ejecutiva de la división de Derechos de las Mujeres en Human Rights Watch. Desde su organización, la abogada de la Universidad de Chile, con una maestría en derecho de la Universidad de Yale, hace un llamado a los gobiernos de la región para que dejen de pensar en la igualdad de género como un gasto y un problema, sino como una prioridad para tener buenas vidas en comunidad. “Invertir en igualdad es la mejor manera de eliminar muchos otros problemas que tiene la sociedad”, apunta.

A su vez, advierte sobre la reducción de los espacios de los derechos de las mujeres y el incremento de los autoritarismos en el mundo. “Estamos viendo cruces ideológicos que tienen como común denominador narrativas contrarias a los derechos de las mujeres. Se busca instalar la idea de que las mujeres ya ganaron lo suficiente, que ya está bueno”.

Pregunta. ¿Cuáles fueron las principales reflexiones que le dejó este encuentro?

Respuesta. Hay buenas noticias sobre los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres, pese a que hay unos puntos que siguen siendo falencias muy profundas. Con esto me refiero a la discriminación estructural a mujeres y niñas, particularmente cuando esta discriminación se cruza con la pobreza, la raza, razones de orientación sexual e identidad de género. Si bien nadie puede negar que ha habido unos avances importantes, especialmente en entender que el problema de la interrupción voluntaria al embarazo es un problema de salud y un problema de derechos humanos de las mujeres y las niñas, al mismo tiempo hay que seguir luchando porque hay nudos muy difíciles de desatar.

P. Menciona buenas noticias. ¿Cuáles han sido los principales logros del movimiento feminista en la región?

R. Sin duda que a la vanguardia, tanto como los resultados que demuestran la presión constante de los movimientos y de lucha de las mujeres por los derechos sexuales y reproductivos, están los avances que se han visto en Colombia y en México en los últimos años. En ambos casos hay decisiones judiciales muy robustas y que fortalecen el acceso al aborto como una condición para el ejercicio de los derechos humanos. Hay que aplaudir esos avances, sobre todo cuando se puede contrastar con áreas similares en países económicamente más aventajados como Estados Unidos, donde el retroceso de los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres es muy preocupante.

P. En oposición, ¿qué tipos de violencias siguen al alza?

R. El fracaso a las respuestas sobre la a la violencia sexual y de género. Esto va desde la prevención, donde hemos visto el rechazo de ciertos grupos con poder sobre la educación sexual integral (ECI) con miras a eliminar la violencia sexual. Esto es muy grave porque la ECI es un elemento fundamental para eliminar la violencia estructural que sufren las mujeres. También es preocupante la respuesta de los sistemas de justicia y de salud a la violencia sexual y de género. En muchos países de la región, hay muchos frenos en el acceso a la salud, incluso en aquellos lugares donde se ha avanzado en la interrupción voluntaria del embarazo. Cuando se trata de mujeres y niñas pobres que han sufrido violencia sexual, lo que vemos es la facilidad con que ciertos grupos fácticos son capaces de obstaculizar el acceso a servicios legales de aborto en casos de violación.

No son causas que son necesariamente solo judiciales como en el caso de una violación sexual de una niña de 12 años por ser indígena, sino que se trata del fracaso completo del sistema, tanto del sistema de salud como del sistema judicial, por ejemplo, en la revictimización de la niña que tiene que repetir una y otra vez qué es lo que le ocurrió, que tiene que identificar a quienes son las personas que cometieron la agresión, el desbalance monetario que significa en un país tener que hacerse cargo de la mayoría de los costos de las causas judiciales. Más cuando se trata de las mujeres. Es un fracaso holístico que va desde la prevención hasta la reparación o el acceso a servicios de calidad.

P. ¿Qué retos persisten para las mujeres en América Latina?

R. Uno de los temas para mí, quizá, más preocupante, es cuando hablamos del déficit democrático con las mujeres. En el sentido de que los derechos de las mujeres son siempre los primeros desplazados. Si te fijas, la prohibición del aborto en caso de violación o cuando esté en peligro la vida de la mujer, sobre todo en niñas, se perpetúa en países con un déficit democrático más profundo, como es el caso de Guatemala o Nicaragua. Aun así, esa deuda democrática se comparte en toda la región. Hay países que yo creo que están haciendo esfuerzos más importantes. Por ejemplo, Chile, que impulsa una la educación sexual integral para efectos de reducir y eliminar finalmente la violencia sexual de género. Esa es una buena noticia, pero todavía las estadísticas nos indican el aumento de la mortalidad materna de mujeres pobres en Brasil durante la pandemia.

