Tos, resfríos crónicos y angustia: las secuelas en la salud de los incendios en el delta del Paraná
Vecinos y expertos lamentan que no salga adelante ninguna ley de humedales que proteja estos valiosos ecosistemas, la naturaleza y a los ciudadanos
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Las llamas que amenazaron los humedales del Delta del Paraná entre julio y octubre ya se han extinguido y el humo ha dado una tregua a la ciudad de Rosario, la tercera más grande de Argentina. Pero los incendios que afectaron a las islas de la zona de Entre Ríos, Santa Fe y la zona norte de Buenos Aires han dejado consecuencias en la salud de miles de personas. Los rosarinos siguen con problemas respiratorios, tos, resfríos crónicos y diferentes dolencias. Y, a los efectos físicos, se le suma la angustia y la incertidumbre por la posibilidad de que haya nuevas quemas y humaredas.
Marianela Pujol y Fernando Rodríguez viven en la zona centro de Rosario y han visto cómo la salud de sus hijas, Lourdes y Renata, de tres y cinco años, se ha resentido por la contaminación provocada por los fuegos, especialmente la mayor. “Al principio pensamos que era un virus, pero la pediatra nos dijo que fueron las quemas las que despertaron las alergias respiratorias”, cuenta la madre. Desde agosto, la niña comenzó un viacrucis de visitas de doctores y tratamientos y todavía sufre de rinitis.
La pareja recuerda los difíciles días: “Cuando venían los humos, sabía que por las noches Lourdes iba a tener dificultades para respirar”, dice Pujol. Un día, cuenta, llamaron a una ambulancia para solicitar asistencia médica para su niña y el doctor que les atendió “tosía a la par de ella”. Pese a la adversidad, la familia trataba de tener una “vida normal”, pero los días eran grises y no se veía el sol. “Una vez nos tuvimos que ir de una plaza porque veíamos cómo avanzaba en el cielo, nos dolía la cabeza y tosíamos sangre diariamente”, recuerda Rodríguez.
Como varios rosarinos, el matrimonio busca tener una mejor calidad de vida. Pero entre los efectos de los incendios y la violencia que asola a la ciudad en los últimos años, no descartan ahora migrar a otro lugar, teniendo como posibilidades a Italia y España dados sus origenes familiares.
Quedarse sin voz
Andrés Cánepa es periodista y tiene 34 años. Asmático de nacimiento, vivió directamente los efectos de esta situación en su cuerpo, y aún persisten. Como los incendios, su malestar se intensificó entre agosto y septiembre de este año: “Fue muy difícil, estuve disfónico y casi mudo por 15 días. Imagínate lo que significa eso para alguien que trabaja con la voz. Además, tuve una rinitis alérgica, y me aumentaron la medicación”, dice sentado en un café del centro rosarino a metros del Monumento a la Bandera.
Según cuenta, en aquellos días sentía malestar general y el médico le prohibió exponerse al exterior para evitar una mayor inflamación de las vías respiratorias. Tuvo que dejar los entrenamientos para un maratón que quería correr y evitar cualquier actividad física. Hoy, continúa su tratamiento con medicación con Budesonida y Formoterol, nebulizaciones y jarabe acemuk y antialérgicos por vía oral. “Todos los días me levanto y lo primero que hago es ver si en el cielo hay humo. Sé que no estamos en temporadas de quema pero es casi una costumbre, imagínate, si llega a haber tengo que interrumpir todas mis actividades tal vez pierda mi voz y no pueda salir a la calle, un bajón porque determina toda mi vida”.
Cánepa es parte de un grupo de vecinos que formuló una denuncia penal realizada por el doctor Jorge Boasso en los Tribunales Federales de Rosario para exigir la búsqueda de responsables de los incendios en las zona de islas. La demanda, invoca la Ley de nacional 26.815 de Manejo del Fuego, que argumenta que las quemas son “hechos delictivos” que afectan a los ciudadanos y la naturaleza: ”Nos afectan directamente ya que existe un daño real, cierto y concreto en la salud de los ciudadanos de Rosario y alrededores; en el ecosistema del Alto Delta del Río Paraná, en la fauna íctica, en la flora, en los pobladores ribereños, los turistas, la atmósfera, el aire, el ecosistema, etc, que vienen asolando a los rosarinos desde hace años sin ninguna solución y se han visto recrudecidos en forma notoria”, plantea la denuncia realizada por el letrado. Desde Fiscalía Federal aseguraron que la investigación interjurisdiccional, ya que abarca las provincias de Entre Ríos y Santa Fe, continúa su curso.
