El accidentado paso de Anna Delvey por ‘Dancing With The Stars’: la plataforma a la redención que acabó en pataleta
La exconvicta, quien permanece bajo arresto domiciliario por haber violado los términos de su visado, ha participado en el célebre formato de baile de la cadena ABC, siendo expulsada en el segundo programa, lo que la ha hecho mostrar su enfado en entrevistas y pódcasts
Menos de un mes le ha durado el estrellato a Anna Delvey. Cuatro semanas de fama que ella misma, eso sí, ya está tratando de estirar, aunque sea a base de enfados y críticas negativas. El pasado 4 de septiembre, el veterano y muy célebre programa de ABC Dancing With The Stars anunciaba el casting para su 33ª temporada. Además de la actriz de Sensación de Vivir Tori Spelling, el exjugador de la NFL Danny Amendola, el veterano de la NBA Dwight Howard, la jugadora de rugby olímpica Ilona Maher o el actor Eric Roberts (hermano de Julia Roberts y padre de Emma), entre otros, el fichaje más sorprendente de la temporada era el de Anna Delvey, o Anna Sorokin, por su nombre real. La exconvicta, que pasó varios años en la cárcel, aprendería durante esta temporada de la mano del recién ascendido bailarín Ezra Sosa. Sin embargo, Delvey ha durado exactamente dos programas: el introductorio y el primero con eliminaciones, en el que ha sido expulsada. Y desde su marcha no ha dejado de lanzar críticas contra el formato.
La polémica estaba servida desde que se anunció la aparición de Delvey, de 33 años. Su llegada al programa resucitó la historia de quien fue una de las delincuentes más célebres del país y la convirtió en tema de conversación en los platós de televisión, las redes sociales y los grupos de amigos. El aforo para acudir como público al programa se llenó, e incluso muchos interesados se quedaron fuera de los estudios de Hollywood donde se graba sin apenas explicaciones. Las tertulias y los trending topic alimentaron el morbo de ver a Delvey vestida de lentejuelas y bailando con su pulsera electrónica, la que controla si cumple con su arresto domiciliario.
Entre 2013 y 2017, cuando fue detenida en California, la joven ruso-alemana se hizo pasar por una rica heredera, una mujer con poderosos contactos en la escena neoyorquina, que acabó estafando alrededor de 200.000 dólares a hoteles, empresas de aviones y diversos acreedores, y que a punto estuvo de conseguir 25 millones de dólares para, supuestamente, abrir un club social. Su historia personal y también la de su mediático juicio quedaron reflejadas en la serie de televisión ¿Quién es Anna? (Inventing Anna), que retrató sus peripecias y fue un inmenso éxito en Netflix hace un par de años. Condenada a entre cuatro y 12 años de cárcel, cumplió cuatro y vive en Nueva York, donde permanece bajo arresto domiciliario por complicaciones con su estatus migratorio, al haber violado los términos de su visado; ahora está tratando de obtener asilo en Estados Unidos Si ya en la cárcel no perdía el tiempo (allí cobró los más de 300.000 dólares de derechos de autor de la serie), desde que salió en 2021 menos aún. Ha aparecido en Vogue y preparado proyectos, como un pódcast homónimo llamado The Anna Delvey Show y un reality show, también bajo su nombre, Delvey’s Dinner Club.
Pese a estar obligada a permanecer dentro de su apartamento neoyorquino, o del recinto del mismo, Delvey logró un permiso para rodar Dancing With The Stars en Los Ángeles, a casi 5.000 kilómetros, y por ello también usó una pulsera de rastreo electrónica, que desde antes de empezar las grabaciones se convirtió en otra de las protagonistas del programa. Ella aseguró que era “ligera”, casi “igual que bailar sin ella”. En los programas, los estilistas le han vestido el brazalete a juego con los dos looks que ha llevado. Toda una puesta en escena para la redención mediática que ha logrado que su estatus de famosa vuelva a salir a la luz. Ello ha supuesto el retorno al estrellato de quien fue una sonada delincuente, glamurizando su paso por la cárcel, lo que para algunos medios como The New York Post suponía “un nuevo hundimiento de la cultura pop hasta su punto más bajo”. Algunos tertulianos criticaron su aparición; en el programa The View, Whoopi Goldberg afirmaba que era una demostración de “un sistema migratorio de dos estándares” que beneficiaba a los ricos y poderosos.
El responsable del formato de éxito de la cadena de Disney, Conrad Green, aseguró en una entrevista con el medio Variety que creía que el casting era “muy apetecible, con muy buena energía”, que siempre habían buscado distintos tipos de participantes y que Anna Delvey era “fascinante para mucha gente, muchos han visto los dramas de su vida y han seguido su historia, hay una curiosidad inherente a ella”. “Es una parte muy válida y muy interesante de los fichajes, y sí, tiene sus asuntos, pero ya hemos tenido más participantes que tuvieron problemas criminales en el pasado. Cumplió su condena. Creo que es perfectamente válida para estar en el programa, y que la gente tiene auténtica curiosidad por ver cómo baila”, afirmaba Green unos días antes del estreno.
La curiosidad fue obvia, tanto que en el primer programa, emitido el 17 de septiembre, ABC se guardó a Delvey hasta el final. “Me he reinventado muchas veces, y esta voy a hacerlo como bailarina”, afirmó, vestida de azul y dorado, en su primera aparición, que el jurado calificó entre la media. En la segunda, una semana después, ni siquiera llegó a eso. Los jueces la expulsaron junto a Tori Spelling. Cuando la presentadora le pedía que contara qué se llevaba de su paso por el programa, su respuesta fue contundente y clarísima: “Nada”. En una entrevista posterior en Good Morning America, lo dejó más claro todavía al ser preguntada sobre qué parte era su favorita de toda la experiencia: “Ser eliminada”.
Días después, Delvey sigue criticando su paso por el programa, pero también sin apuntar claramente a cuáles fueron los motivos por los que se sintió incómoda o no le gustó. “Siento que no es serio que me usaran para subir las audiencias”, relataba, casi una semana después, a NBC News. “Nunca tuvieron planes de darme oportunidades para crecer y solo se preocupaban por explotarme por atención”, afirmaba; como es lógico, el casting está repleto de estrellas de distinto calado y diversas generaciones precisamente para lograr audiencia. “Por su parte fue depredador intentar [hacerme] sentir inadecuada y estúpida, mientras yo iba mejorando poco a poco, pero decidieron ignorarlo”.
Quizá las mayores pistas acerca de su pataleta las ha dado en el pódcast de Spelling, unos días después. En su enfado, Delvey insistía en que no se llevaba nada de la experiencia, que en el programa intentaron “construirla”, pidiéndole que sonriera más, dándole ciertos consejos: “Siento que se esforzaron mucho por llevarme al programa, para hacerme sentir cómoda... para luego echarme así de rápido”. Aseguraba que la eliminación de ambas era “un intento de avergonzar” a las dos, al salir del programa antes que otros dos compañeros (Eric Roberts y Reginald VelJohnson) y una “pérdida de tiempo”. Lo único que queda claro es que a Anna Delvey le gusta la fama, pero no le gusta nada perder.
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