Lord Byron, el Che y Petro
La arenga de Times Square fue un acto provocador, que no se corresponde con el de un jefe de Estado. ¿Qué estaríamos diciendo si hubiese sido al contrario, y Trump hubiera venido a Bogotá a pedirle a nuestros soldados que se rebelasen?
Lord Byron (1788–1824) fue uno de los poetas más influyentes y célebres del Romanticismo inglés. Su poesía buscó conmover y despertar emociones intensas, poniendo en primer plano la subjetividad, la rebeldía y la melancolía. Nacido en Londres en una familia aristocrática, heredó el título de lord a los 10 años. Su talento literario y su vida escandalosa —marcada p...
Lord Byron (1788–1824) fue uno de los poetas más influyentes y célebres del Romanticismo inglés. Su poesía buscó conmover y despertar emociones intensas, poniendo en primer plano la subjetividad, la rebeldía y la melancolía. Nacido en Londres en una familia aristocrática, heredó el título de lord a los 10 años. Su talento literario y su vida escandalosa —marcada por pasiones intensas, amores turbulentos y rebeldía iconoclasta— lo hicieron célebre.
Más allá de la literatura, Byron se convirtió en el símbolo del romanticismo en la lucha por la libertad de los pueblos, tras participar activamente en la independencia de Grecia contra el Imperio otomano, a la que aportó su prestigio y fortuna personal. Murió en Missolonghi el 19 de abril de 1824 y se volvió un héroe nacional para los griegos. La causa de su deceso, sin embargo, no fue un combate, como se cree, sino una fiebre producida por una infección —probablemente malaria— que derivó en sepsis.
El presidente Gustavo Petro me ha hecho recordar a Byron con su arenga callejera en Times Square, en el mitin contra Netanyahu por el genocidio en Gaza. Allí, arropado por una kufiya palestina de color rojo, abrió el libro de inscripciones de voluntarios para conformar “el ejército más poderoso del mundo” y pidió a los soldados israelíes rebelarse y no disparar contra el pueblo palestino. Dijo estar dispuesto a ir al campo de batalla en un país ajeno, como lo hicieran Bolívar y Guevara, e integrar el “ejército de la salvación del mundo, por la libertad y la democracia”, salvo que un misil lo detenga. No precisó la fecha. Asumo que antes del 7 de agosto de 2026, pues si las cosas siguen como van, para ese momento ya el genocidio palestino habrá concluido, para vergüenza de la humanidad y, en especial, de quienes tenían el deber de evitarlo y no lo hicieron.
Imitar al Che
No sé si Petro está dispuesto a imitar al Che y renunciar a la Presidencia para irse a las arenas de Gaza a combatir. Como persona tendría derecho. Si así es, debería decirlo para que Francia Márquez se prepare. El 11 de diciembre de 1964 el Che Guevara pronunció un célebre discurso en la ONU, donde fue ovacionado desde antes de que espetara la primera palabra. Meses después dejaría sus cargos en el Gobierno cubano para enrolarse en una guerrilla en el Congo, donde fracasó debido a diferencias ideológicas, la cultura y al desconocimiento del territorio congoleño. Luego iría a Bolivia a intentar otra revolución, y también allí fracasaría. Finalmente, murió ejecutado en 1967.
El sentido de la trascendencia del primer mandatario es preeminente. Delirante, pueden decir sus opositores. Tiene una percepción muy elevada de sí mismo, y siente que debe estar a la altura del momento, que a la humanidad le queda poco tiempo debido a la crisis climática y que la única forma de salvarla es pasando de las palabras a la acción intrépida. No soy quién para dar consejos a nadie, y menos al Presidente, pero a mi parecer ha dado un paso en falso al declarar muerta la diplomacia y afirmar que solo queda el camino de las armas.
La arenga de Times Square fue un acto provocador, que no se corresponde con el de un jefe de Estado. Fue una insensatez. ¿Qué estaríamos diciendo si hubiese sido al contrario, y Trump hubiera venido a Bogotá a pedirle a nuestros soldados que se rebelasen?
Petro actuó más como el líder de una ONG, sin responsabilidades políticas de ningún tipo. Ha iniciado un viaje sin retorno y ha decidido quemar todas las naves. Este tipo de acciones, típicas del M-19, le pueden dar réditos políticos en clave interna. No lo sé. Asumo que sí, pues en la población colombiana crece el rechazo a la matazón que está ejecutando Netanyahu, así como la indignación ciudadana (que no del establishment) por la descertificación a Colombia, debida a una supuesta falta de compromiso. Un acto inamistoso y desagradecido con el país que ha pagado los mayores costos en ese fracaso llamado guerra contra las drogas. La manifestación en Ibagué el próximo viernes podría ser un indicador. No dudo que el Murillo Toro estará a reventar.
Adiós a la diplomacia
A Petro, como al jefe del Gobierno de España, Pedro Sánchez, y a Cyril Ramaphosa, presidente de Sudáfrica, les cabe el mérito de haber alertado al mundo, desde el inicio, sobre la política de exterminio contra el pueblo gazatí, cuando otros líderes guardaban silencio, miraban para otro lado o se escudaban en culpar de la tragedia a Hamás. El tiempo le ha dado la razón, y eso podría utilizarlo para servir mejor a la causa palestina. El respaldo a este pueblo hay que darlo en el marco del derecho internacional, particularmente en la ONU (sí, allí mismo) y en la Corte Penal Internacional, que Mr. Trump quiere acabar. El manejo de las complejidades de esta cuestión demanda inteligencia, tacto y prudencia. Enterrar la diplomacia, como lo está haciendo el Gobierno, es dejarles las manos libres a los bárbaros. La renuncia de la ministra de Exteriores, Yolanda Villavicencio, y del ministro de Hacienda, Germán Ávila, a los visados yanquis, es otra equivocación: se entiende como acto de solidaridad con el presidente, pero en términos prácticos, ¿qué aporta? Cuál es el siguiente paso: ¿romper relaciones?
El tiempo como presidente se le acaba, y debería definir qué papel quiere encarnar: el del héroe byroniano —ese poeta solitario, inconforme, con un halo de tragedia—; el del guerrillero heroico, que hoy es solo una estampa desteñida en camisetas de jóvenes que no saben quién fue; o el del estadista capaz de interactuar con otros colegas en una acción multilateral para darle una oportunidad al mundo antes de que la barbarie lo acabe. Hoy, nadie, ni siquiera Mambrú, debería ir a la guerra. Una intervención militar en Palestina podría hacer más gravosa su situación y poner en peligro más vidas de las que se busca salvar. No es recomendable jugar con gasolina. Una cosa es ser poeta y otra presidente. Los poetas son libres y no se deben a nadie. Los presidentes, en cambio, se deben a los intereses de sus pueblos. Cada lora en su estaca. Hay que saber envejecer.