El mural chicano que abandonó la oscuridad de la censura para brillar en un sitio central de Los Ángeles
El Museo de Historia Natural de la ciudad recupera ‘L.A. History-A Mexican Perspective’, de Bárbara Carrasco, una obra de 1981 que estuvo en una bodega durante décadas
Una de las esquinas inferiores de L.A. History-A Mexican Perspective, el gran mural de Bárbara Carrasco de 1981, está ocupado por decenas de personajes. Aparecen allí activistas chicanas como Anna Nieto Gómez, figuras deportivas como Fernando Valenzuela, el alcalde Tom Bradley y celebridades como Jane Fonda, el músico Rick James o el actor Martin Sheen, el intérprete de Apocalipsis Ahora de origen español, quien pidió a Carrasco ser incluido en la pintura para trascender el tiempo. Figuran algunos de los jóvenes artistas que auxiliaron en la realización de la obra. Entre ellos aparece también una señora sonriente de lentes. Es la madre de la pintora. “Me dijo, ‘¿por qué están todos allí excepto yo?... Así que la incluí’“, señala Carrasco frente a su mural, un trabajo que finalmente venció décadas de censura y que puede ser apreciado nuevamente.
L.A. History-A Mexican Perspective puede verse desde mediados de noviembre en la nueva ala del Museo de Historia Natural de Los Ángeles. Es uno de los centros culturales más destacados de la ciudad, que se ha remozado y ampliado de cara al venidero Mundial de 2026 y los Juegos olímpicos de 2028. Los grandes ventanales del nuevo espacio dejan entrar la luz del invierno que baña los huesos de Gnatalie, un enorme saurópodo de 22 metros de longitud cuyos fósiles son color verduzco. Es la compañía que tiene el mural de Carrasco que, al igual que el dinosaurio, vino de la oscuridad para contar su historia.
“Definitivamente creo que fui víctima de la censura, pero siempre pensé que tenía la responsabilidad de luchar contra ella. No solo aceptarla, sino de combatirla”, reflexiona Carrasco, (El Paso, 70 años). La artista tenía 26 años en 1981. Había estudiado arte dos años en la Universidad de California y trabajaba haciendo mapas topográficos para la Agencia de Desarrollo Comunitario de Los Ángeles. Uno de los arquitectos le preguntó si quería encargarse de un mural solicitado por el corporativo de McDonald’s, ubicado frente a ellos. Dijo inmediatamente sí. Su diseño se iba a topar semanas más tardes con varios obstáculos.
“Un día llegué al Ayuntamiento junto a Dolores Huerta. Quería que viera una parte del mural y me di cuenta de que algunos paneles faltaban. Así que fui a la zona de carga del sótano y me di cuenta de que algunos trabajadores estaban metiendo el mural a un gran camión. Tenían órdenes de llevarlo a una bodega en Boyle Heights”, recuerda la artista. Después de unas llamadas, Carrasco logró que se frenara la mudanza de la obra, pero Huerta le dejó muy claro el destino que los políticos veían para su trabajo. “Tienes que sacar este mural de aquí”, le dijo Huerta.
Así comenzó un periplo de décadas para L.A. History-A Mexican Perspective. El mural se convirtió por varios años a una especie de meteoro del arte que solo podía ser visto por algunas semanas en algún museo o galería de los Estados Unidos. En cada una de estas exhibiciones le precedía su reputación: había sido censurado por lo que mostraba.
Uno de los depósitos que recibió el mural durante meses fue la sede de United Farm Workers, el influyente sindicato agrícola de Huerta y César Chávez a los pies de las montañas Tehachapi, al noreste de Los Ángeles. “Trabajé con ellos por muchos años haciendo banderines para las convenciones y eventos, así que me permitieron dejarlo ahí sin costo”, señala Carrasco. La sede de UFW había sido un hospital para tratar la tuberculosis. El mural, depositado en el sótano del edificio, estaba guardado en un cuarto sin luz ni humedad. “Los colores se mantuvieron supervibrantes”, añade.
