Natalia Reyes: “El gran valor de un actor es la capacidad de aguantar el rechazo”
La actriz bogotana, que estrenará ‘Camilo Superstar’ en España, conversa sobre su nuevo proyecto internacional, la huelga de actores en Hollywood y la crisis de audiencias en su país
No pasaron cinco años desde que a Natalia Reyes (Bogotá, 36 años) se la veía en la pantalla de la televisión colombiana hasta que se volvió habitual su presencia en la constelación de estrellas de Hollywood. Terminator: destino oscuro (2019), junto a Linda Hamilton y Arnold Schwarzenegger, impulsó su carrera internacional e hizo que se volvieran aún más frecuentes los viajes a Estados Unidos y Europa. Pero Reyes también se ha mantenido cerca de Colombia. Es socia de un hotel en la isla de Tierra Bomba ...
No pasaron cinco años desde que a Natalia Reyes (Bogotá, 36 años) se la veía en la pantalla de la televisión colombiana hasta que se volvió habitual su presencia en la constelación de estrellas de Hollywood. Terminator: destino oscuro (2019), junto a Linda Hamilton y Arnold Schwarzenegger, impulsó su carrera internacional e hizo que se volvieran aún más frecuentes los viajes a Estados Unidos y Europa. Pero Reyes también se ha mantenido cerca de Colombia. Es socia de un hotel en la isla de Tierra Bomba —donde vive, al sur de Cartagena— y ha protagonizado películas independientes en los últimos años, como Sumergible (2020) y Mañana, antes y después (2023). Preside, además, la Academia Colombiana de Artes y Ciencias Cinematográficas (ACACC).
La actriz ahora desembarcará en España, país del cual es originario su marido y en el cual quiere “empezar a echar raíces” —comenta que su esposo comienza a “soñar el retorno”—. Estrenará Camilo Superstar, una miniserie que Atresplayer presentará en el Festival de San Sebastián a finales de este mes. Se pondrá en la piel de otra mujer latinoamericana que triunfó internacionalmente: la cantante dominicana Ángela Carrasco, amiga de Camilo Sesto e intérprete de María Magdalena en Jesucristo Superstar, la ópera rock que el valenciano llevó a la Gran Vía de Madrid en 1975 y que convulsionó a la España tardofranquista.
“No soy española, difícilmente me llamen para decirme que haga de Paloma San Basilio. Pero hay que buscar nuevos retos”, comenta en conversación con EL PAÍS en un hotel de Bogotá. Con un firme arraigo en Colombia —lo reitera varias veces—, no reniega de su carrera internacional y de las perspectivas que incorpora desde Hollywood. “Parece que la huelga de guionistas y actores en Estados Unidos fuera muy lejana, pero nos afecta”, asegura.
Pregunta. ¿Cómo fue ponerse en la piel de Ángela Carrasco?
Respuesta. Me ilusionó entender que era dominicana y pensar en ese tránsito hacia España. Si hoy en día, en un mundo más abierto, el tema de la migración es fuerte... me imagino lo que debió ser migrar a España desde la República Dominicana en los años setenta, tuvieras los privilegios que tuvieras. Ella llegó como estudiante, joven, talentosa, hermosa, pero igual tuvo que haber pasado por muchas cosas como inmigrante.
P. Como mujer latinoamericana que ha triunfado internacionalmente, ¿se siente reflejada en ella?
R. No creo que como actores nos tengamos que identificar con todos nuestros personajes. El reto de la actuación se trata de poder interpretar a alguien que sea absolutamente distante a mí. Pero en todos los casos intento conectar algo mío con lo que siente el personaje, así sea alguien muy distante, como una asesina. Y, en el caso de Ángela, por supuesto que me identifiqué. Camilo Superstar es el primer proyecto que hago con una productora y un equipo españoles. Cuando audicioné, me sentí como Angela en sus veinte, con su guitarrita, llegando a una audición, tocando la puerta, sin que nadie supiera quién era y con toda la ilusión de empezar un nuevo camino.
P. ¿Por qué están teniendo tanto éxito las películas y series biográficas?
R. No es algo que entienda muy bien y no es algo que me cause una especial fascinación. Me gustó mucho la de Marilyn Monroe [Blonde], pero no es algo que busque. Puede que tenga que ver con una nostalgia que hay, con alguna época dorada, con algún momento artístico que pegó. O quizá tiene que ver con una crisis de nuevas ideas. La verdad, pensándolo en Colombia... ¿por qué hemos recurrido mucho a historias de músicos en la televisión? Tal vez hay un miedo a experimentar y producir cosas sin tener un éxito asegurado. Han funcionado los biopics y los productores se han aferrado a eso porque estamos en una crisis de contenidos y de audiencias. Cuando algo funciona, van a full con eso y lo repiten.
