El grito de SOS de los bosques de Mesoamérica, los olvidados vecinos de la Amazonia
Los cinco ecosistemas, que van desde la selva maya en México hasta el Darién en Panamá, son clave para crear un corredor biológico continental. Expertos lanzan un llamado por ellos en la Semana del Clima de América Latina y el Caribe
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Ser un bosque vecino de la Amazonia puede ser incómodo. Apodado muchas veces como el pulmón del mundo por su potencia, es común que toda la atención caiga sobre él. Pero en Latinoamérica también hay un bosque – o una serie de bosques – claves para la supervivencia de miles de especies: los cinco grandes bosques de Mesoamérica. Empezando por la Selva Maya, que se extiende entre México, Belice y Guatemala; pasando por la Moskitia (Nicaragua y Honduras), Indio Maíz Tortuguero (Nicaragua y Costa Rica) y La Amistad (Costa Rica y Panamá); y terminando en el Darién, entre Panamá y Colombia, estos ecosistemas forman una especie de rompecabezas que crea un corredor biológico.
En estas tierras, que representan menos del 5% del mundo, se estima que albergan el 8% de la biodiversidad. Son 85 millones de hectáreas de bosque que permiten que se muevan las especies que recorren el continente americano de norte a sur. Por esto, dice Oscar Núñez, director del proyecto Cinco Bosques de Wildlife Conservation (WCS), “son ecosistemas que hay que salvar a como dé lugar”. Son lugares “que hay intervenir antes de que los destruyan”, ha dicho durante una presentación que hizo durante la Semana del Clima de América Latina y el Caribe (LACCW 2023), que se realiza esta semana en Ciudad de Panamá.
Su preocupación tiene varias razones. Al igual que en el Amazonas y otros bosques de la región, a estos cinco gigantes los amenaza la ganadería. Tanto así que WCS ha calculado que el 90% de la deforestación que sucede allí se debe a la ganadería ilegal. Sin embargo, últimamente lo que inquieta a Núñez es lo que está sucediendo con el fenómeno de El Niño que estamos empezando a vivir y que, teme, pueda ser similar al que se vivió entre 1997 y 1998.
Hay algunas cuestiones que le hacen ver paralelismos entre ambos periodos de tiempo. Por ejemplo, en los dos se ha dado una fuerte tendencia a los grandes incendios, dice mientras enumera lo que ha sucedido en Grecia, Canadá, Indonesia, Centroamérica y Hawái. Pero no se trata solo de la intuición, sino de los datos. En los cinco grandes bosques de Mesoamérica ha dejado de llover. Según información recolectada por el proyecto que él lidera, las lluvias han disminuido desde un 1% hasta un 23%. “Estamos en déficit de precipitaciones”, asegura, y hace un llamado a Gobiernos y organizaciones internacionales para que activen sus alertas tempranas, a que también miren a los bosques que nadie mira.
“Los cinco grandes bosques de Mesoamérica compiten, en el buen sentido, con el Congo o la Amazonia por recursos”, aclara. “Pero son esenciales no solo para la conexión de especies, sino de los pueblos indígenas que los habitan y que son quienes los han mantenido en pie”. En algunos de estos ya se han sufrido daños drásticos. En los últimos 15 años, se calcula, la selva Maya ha perdido el 25% de sus árboles, la Moskitia, el 30%, e Indio Maíz, el 23%.
Sobre si el Darién - con una superficie de 579.000 hectáreas y la zona protegida más grande de Centroamérica y el Caribe - se verá afectado por el paso de migrantes que cada vez va en aumento, Núñez no tiene certezas aún. “Lo importante es que no se expanda la migración, aunque, la verdad, no es que estén atravesando el Darién, sino una colita”, comenta.
Ante esta situación, su organización, junto a otras, entre las que está ReWild, la Alianza Mesoamericana de Pueblos y Bosques o el CIAT, se han puesto la misión de no solo visibilizar a estos bosques, sino a recuperar lo que aún no está perdido. Las metas son proteger 10 millones de hectáreas de bosque, recuperar 500.000 más y lograr frenar la extinción de especies y la ganadería ilegal, el reto que acepta como el más difícil. La idea, al final, es volver a hablar sobre los bosques sobre los que pocos escuchan.