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ELECCIONES EN COLOMBIA
Columna
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Petro el impenetrable

Cientos de horas con conversaciones privadas de Gustavo Petro y sus asesores saltan al ruedo para embestir a un candidato diestro en el capote

El candidato a la presidencia de Colombia de la coalición izquierdista Pacto Histórico, Gustavo Petro.
El candidato a la presidencia de Colombia de la coalición izquierdista Pacto Histórico, Gustavo Petro.Mario Caicedo (EFE)

Politetrafluoroetileno es una palabra impronunciable, incluso para químicos y miembros de la comunidad científica. Pero hay un atajo comercial que permite hablar sin mayores complicaciones de este polímero y, además, entender para qué sirve: basta con llamarlo Teflón. En Colombia, Teflón se dice Petro.

La demostración está en horas y horas de conversaciones privadas del candidato, o sus asesores, reveladas por los medios de comunicación. Videos puestos a disposición de la opinión pública en el entendido de que el derecho a la información de interés general prima sobre la intimidad.

No es tarea del periodismo proteger políticos; tampoco matricularse en las filas de quienes los muelen a palos. Únicamente informar y revelar. Es lo que se ha hecho, más allá de las intenciones que tuvieron quienes recopilaron y entregaron a los medios el paquete de videos. Cualquiera que tenga dos dedos de frente, entienda o no qué es la frenología, estará de acuerdo en que se trataba de atacar con un potente misil a Petro. La pieza de artillería audiovisual apenas le causó rasguños a un hombre de astucia felina y muchas vidas garantizadas. No por otra cosa, su autobiografía, publicada en Colombia hace algunos meses, se titula Una vida, muchas vidas.

Gustavo Petro no perderá votos en virtud de esta colección de intimidades tendidas al sol. En el pasado ha demostrado que, en materia de videos, tiene teflón hasta en las orejas y soporta altísimas temperaturas. Cuando, en 2018, la senadora Paloma Valencia (como supuesta prueba de actos de corrupción) presentó el video en que Petro recibía fajos de billetes y los guardaba en una bolsa, salió airoso de una prueba que hubiera fulminado instantáneamente a cualquier otro político.

Explicó entonces que se trataba de una donación del arquitecto Simón Vélez a su campaña. Y asunto arreglado. No importó que el propio Vélez se fuera lanza en ristre contra Petro o que quién hiciera la entrega física del dinero fuera Juan Carlos Montes, quien ocupara un cargo en la alcaldía de Petro y terminara declarado por un juez como persona ausente en un proceso por irregularidades vinculadas a contratación pública.

Esta nueva exhibición de teflón la dio Petro convirtiendo el escándalo en algo positivo. Lo primero fue, a través de uno de sus “coroneles”, el senador Roy Barreras, explicar que se trataba de una infiltración ilegal a la campaña, lo cual Petro confirmó horas después, comparando el episodio con Watergate. Vino entonces una jugada maestra, que no se les hubiera ocurrido ni a Kasparov ni a Fisher: recordó cómo sus detractores han inventado que liderará, si llega a la presidencia, una cruda política de expropiaciones y que se va a atornillar al poder, vía Constituyente, por varios periodos.

Acto seguido, pidió a quienes los tienen, publicar la totalidad de los videos, en los que, si lo que se ha dicho es cierto, deberán encontrarse pronunciamientos sobre ambos temas. No los hallarán, sostiene Petro, con lo que los videos para hacerle daño terminarían confirmando que ni quiere perpetuarse en el poder, ni arrebatará propiedades. Y puso la cereza del pastel al prometer que, de existir en las grabaciones prueba de su participación en algún episodio delictivo, se retirará de la contienda.

A Petro le pasa lo que al Godzilla de las viejas películas japonesas: no solo tiene piel impenetrable (como de teflón), sino que la energía liberada por los proyectiles que le impactan termina convertida en fuente de fortaleza. Si pretenden destruir a Petro en lo que queda de campaña, otra debe ser el arma que empuñen. O confiar en que Rodolfo Hernández haya descubierto cómo atravesar, cual cuchillo caliente en mantequilla, el Politetrafluoroetileno. Corrijo: el Petrotrafluoroetileno.

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