El presidente Barack Obama nombró el edificio monumento nacional en 2012, lo que obligó a Carrasco a sacar el mural de allí y trasladarlo a una bodega en la ciudad de Pasadena. Solo salió de allí en contadas ocasiones, para ser exhibido en el MIT, en Boston, o en el museo Autrey de arte estadounidense del oeste, ubicado en Griffith Park.
El mural de casi cinco metros de alto por 24 de largo muestra el punto de vista mexicano de Los Ángeles, una ciudad fundada por migrantes del Estado de Sonora. El diseño de Carrasco se basa en el nombre originario que estos dieron al lugar: El pueblo de nuestra señora la reina de los ángeles del río Porciúncula. La artista decidió centrarse en esa monarca imaginaria para contar cientos de años de acontecimientos. La reina es en realidad una de las hermanas de Carrasco. Entre su pelo aparecen viñetas con algunos de los acontecimientos cronológicos que marcaron a la urbe y comenzando desde la prehistoria.
Allí aparece la construcción de las misiones españolas de finales del siglo XVIII, cuya edificación fue posible gracias a los indígenas nativos. También hay escenas de los gabrieleños y tongva, los pueblos originarios y referencias a la guerra de Independencia que los mexicanos hicieron contra la corona española. También hay imágenes dedicadas al primer automóvil de la ciudad, la construcción del Ayuntamiento y la estación central de trenes, en la que laboraron 3.000 chinos, un influyente grupo de inmigrantes para la imagen que se tiene hoy de Los Ángeles.
Carrasco no pierde tiempo para mencionar lo que en su opinión fue la escena que provocó la censura. La viñeta muestra a una niña japonesa sentada en un baúl con pertenencias de familia. La imagen hace referencia a los 120.000 japoneses que fueron desterrados o internados en campos de concentración en suelo americano durante la Segunda Guerra Mundial.
“Me pidieron que eliminara esa imagen a pesar de que tengo bellas cartas de la comunidad japonesa diciendo que el episodio debe ser incluido para que la historia no se repita”, señala Carrasco apuntando a la imagen en cuestión. Unos metros más allá hay otras escenas controversiales. Una viñeta roja con una carroza representa la matanza de 22 chinos en 1871 motivada por el racismo. Esto ocurrió donde hoy se levanta Union Station. Carrasco había pintado en una primera instancia una soga para hacer referencia a la forma como murieron los asiáticos, pero los ejecutivos de McDonald’s pidieron borrarla. Fue el único cambio exigido por la empresa de comida rápida.
El mural muestra las huellas de la censura. La versión que puede verse tiene viñetas sin color o trazadas toscamente. Fue porque Carrasco y los artistas que la ayudaron dejaron de trabajar en cuanto supieron el destino que iba a tener la pieza. “Creo que estas partes inacabadas son parte de la historia, por eso no querían que la tocara ni retocara, incluso ahora”, señala la artista.
Algunas versiones de la época aseguran que no se trató en realidad de una censura oficial, sino de un choque entre el carácter de Carrasco con Gary Williamson, el arquitecto encargado de la obra. La artista admite que los derechos de la obra fueron parte del conflicto, pues la agencia pretendía quedarse con la potestad del mural. Carrasco, no obstante, puso el logo de marca registrada al primer boceto y lo llevó a la Librería del Congreso en Washington para registrarlo, lo que desató la ira de sus superiores.
Cuatro décadas más tarde, los habitantes de la ciudad al fin pueden ver esta historia de Los Ángeles. Después de años bajo la sombra, el relato montado en el Museo de Historia Natural reivindica a su creadora y el punto de vista que abordó en su juventud, causando controversia. “Yo soy mexicana y aunque sea una mexicana pocha, traté de contar la historia de una forma más incluyente a como se hacía entonces. Mucha gente nos dejaba fuera, como si no existiéramos. Eso pasaba también en los museos desde un punto de vista más incluyente, pero ya no sucede como antes”, dice Carrasco.
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