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Astrid Medina: la caficultora que dignifica la vida y respeta la tierra

Uno de los siete cafés especiales de su finca en Planadas (Tolima) acaba de ganar una prestigiosa medalla en París, tras años de trabajo en una tierra marcada por una violencia que afectó a su propia familia. Exporta a Japón, Estados Unidos y varios países europeos

Astrid Medina
Astrid Medina, en una fotografía de archivo.CORTESÍA

El café que produce la finca de Astrid Medina (Planadas, 47 años) tiene su mismo nombre y se exporta a Japón, Estados Unidos y diversos países de Europa. Es originario de la vereda San Miguel, del corregimiento Gaitania, en el municipio de Planadas (Tolima), donde ella creció y aprendió de su padre, Aureliano, todo lo necesario sobre el cultivo del café y sobre lo que hoy se conoce como agricultura regenerativa, esa que respeta las especies, no altera el ecosistema, no quema los terrenos y vela por la preservación.

“Seleccionamos lo mejor de lo mejor. Recolectamos menos granos, pero con mayor calidad, bajo temperaturas ideales y les hacemos un secado más largo, para que tengan mayor durabilidad cuando son exportados”, dice Medina sobre su café especial, que adquiere esa categoría debido a condiciones particulares de cultivo, cosecha y tostado.

Gracias al grano, que ella define como “vida y esperanza”, pudo salir por primera vez con su marca a una feria en Tokio, tras ganar, en 2015, el premio Taza de la Excelencia. En el evento de la Federación Nacional de Cafeteros y The Alliance for Coffee Excellence, que compitió con 343 lotes de siete departamentos colombianos, obtuvo una calificación de 90,2, la más alta dada por los 25 jueces internacionales. Su café también la ha llevado a Seattle, Nueva York, Portland, Atenas y Montreal, y le ha permitido el intercambio con otros caficultores, tostadores, baristas y comercializadores del mundo.

“Ha sido muy bonito, pero no cambio un árbol, el sonido del río y la tierra por una ciudad de cemento. Si acá tenemos oportunidad de trabajo y amamos lo que hacemos, no sentimos necesidad de irnos”, reflexiona Medina, tecnóloga en producción agrícola del Servicio Nacional de Aprendizaje (SENA).

El pasado 5 de noviembre, con la variedad de café tabi y Amor Perfecto, uno de sus comercializadores, recibió en París la medalla gourmet en los premios internacionales AVPA (Agencia de Valorización de Productos Agrícolas) en la modalidad de cafés tostados en origen. Es un reconocimiento al balance ideal entre aromas y sabores, en un certamen en el que participan marcas de todo el mundo tostadas en origen.

Tabi es una de las siete variedades de café que produce Buena Vista, la finca de Medina, con caturro, Colombia, castillo, geisha, típica y bourbon rosado. “Tiene un sabor a frutos amarillos como durazno y limoncillo. Es suave y balanceado”, profundiza la caficultora, en cuya finca 65.000 plantas producen entre 200 y 250 cargas anuales (entre 25 y 31 toneladas) en 14,5 hectáreas.

“La calidad también es producto de la biodiversidad, del agua de la región, de la ubicación estratégica en unas montañas colindantes con Huila, Valle y Cauca, de suelos con mucha materia orgánica y ricos en microorganismos”.

Conocedora de los sabores de tantos cafés en el mundo, define las características que hacen al nacional tan apetecido: “El café colombiano no solo se caracteriza por su suavidad, sino por su diversidad de perfiles. En una sola finca, como la nuestra, se producen distintas variedades. Es un grano que genera orgullo para quienes lo vendemos. Dignifica la vida”.

Buena Vista está muy cerca de Marquetalia, donde nacieron las FARC a mediados de los sesenta. La violencia no fue una historia de oídas para los Medina: la vivieron en carne propia cuando a su papá lo asesinó la guerrilla, en 2006, por su trabajo como líder comunitario que abogaba por los derechos de sus vecinos. Un año después murió una sobrina en un campo minado: de 15 años e hija de padres separados, se había enlistado a los 13 persiguiendo el amor de un subversivo. Esos dolores se sumaron al de perder a su madre y a un hermano, que fueron arrastrados por un río durante un deslizamiento.

El café ha sido la redención de la familia. Hoy Medina, su esposo, sus hijos y nietos (y los 30 empleados de su empresa) disfrutan de las alegrías que les han dado la persistencia y la fe, como ella señala: “Le debo todo al café porque siento que ahí está mi papá. En algún momento flaqueé y lloré mucho, pues tenía que pasar todos los días por el sitio donde recogí su cuerpo, frente a la finca. Él tenía unos sueños y amaba este territorio, por eso nunca pensé en irnos, pues queríamos seguir con su legado. Tampoco sentí deseos de venganza. Nací en el campo y siempre he estado ligada a la tierra”.

*Apoyan Ecopetrol, Movistar, Fundación Corona, Indra, Bavaria y Colsubsidio.

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