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Katherine Tapia: la arquera que pasó del Esmad al Atlético Nacional y hoy es referente del fútbol colombiano

La portera de la Selección de Colombia y del Palmeiras de Brasil se ha convertido en símbolo de nuestro fútbol femenino. En octubre pasado, la Federación Internacional de Historia y Estadística de Fútbol la nominó al Premio a la Mejor Arquera del Mundo en 2025

La historia de Katherine Tapia está atravesada por la terquedad de quienes buscan a toda costa hacer realidad sus sueños, algo que para ella comenzó hace más de 25 años en Lorica (Córdoba). Mientras estudiaba en la Institución Lácides C. Bersal, jugaba fútbol en los recreos con los niños, sin importar los prejuicios ni los comentarios. “Era como prohibido, pero yo escondía en mi casa mis zapatos para poder continuar con el sueño que me apasionaba”.

Por fortuna, su abuelo paterno José Joaquín fue su cómplice en esos primeros años. Alcahueteó y defendió en varias oportunidades a su nieta para que pudiera comprar sus primeros guayos y uniformes, para poder seguir entrenando o para jugar con sus amigos en las canchas del pueblo, a la salida del colegio y en cualquier espacio en el que pudiera seguir pateando una pelota.

Más que por jugar fútbol, su mamá solía molestarse con ella porque, luego de la jornada estudiantil, Tapia se iba al Polideportivo de Las Flores, un corregimiento aledaño a Lorica, a seguir corriendo detrás del balón. Descalza, con la ropa percudida y el temor de un regaño, volvía en la noche exhausta, pero con la emoción de seguir haciendo lo que más le gustaba.

Fue buena estudiante, algo que nunca negoció en su sueño de ser futbolista profesional. Se graduó del colegio a los 14 años, cuatro antes que el promedio, y fue aceptada para estudiar Ingeniería de Sistemas en la Universidad de Córdoba, pero por equivocación: ella realmente quería estudiar matemáticas, pero sus padres compraron el PIN que no era. Empezó sus estudios, pero pronto los dejó.

Tapia era una chica diferente. Medía 1,78, superando al promedio de las mujeres de su pueblo. Tuvo que formarse en el fútbol en escuelas de hombres y jugar partidos con ellos, una excepción cuando difícilmente había equipos femeninos. Era defensa central.

Con sus ahorros, en 2015 logró viajar a Bogotá para responder al llamado de un microciclo de la Selección de Colombia Sub-20 que iba a participar en la Copa América de ese año en Brasil. El técnico, Ricardo Rozo, le anunció que no sería parte de la tricolor, pero le aconsejó quedase en la capital para buscar un equipo aficionado que la recibiera. Así lo hizo.

Tapia entró al Gol Star, que le ofreció una beca para estudiar un técnico de auxiliar contable. Ese paso cambió la historia de su carrera, pues Diego Rodríguez, el director técnico, le aconsejó cambiar de posición. “Kathe, no tenemos arquera y por tus condiciones yo creo que tú podrías serlo”, le propuso. Ella respondió que no tenía dinero para comprar los guantes, porque a duras penas le alcanzaba con su trabajo como empleada doméstica.

Gracias a una colecta con los padres de las otras jugadoras y miembros de la institución, el entrenador pudo conseguirle lo necesario. “Los papás que más tenían dinero compraron los guantes –mis primeros guantes–, las sudaderas, y así pude comenzar a entrenar como arquera. Al principio se sentía una responsabilidad muy grande, pero fui descubriendo que tenía muchas condiciones y me fue gustando la adrenalina que se sentía ser guardameta”.

Como Tapia necesitaba estabilidad y mejores ingresos, entró a la Policía Nacional, en Bogotá. Por su estatura y fuerza fue enviada al Escuadrón Móvil Antidisturbios (Esmad), y al año siguiente fue trasladada a Medellín. Allí, muchas veces cuidó los cotejos de Atlético Nacional, lo que le permitió conocer a jugadores como Franco Armani. Entró a los equipos masculino y femenino de la Policía y en uno de los tantos partidos que jugó, en 2017, fue vista por el entrenador Diego Bedoya, quien la convocó para Atlético Nacional, club con el que debutó profesionalmente un año después.

En el cuadro verdolaga compartió con referentes del arco colombiano como Raúl Navarro Montoya, René Higuita o Fabio Calle: “Les echo la culpa a ellos, porque si no me hubieran escogido, yo seguiría siendo policía. Obviamente fue un motivo de felicidad que esos referentes vieran en mí las condiciones para ser la deportista que soy hoy. Todavía hablo por ahí con René, con Fabio. Siempre trato de ser muy agradecida con las personas que me permitieron ser lo que soy”.

En un video en redes de noviembre de 2019, promovido por el Ministerio del Deporte, Tapia hizo un paralelo entre su pasión por estar en el Esmad y en Atlético Nacional: “Antes defendía los colores de la Policía Nacional y el escudo, porque era del Esmad. Ponerme ese uniforme y sentir esa adrenalina, es lo mismo que siento al estar en Atlético Nacional. Soy de las personas que si me propongo algo, lo quiero conseguir. No dejo de trabajar, de esforzarme por seguir mis sueños. Mi deseo es ir al fútbol extranjero”.

La realización de ese sueño no fue inmediata. Jugó hasta 2020 en el cuadro verdolaga y al año siguiente lo hizo para el América. De ahí pasó a Santa Fe, en donde estuvo hasta 2022, cuando se marchó para Chile a defender la camiseta de Santiago Morning. Desde 2023 hace parte de uno de los equipos más poderosos del continente: Palmeiras, escuadra con la que lleva 32 partidos jugados.

Con la Selección Nacional, desde 2021 ha disputado 28 partidos. Logró este 2025 el subcampeonato de la Copa América, certamen en donde fue considerada la mejor arquera. En octubre pasado, la Federación Internacional de Historia y Estadística de Fútbol la nominó al Premio a la Mejor Arquera del Mundo en 2025. Ahora es referente de la Selección junto a Linda Caicedo, Leicy Santos o Mayra Ramírez, en una generación que ha buscado darle un lugar digno al fútbol femenino, algo que le hincha el pecho de orgullo y le reafirma que su liderazgo viene de la experiencia y el ejemplo.

“Como atletas siempre nos tenemos que preparar. Más allá del ámbito deportivo, está el liderazgo, cómo representas a las demás mujeres dentro y fuera del campo. Siempre he tratado de ser una imagen para que las futuras generaciones nos acompañen y sepan que algunos caminos son difíciles, pero que con esfuerzo y dedicación se pueden lograr”.

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