John César Neita: el chocoano que se convirtió uno de los grandes entomólogos de Colombia
Elegido afrocolombiano del Año, en la categoría Academia, en 2023, ha descubierto 25 especies de escarabajos en Argentina, Perú y Colombia, y está a cargo de la colección de insectos e invertebrados más grande del país
Con la misma determinación y paciencia que las hormigas –con las que jugaba durante su infancia en el patio de su casa– construyen puentes en medio del barro, John Cesar Neita (Quibdó, 49 años) se forjó una carrera exitosa en las Ciencias Naturales pese a la poca representación afro en esa área. Desde su infancia, cuando junto a su papá pasaban los domingos armando casitas para los insectos que encontraba en el jardín de su casa, Neita supo que sentía una fascinación por esos pequeños seres. Entonces, se propuso un sueño: vivir de estudiar insectos. Lo logró. Es un destacado científico que tiene a cargo la colección de insectos e invertebrados del Instituto Humboldt, la más grande del país, y ha descubierto 25 especies de escarabajos en distintos países de América. En 2023, obtuvo el premio Afrocolombiano del Año, en la categoría Academia.
El primer premio le llegó muy joven, a los 15 años, cuando fue reconocido por un proyecto de ciencia. Ahí supo que quería seguir investigando sobre biodiversidad, en particular sobre la del Chocó, un territorio atravesado por ríos, selvas y diversos ecosistemas, pero también por la crudeza del conflicto armado. Aun así, Neita se negó a irse a estudiar a otras capitales e inició su carrera de Ingeniería Agroforestal en la Universidad Tecnológica del Chocó, en 1994. “Trabajamos por sacar nuestra tierra adelante a partir de su biodiversidad y así mejorar la calidad de vida a las personas”, recuerda.
Durante esos primeros años de investigación conoció de arriba a abajo el Pacífico colombiano, viajó por tierras, playas y ríos inhóspitos (solo le faltó la zona del Alto Baudó, que sueña con conocer), y se encontró, muchas veces de frente, con la violencia armada. Lo acusaron de guerrillero, se salvó de una masacre en Riosucio y vio cuerpos de jóvenes asesinados en una flota que él estuvo a punto de tomar minutos antes. Adjudica su suerte al destino, a que no era su momento, y a que todavía tenía mucho que hacer por su país.
Terminó su pregrado en Quibdó y gracias a su excelencia académica ganó, primero, una beca para estudiar una maestría en España; luego, logró otra de la Organización de los Estados Americanos (OEA) para hacer un doctorado en Ciencias Naturales en la Universidad Nacional de La Plata, en Argentina, donde encontró refugio del racismo de su propio país y se acostumbró rápidamente a la sociedad argentina. Aun así, en su corazón siempre estuvo el llamado a regresar para ejercer lo aprendido y poner su experticia científica al servicio de la biodiversidad colombiana. Además, extrañaba la Navidad, la alegría y el abrazo caluroso de la gente. La comida del mar, la sopa de queso.
Se deleita con detalles que pasan desapercibidos por otros. Ese es su éxito. Admira la capacidad de caza de las avispas que luchan con arañas venenosas que las doblan en tamaño. Se emociona viendo volar a las mariposas morpho, que con su vuelo y color azul brillante conquistan a los machos.
Gracias a ese ojo avizor, Neita ha logrado sus descubrimientos de especies de escarabajos, muchos de ellos con funciones cruciales en sus ecosistemas. Dos llevan nombres en honor a su madre y su padre, quienes le transmitieron el amor por la naturaleza: Hemiphileurus elbitae Neita & Ratcliffe y Eideria pedroantonio Neita & Ocampo. Asimismo, redescubrió una especie de escarabajos endémicos que se creía extinta hace un siglo. “Los insectos son preciosos y aportan muchísimo al bienestar de la comunidad. Cuando veo un insecto, se abre para mí la felicidad”.
*Apoyan Ecopetrol, Movistar, Fundación Corona, Indra, Bavaria y Colsubsidio.
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