Se fueron
Acostumbraba a marear a los pacientes libreros preguntándoles cuándo iba a salir un nuevo libro de los escritores que amaba. Y me pongo triste cuando me entero de la defunción de estos
Hubo un tiempo, que ya me parece remoto, en el que pasar la tarde visitando librerías y tiendas de discos me curaba provisionalmente de todos mis males. Y si la tormenta interna era excesiva sabía que se iba a esfumar introduciéndome en un cine. Esas fórmulas milagrosas siempre funcionaban. Las tiendas de discos ya no existen, acaban de cerrar la última librería de mi barrio y los cines se clausuran con demasiada prisa. Y en los que resisten, la cartelera de los últimos años invita frecuentemente a la depresión. Es muy raro encontrarme con películas que me reafirmen en los motivos que me hicie...
Hubo un tiempo, que ya me parece remoto, en el que pasar la tarde visitando librerías y tiendas de discos me curaba provisionalmente de todos mis males. Y si la tormenta interna era excesiva sabía que se iba a esfumar introduciéndome en un cine. Esas fórmulas milagrosas siempre funcionaban. Las tiendas de discos ya no existen, acaban de cerrar la última librería de mi barrio y los cines se clausuran con demasiada prisa. Y en los que resisten, la cartelera de los últimos años invita frecuentemente a la depresión. Es muy raro encontrarme con películas que me reafirmen en los motivos que me hicieron enamorarme del cine.
Acostumbraba a marear a los pacientes libreros preguntándoles machaconamente cuándo iba a salir un nuevo libro de los escritores que amaba. Y me pongo triste cuando me entero de la defunción de estos. Por razones egoístas. Eran personas a las que no conocía pero que con su arte me regalaron tantos momentos felices. Ya solo podré releerlos, ya no habrá nuevas entregas de su fascinante universo. Y lo peor es que no tienen fácil reemplazo, aunque las páginas culturales y los suplementos literarios se empeñen en descubrir todos los días novelas apasionantes y preferentemente firmadas por mujeres.
Rafael Chirbes ya no anda por aquí. Pero tuvo el detalle después de largarse de donarnos sus luminosos, sombríos, descarnados, honestos y hermosos Diarios. Contaba que su solitaria vida estaba muy deteriorada. Pero no era un ser acabado. Todavía le quedaba la pasión por la escritura y la lectura. También se ha largado Martin Amis. O sea: la brillantez. La elegancia, el estilo, la causticidad, el humor, la transgresión ilustrada. Cuentan que se cebó con él el mismo cáncer que acabó con su eterno y fraternal amigo Christopher Hitchens. Otro inclasificable señor que me regalaba el placer del texto, de la inteligencia, de la lucidez.
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