P. Vayamos a la figura de Camilo Sesto. Fue un ídolo en España, pero también en América Latina.
R. Camilo era muy estético, pero siempre con un toque canalla, descarado, fresco. Y creo que eso se relaciona mucho con América Latina, con lo menos puesto y lo más pasional. Era auténtico, alguien que se atrevió a ser él mismo... eso es cada vez más valioso.
P. ¿Por qué?
R. Siempre han existido referentes, iconos de moda. Pero la forma en que se transmitía esa influencia no era tan masiva y organizada. Hoy todo es una tendencia mundial, la cultura se homogeniza. Hay menos referentes, y los que hay a su vez son más masivos... eso lleva a una pérdida de identidad, de espontaneidad. Las personas que continúan siendo auténticas hoy son valientes, están yendo en contra de la corriente.
P. ¿Qué la ha hecho a usted tan exitosa fuera de su país?
R. Creo que hay un componente de suerte, no me considero la mejor actriz de Colombia. En la escuela [el Instituto de Teatro y Cine Lee Strasberg, en Nueva York], conocí a unas mujeres rusas que yo no entendía cómo no eran Meryl Streep... y puede que nunca lleguen a ser Meryl Streep, pese a que son las actrices más impresionantes que he conocido en mi vida. Pero, aparte, hay un factor de trabajo, de constancia, de no conformarme y buscar más retos artísticos.
P. Y también debe haber muchos rechazos que el público no ve...
R. Sí... es lo que digo cuando alguien me dice que quiere dedicarse a esto. El gran valor de un actor es la capacidad de aguantar el rechazo constante. De 100 audiciones que yo hago, 99 terminan en un “No”.
P. Estuvo en Estados Unidos en las últimas semanas y se la vio muy comprometida con la huelga de los actores. ¿Qué importancia tienen estas protestas para el gremio?
R. La conversación fundamental que plantea es cómo nos empezamos a relacionar con la inteligencia artificial y con las nuevas plataformas, como Netflix o Amazon. Hollywood es una industria que lleva más de 100 años y que tiene unas reglas claras. Pero no es el caso de las plataformas, que se formaron hace relativamente poco y que, de alguna manera, reemplazaron a los grandes estudios y a los grandes canales de televisión. Hoy en día, cualquier guionista que presenta su trabajo a una plataforma pierde el poder de su obra intelectual. Te lo pueden cortar, modificar... pueden hacer lo que quieran. Y no tienen obligación de pagarte regalías, que es lo que pasaba hasta ahora.
P. ¿Y con los actores?
R. Cualquier película de Hollywood te hace un escáner, que es una foto con mil cámaras al mismo tiempo, en todos los ángulos posibles. Ellos ya pueden animarme, crear movimiento y expresiones con mi imagen. Y tienen mi voz, en todos los rangos, tonos y emociones posibles. El director de Terminator, Tim Miller, me dijo: “Yo hace mucho ya hubiera podido hacer una película contigo sin tener que consultarte”. Y yo sé que él no lo haría porque es mi amigo, pero legalmente puede hacerlo. Los contratos que tú firmas ceden los derechos de imagen en el Planeta Tierra y en los territorios por descubrir, a perpetuidad.
P. ¿Qué impacto tiene la protesta en Colombia?
R. Parece que la huelga en Estados Unidos fuera muy lejana. Y es cierto que la inteligencia artificial no está tan desarrollada en Colombia y que no es la amenaza más latente. Pero llegará eventualmente. Además, sí está presente el problema de las condiciones de trabajo con las plataformas de streaming. No tiene sentido pelearse porque ya son una realidad, pero tiene que haber regulaciones. Hoy en día, Caracol Televisión paga regalías, mientras que Netflix no lo hace.
P. Antes hablaba, además, de la crisis de audiencias de las películas colombianas. ¿Por qué se consume tan poco cine nacional?
R. El año pasado, se hicieron 57 películas —frente a las dos o tres que se hacían hace 20 años—, pero el porcentaje de taquilla fue del 2%. No podemos decir que no hubo películas... estamos haciendo mucho cine. El problema, más bien, es que lo ve poca gente. El colombiano se encuentra con salas de cine que ofrecen solo dos alternativas: una corriente más masiva, comercial y ligada a la comedia o a las telenovelas y sus figuras; u opciones muy independientes y de cine de autor que triunfan en festivales internacionales, pero que son muy de nicho y que no tienen el presupuesto de Barbie para promocionarse. No existe una variedad de géneros y de voces que satisfagan la demanda de millones de colombianos que tienen gustos diferentes. Además, tenemos poco apoyo de los distribuidores.
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