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Tatiana Muñoz, la profe de robótica que convierte en científicos a los niños de Guaviare

Fundó una escuela de robótica que da clases a 3.000 estudiantes, 1.200 de ellos becados. En cinco años ha logrado que los niños y las niñas del departamento amazónico encabecen, por primera vez, competencias nacionales e internacionales de tecnología

En el límite entre la Orinoquía y la Amazonía colombiana, en el departamento del Guaviare, se está consolidando una cultura de la robótica. Por primera vez, los niños y las niñas de la región están participando en competencias nacionales e internacionales de ciencia y tecnología, y ocupando los primeros puestos. Todos ellos son alumnos de la escuela de robótica Science Bot, en San José del Guaviare.

En 2022, Valeria Vega fue una de las 35 niñas colombianas seleccionadas para viajar al Centro Espacial Johnson de la NASA, en Houston (Texas), participar en el programa Ella es astronauta, de la Fundación She Is, y medirse en desafíos de cohetería, bioquímica y codificación. Ocupó el primer puesto. Un año después, su compañera Zully Romero repitió la hazaña. Este año, el equipo de Science Bot ha logrado dos hitos: clasificó a las finales nacionales de First Lego, en Cartagena, con el proyecto de un barco capaz de calcular la contaminación del agua, y salió campeón en la modalidad de RoboSketch –en la que un robot debe dibujar una figura– en la competencia internacional RoboJam, en Medellín.

Detrás de ese fenómeno está la profesora Tatiana Muñoz (Bogotá, 27 años), quien en 2020 llegó a San José del Guaviare con 22 años, cuatro mudas de ropa y un kit de robótica que acostumbra llevar a todas partes. Había llegado de vacaciones con la idea de regresar a los pocos días a Argentina, donde había estudiado Ciencias Ambientales y Robótica, al tiempo que trabajaba como docente en compañías dedicadas a impulsar la enseñanza de ciencia y tecnología. Como miembro del equipo de la Federación de Deportes Electrónicos y Electromagnéticos de ese país, había conseguido dos logros importantes: gestar la Ley de Robótica, que convirtió ese campo en una materia obligatoria en los colegios, y llenar de niños un estadio para la Copa Nacional de Robótica.

Pero la pandemia cambió sus planes. Quedó atrapada y sin dinero. Arrendó un pequeño apartamento en unos edificios de interés social conocidos como La Comuna. “Había dejado mi trabajo”, recuerda. “Sobrevivía y pagaba los 200.000 pesos que costaba el arriendo con las clases virtuales que dictaba a cuatro estudiantes en Argentina”.

Un día, aburrida, vio por la ventana a unos niños del barrio jugando con palos. Bajó con su kit de robótica, decidida a mostrarles la magia de la tecnología. “Jugamos con sensores y con drones; les mostré cómo se podía construir la tecnología para que una botella de plástico se moviera cuando se le acercaba una mano”, cuenta.

El voz a voz comenzó a correr. Para mediados de 2021, los medios de comunicación locales reportaban que a la ciudad de 60.000 habitantes había llegado una joven que reunía a decenas de niños para enseñarles robótica. “Llegué a tener unos 80 niños del barrio, con los que hacíamos juegos y actividades interactivas”, señala. Según Canal Trece, Muñoz ya había logrado el debut de un niño guaviarense en una competencia internacional (ocupó el sexto puesto entre 150). El éxito de las clases la hizo pensar que el destino la había puesto en la Amazonía para cumplir su sueño desde los 12 años: fundar una escuela de robótica que combinara ciencia, tecnología y medioambiente.

A esa edad, la robótica le había salvado la vida. Yeny Barrantes, profesora de su colegio salesiano en Usme, en el suroriente de Bogotá, había comenzado a involucrarla en distintos proyectos de ciencia y tecnología, y a viajar con ella a competencias en otras ciudades del país. “Me da vergüenza decirlo porque soy educadora, pero en esa época me estaba dejando llevar por los vicios de la calle. Creo que la profe se dio cuenta y vio en mí un potencial que otros habían pasado por alto. Con ella viajé por primera vez en avión y vi un futuro en la robótica”.

A través de Science Bot, hoy replica el gesto que Barrantes tuvo con ella. “Sé que cada día tengo que esforzarme más para ayudar a otros niños a ocupar su tiempo en temas de ciencia y tecnología, y evitar que caigan en vicios o redes de violencia”.

En su escuela tiene unos 3.000 estudiantes, 1.200 de ellos becados. Trabaja con cinco colegios de San José, dicta clases virtuales a estudiantes en Australia, España o Argentina, entre otros países, y lleva sus kits a distintos territorios para desarrollar semilleros con niños que de otra manera no accederían a ese conocimiento. Viaja, por ejemplo, al Resguardo de Barrancón, en Guaviare, para enseñarles a los niños del pueblo jiw a estudiar las estrellas y recorre las dos horas en trocha hasta Colinas, antiguo Espacio Territorial de Capacitación y Reincorporación (ETCR), para crear invernaderos inteligentes con los hijos de los desmovilizados de las extintas FARC.

Desde 2022, es una de las tutoras del programa Ella es astronauta y ayuda a preparar a las niñas latinoamericanas –provenientes de contextos de vulnerabilidad– que fueron seleccionadas por la Fundación She Is para ir a la NASA. El año pasado, su experiencia la motivó a trabajar con el representante Jorge Quevedo, de Guaviare, para presentar la Ley de Robótica y convertir esa ciencia en una materia obligatoria en los colegios del país. Falta solo un debate para que se haga realidad. “La ciencia y la tecnología despiertan la curiosidad de los niños y las niñas, y les dan herramientas para crear soluciones innovadoras a los retos de sus respectivos contextos”, dice Muñoz. Por esa razón, sabe la importancia de su labor como profe de robótica: es una fuente de esperanza.

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