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Juan Valentín Gamboa: el reportero regional que reveló al verdadero ‘jet set’ de Arauca

Creó un medio de comunicación en Facebook al que llamó Jet-Set Criollo y llenó el vacío informativo de su departamento. Célebre por una entrevista que sacudió a Colombia, pertenece a una generación de reporteros regionales que sostienen el oficio en condiciones adversas

Juan Valentín Gamboa, en Bogotá, el 23 de agosto de 2024.

A las cuatro de la tarde del 9 de abril de 2024, mientras Juan Valentín Gamboa caminaba por una calle de Arauca, una mujer desconocida se acercó y le advirtió que debía irse del departamento. Gamboa, entonces de 27 años, llevaba días recibiendo mensajes de la guerrilla del ELN y sabía que podían tomar represalias en cualquier momento. Volvió a su casa, empacó lo indispensable y, al día siguiente, salió de la región donde había trabajado desde joven.

Tras casi una década en emisoras locales y luego al frente de Jet-Set Criollo, el medio que fundó y sostuvo solo, Gamboa era una de las voces más visibles del periodismo regional joven en Colombia. Su rapidez para enlazar hechos y el ingenio con que nombró su proyecto –una ironía dirigida al jet set araucano: políticos, funcionarios y mandos armados– hicieron del medio una referencia en un territorio con poca información independiente. Que su nombre figure hoy entre los 100 Nuevos Líderes de Colombia reconoce a una generación de reporteros regionales que sostienen el oficio en condiciones adversas.

Gamboa nació en Cubará, un municipio boyacense en la frontera con Arauca y Venezuela. Creció en una casa sin televisión, con la radio como única conexión con el país. Su padre la encendía a las cuatro de la mañana, antes de salir a pescar o a revisar el cultivo, y en ese ritual diario, el menor de cinco hermanos aprendió a prestar atención: a distinguir qué era relevante, quién hablaba con interés genuino y quién buscaba influir.

Terminó el colegio a los 16 y pasó casi tres años entre Cúcuta y Bucaramanga, buscando un lugar en medios que no tenían espacio para un muchacho sin estudios formales. Volvió a Cubará convencido de que, si quería hacer periodismo, tendría que abrirse paso desde ahí. Con un amigo montó un programa de opinión en la emisora comunitaria, donde analizaban los diálogos de paz durante el debate sobre el plebiscito. No cobraban, pero lograron una audiencia: la gente llamaba, opinaba, hacía preguntas. El comercio local aportaba premios para rifas y el programa terminó siendo el más escuchado de la zona. “Era la forma que teníamos de explicarle a la gente lo que estaba pasando”, recuerda Gamboa. Esa primera experiencia le enseñó algo esencial: que la reportería es un servicio, no un ejercicio de visibilidad.

En 2017 lo llamaron de la emisora La Voz del Cinaruco, en Arauca, para cubrir durante dos semanas una vacancia. Se quedó siete años. Llegó con inseguridad y salió con un oficio. Aprendió a trabajar a un ritmo diario, a cubrir las instituciones locales sin perder de vista las veredas y a separar declaraciones, rumores y hechos. Le asignaron sus primeras notas sensibles —un secuestro, un apagón de quince días, un atentado en Saravena— y entendió que el periodismo exige informar con rigor sin desatender las consecuencias que una noticia puede tener para quienes la leen o la escuchan. También entendió que Arauca, pese a su distancia respecto del centro del país, era un lugar que influía de manera decisiva en la agenda nacional. “Me pregunté: ¿por qué no hacer periodismo a la altura de la relevancia de Arauca?”, recuerda.

El paso por la emisora definió su manera de trabajar. Se acostumbró a investigar en terreno y a tomar decisiones en minutos: confiar o no en una fuente, poner un dato al aire o esperar una verificación adicional, aunque eso implicara publicar de último. Para 2021 ya tenía una amplia red de contactos, conocía cada zona del departamento y entendía qué historias pasaban inadvertidas ante los medios nacionales.

