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Un estudio pionero mide los estragos de los incendios entre los indígenas: 230 víctimas en cinco años en la Amazonia

Por primera vez, el informe cuantifica cómo afecta el humo de los fuegos amazónicos a estos grupos. Están más expuestos a partículas contaminantes

Una mujer observa cómo un incendio forestal se acerca a su vivienda, en Porto Velho (Brasil), en agosto de 2020.Ueslei Marcelino (Reuters)

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En 2019, la ciudad brasileña de Sao Paulo se oscureció. No lo hizo por los parámetros de día y noche, como es usual, sino porque las partículas de los incendios de la selva amazónica habían viajado hasta la poblada ciudad, tiñéndolo todo de gris. El episodio, que despertó muchos interrogantes sobre el impacto que tienen los incendios en la salud pública, también se quedó grabado en la memoria de Eimy Bonilla, doctora e investigadora en Ciencias Ambientales e Ingeniería de la Universidad de Harvard, Estados Unidos.

“Ya existía mucha evidencia, artículos científicos, que hablaban de cómo las grandes ciudades se veían afectadas por este humo”, cuenta Bonilla. Como ella ya venía poniéndole la lupa a los incendios de la Amazonia también quiso conocer cómo este fenómeno afectaba la salud de los indígenas. “¿Qué pasa con las personas que están cerca a estos incendios y cuya información no está en los registros médicos, ya que muchos no tienen acceso al sistema?”, se preguntó entonces.

Se concentró en las partículas PM2.5 que deja el humo de los incendios a medida que el aire lo mueve; son partículas tan finas que solo alcanzan las 2,5 micras de diámetro y que son hasta veinte veces más pequeñas que el diámetro de un cabello. Por entrar más rápido a los pulmones, esquivando las varias barreras que tiene el cuerpo para protegernos, la exposición a estas partículas está relacionada a muertes prematuras y enfermedades respiratorias. También se han asociado a problemas cardiovasculares, cáncer, disfunciones metabólicas, afectación en la salud mental y una pérdida en los días que una persona puede trabajar.

A través de un modelo que combina cómo el aire viaja a través de la atmósfera cuando hay y no hay incendios, con información demográfica de la cuenca amazónica y una formula sobre el impacto de las PM2.5 sobre las muertes prematuras, ella y su equipo llegaron a la conclusión de que los que más están en riesgo son las comunidades indígenas de la Amazonia. Mientras entre 2014 y 2019, el periodo que analizaron, se produjeron alrededor de 12.000 muertes prematuras cada año en toda América del Sur, la cifra solo para quienes están en territorio indígena es de unas 230 muertes prematuras.

Una manera más contundente de verlo, dice Bonilla, es la siguiente: mientras la exposición al humo es responsable de dos muertes prematuras por cada 100.000 personas en todo Sudamérica, en los territorios indígenas aumenta a cuatro muertes por cada 100.000 personas. Es decir, se duplica. “Se trata de un gran problema, porque, como sabemos, son poblaciones muy pequeñas, pero altamente afectadas. Es preocupante”, explica la experta y coautora del estudio publicado en Environmental Research: Health.

Visto por países, las conclusiones igualmente varían. En Brasil, Argentina y Colombia – aclara la investigación – el mayor exceso de mortalidad relacionada al humo de incendios es para la población urbana. En Perú y en Bolivia, en cambio, sí hay mayores muertes prematuras relacionadas a este problema en comunidades indígenas. Por poner otro ejemplo, los datos sumados entre 2014 y 2019 apuntan a que la exposición al humo por incendios representa casi 39.000 muertes en todo Brasil, y que en solo los territorios indígenas de Perú alcanza las 500 muertes prematuras.

La situación se hace más preocupante si la tendencia sigue siendo como la actual: más incendios incentivados por actividades humanas como la minería, la explotación de madera y la agricultura. Esto, sin contar con que el cambio climático y las altas temperaturas están haciendo que los incendios sean más probables. Desde 2002, también cuenta el estudio, el número anual de incendios en la Amazonia ha superado dos veces la cifra de 600.000, en 2004 y 2007. Y aunque entre 2004 y 2013 empezó a disminuir, alcanzando los 264.000 incendios por años, volvió a dispararse a unos casi 500.000 en 2020. Incendios que, cuando tiñen de gris las grandes ciudades, es porque antes también lo hicieron con las pequeñas poblaciones vecinas a donde surgieron.

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