Además, esa pobreza está cruzada por discriminación racial. Todo esto debe llevarnos a entender que no es solo un problema discriminación de mujeres y niñas sino un problema estructural de un déficit democrático. Esto significa que cuando no se da prioridad a los problemas que sufren las mujeres y las niñas, eso tiene un impacto importante en el fortalecimiento de las instituciones democráticas. ¿Cómo podemos decir que una democracia funciona si tiene un problema estructural de racismo? No diríamos nunca que esa es una verdadera democracia. Tampoco podemos decir que es una verdadera democracia un país que tiene altas tasas de violencia en contra de las mujeres y las niñas. Esto sucede porque nunca se priorizan, independiente de qué tipo de Gobierno, los derechos de las mujeres y de las niñas.

P. ¿Cómo explica el crecimiento de movimientos antifeministas?

R. Hay una instrumentalización de eso. Palabras que suenan muy bonitas y a las que nadie inicialmente se opone. ¿Quién va a estar en contra de la protección a la familia o de protección a los niños y las niñas?, pero son eslóganes que se usan para reducir los espacios de participación democrática de las mujeres y que demuestran el aumento del autoritarismo. No son solamente las mujeres la última finalidad de esas narrativas, sino que generalmente vienen acompañadas de unas políticas y estrategias de reducción de los espacios democráticos. Lo que vemos es que los líderes más autoritarios alrededor del mundo comienzan rápidamente a apropiarse de los discursos sobre “proteger a la familia tradicional y los valores”. Como si la igualdad o eliminar la violencia en contra de las mujeres y las niñas no fuesen valores esenciales para cualquier sociedad.

P. ¿A gobiernos más autoritarios, menos garantías para los derechos de las niñas y las mujeres?

R. Absolutamente, la correlación es muy clara.

P. Ante esas oleadas autoritarias, ¿cuáles son los principales retos para las feministas en Latinoamérica?

R. El gran reto de los movimientos feministas es entender que, a mayor avance de los derechos de las mujeres, hay mayores diversidades de feminismos que se entrecruzan. Hay distintas maneras de entender qué significa la igualdad, lo que no necesariamente deriva en un movimiento feminista, sino que hay una pluralidad de movimientos feministas. Debemos aplaudir esa diversidad, pero al mismo tiempo esa diversidad tiene el desafío de aglutinar a distintas ideas dentro de unos denominadores en común como que la eliminación de la violencia sexual y de género deje de ser una utopía.

El segundo desafío es congregar a los movimientos de la sociedad civil que no se identifican directamente con el feminismo, sino que se identifican con los derechos asociados a la protección de las democracias. Son esos movimientos los que tienen que entender que el trabajo por la igualdad de las mujeres es el trabajo por la protección de los derechos de la población en general. El gran desafío es precisamente hacer este crossover, cambiar la línea y dejar de pensar que uno trabaja por los derechos de las mujeres y además por la democracia, si no que si no trabajas por los derechos de las mujeres, no trabajas por la democracia.

P. Pese a ese aluvión de políticas contra las mujeres, los movimientos feministas en la región siguen creciendo y logrando avances, como en México.

R. Latinoamérica tiene la gran fortaleza de contar con un movimiento regional muy bien cohesionado. Uno donde hay muchas alianzas. Considero que esa es una enorme cualidad, las estrategias cruzadas que han logrado armar a lo largo de los años las mujeres de la región. Históricamente, la región ha tenido unos movimientos feministas muy robustos, la participación de las mujeres políticas ha sido muy alta y la construcción de los estándares de derechos humanos.

Sin duda, hay una un desfase profundo entre lo que se necesita y lo que señalan los marcos regulatorios. Pero ahí estamos, en ese diálogo constante entre lo regulatorio y lo que ocurre en la práctica. Las estrategias de los movimientos feministas en Latinoamérica han sido muy importantes, han tenido grandes impactos, tales como contar con legislaciones completas en el caso de Argentina. Añadiría que hay que desmitificar la idea de que es una región muy conservadora. Tengo la sensación que es una región superdiversa, donde en muchos espacios no tienen temor a la diversidad y ni a la igualdad. Lo que sí es que es una región que tiene unas estructuras gubernamentales profundamente elitistas. Las élites de la mayoría de los países de la región, sí tienden a ser mucho más reticentes a entender la importancia de la protección de los derechos humanos.

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