En 2021 creó Jet-Set Criollo en Facebook, donde se movía la conversación cotidiana. Más tarde abrió un canal en YouTube y una página web. Grababa, editaba y publicaba. Su apuesta era simple: indagar y explicar lo que ocurría sin perder el ritmo de una región donde la información circula por canales informales y la ausencia de datos se compensa con rumores o mentiras. Su estilo se definió por contraste. Gamboa evitaba las ruedas de prensa y prefería seguir al jet set local: observar a quienes asistían, escuchar los comentarios al margen, registrar las tensiones que no aparecían en los comunicados oficiales. En poco tiempo, el medio se convirtió en un punto de referencia para un público que no encontraba en otro lado una lectura fiel de su entorno.

El proyecto no tardó en alcanzar su punto más alto. Después de meses de conversaciones, alias Antonio Medina —comandante del Frente 28 de las disidencias de las FARC, hombre de confianza de Iván Mordisco y considerado un objetivo de alto valor por las Fuerzas Militares, señalado por extorsiones, secuestros, ataques armados y el manejo de economías ilícitas en la frontera con Venezuela— aceptó concederle una entrevista. Gamboa entró en la selva con una cámara, una gorra con la leyenda “prensa” y una camisa con el logo de su proyecto. Frente al comandante y a tres guerrilleros uniformados, se acomodó en una mesa en la que había un fusil y un par de cuadernos. En el video se ve un contraste nítido: un joven de gafas y pelo engominado frente a un comandante varias décadas mayor, escoltado por hombres y mujeres armados.

Presentó al entrevistado con la misma calma que en sus demás transmisiones. Luego le preguntó por los temas difíciles, los que marcan la vida en el departamento: el reclutamiento de menores, los homicidios, el control del territorio y un posible cese al fuego. Lo interrumpió cuando fue necesario, pero no elevó la voz ni buscó tensiones. Cerró la conversación agradeciendo el encuentro: “Vine a la selva porque estoy cansado de los comunicados que nos mandan los grupos que no abren estos canales de diálogo. Le agradezco por permitir esta entrevista”.

El video circuló en canales nacionales, llegó a periodistas de Bogotá y acumuló cientos de miles de reproducciones. También le valió a Gamboa el Premio Simón Bolívar 2024 en la categoría de Entrevista.

Pero el impacto negativo de la conversación en la vida de Gamboa fue inmediato. Tras la publicación en marzo de 2024, el ELN lanzó ataques contra la entrevista en redes sociales y cadenas de WhatsApp, y puso a circular panfletos con su nombre y su imagen. Luego vinieron la amenaza en las calles de Arauca y la salida urgente hacia Bogotá. En los días siguientes, Gamboa enfrentó una campaña de denuncias que llevó a la eliminación de su canal de YouTube y a la caída temporal de varios videos en Facebook. Las autoridades le entregaron un chaleco antibalas, y la Fundación para la Libertad de Prensa (FLIP) lo acompañó en la restauración parcial del archivo y en los trámites para formalizar su caso.

Desde su nueva vida, Gamboa ha mantenido la cobertura con más cuidado, pero con la misma convicción. No renuncia a la posibilidad de volver a Arauca de manera segura ni a que Jet-Set Criollo se fortalezca más allá de su presencia. Está convencido de que el departamento puede contarse con precisión sin sacrificar su complejidad. “En Arauca había una comunidad huérfana de periodismo independiente y, con Jet-Set Criollo, ayudé a sacarla de esa orfandad”, dice.

Su caso revela una realidad poco visible en la conversación nacional: la información de muchas regiones depende de reporteros que construyen su oficio con intuición y con una capacidad de investigar y analizar hecha a pulso, a menudo sin formación universitaria. Gamboa es uno de ellos. La salida de Arauca marcó un corte, pero no ha alterado sus motivos. “No voy a dejar de hacer periodismo. ¡Me rehúso!”, explica, porque su oficio no depende del lugar donde esté, sino de la necesidad de seguir preguntando.

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