El daño a los más jóvenes
Al doctor Ledit Ardusso, profesor adjunto de Alergia e Inmunología de la Universidad Nacional de Rosario, le preocupan los efectos de esta situación entre los más jóvenes. “El problema es a futuro. Esto afecta y contribuye a un menor desarrollo pulmonar entre los chicos”. El experto recurre al concepto del exposoma para referirse a las exposiciones ambientales a las que el ser humano está sometido desde la concepción. Esto, dice, “surge como una nueva estrategia para evidenciar los factores de riesgo de enfermedades generadas por el medio ambiente”.
En el barrio Ludueña, en el noroeste de la ciudad, Gimena Cardozo, una estudiante de la carrera de Historia de 26 años, es víctima de ello: “Mi salud empeoró muchísimo. Yo no fumo pero recuerdo que en una internación me dijeron que tengo los pulmones de un fumador”, afirma esta joven que recibe en su casa a América Futura, en el jardín, lugar que hasta hace meses tenía prohibido pisar por el humo que la mantenía encerrada en su propia casa: “Antes de la covid y de las quemas, me sentía muy bien de salud, podía salir a correr. Ahora me agito si voy al quiosco”, lamenta. Por eso, ella y su familia buscaron refugio por diferentes fines de semana en la provincia vecina, Córdoba. “La idea era intentar alejarme. A Buenos Aires era imposible en ese momento porque también llegaba el humo” cuenta.
El Grupo de Calidad de Aire y Mediciones Satelitales de la Plataforma Ambiental de la Universidad Nacional de Rosario realizó una medición y concluyó que hay una clara contaminación como secuela. Las tasas de estos baremos llegaron a multiplicar por cinco el valor fijado por las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS), si se comparaban los promedios diarios durante los intensos incendios y las densas columnas de humo que definieron septiembre. “Es muy importante que se realice un monitoreo continuo de la calidad del aire en la región que permita alertar a la población cuando ocurran estos fuegos de gran magnitud, para que puedan protegerse adecuadamente”, sostiene Adriana Ipiña, investigadora e integrante de la plataforma de Estudios Ambientales y Sostenibilidad de la Universidad Nacional de Rosario (UNR).
Recientemente se incorporó un instrumento que mide la concentración de material particulado microscópico en suspensión atmosférica de tamaño igual o menor a 2.5 micrones (PM2.5), siendo esta una millonésima parte de un metro. Estas partículas logran viajar grandes distancias y pueden penetrar en los sistemas respiratorios y sanguíneos.
“Es muy desesperante”
Barbara Cornelli trabaja como administrativa en un Hospital en la localidad de San Nicolás y da talleres literarios en Rosario. A sus 38 años, nunca había tenido problemas respiratorios, pero eso cambió en los últimos dos años. En 2021, sintió por primera vez que no podía respirar: “Sentía una opresión en el pecho. Toses, no podés llegar a tomar aire, es muy desesperante... El humo me perjudicó. Terminé con miedo, con angustia, tuve que tomar medicamentos”.
Cornelli participó de diversas marchas en pedido de la ley de humedales (cuyo tratamiento en el Congreso de la Nación se encuentra suspendido) y busca el uso racional y sostenible de estos grandes mitigadores del cambio climático y establece el ordenamiento territorial y un inventario de ecosistemas húmedos de todo el país. Como objetivo busca regular la actividad de emprendimientos productivos en estos ecosistemas y exigir garantías de preservación con evaluaciones de impacto ambiental. “La humareda te vuelve a encerrar. Una amiga que vino de visitarme tuvo que ponerse barbijo para dormir adentro de mi casa. Calculo que a las personas que no están acostumbradas les impacta más. Acá muchos lo naturalizan”, dice preocupada.
La administrativa asegura además que, en estos últimos años, esta recurrente situación y la pandemia ha impactado en su salud mental. Platense de nacimiento, Cornelli eligió hace siete años vivir en Rosario por su calidad de vida y su rica oferta cultural. Ella no plantea irse a otra ciudad pero quiere que las cosas cambien: “Me angustia mucho y hago una lectura política de esto, porque vivimos en un modelo que está dispuesto a poner nuestras vidas en juego”.