Edgar Ramírez: “La violencia en ficción es fantasía; es sublimación. ¿Qué libro hay más violento que la Biblia?”
El actor venezolano, uno de los latinos de moda en cine y televisión, no esconde sus opiniones políticas en un Hollywood que considera cada vez más polarizado
Edgar Ramírez (San Cristóbal, Venezuela, 46 años) fue pionero al triunfar al mismo tiempo en cine de autor y en televisión con el mismo proyecto. Fue con su interpretación del terrorista El Chacal en la miniserie Carlos (2010) de Olivier Assayas, proyectada al completo como si fuera una película en festivales de cine. Desde entonces, el venezolano avanza en ambos medios y se maneja con soltura en la industria estadounidense, latinoamericana y europea. Es protagonista de su último éxito...
Edgar Ramírez (San Cristóbal, Venezuela, 46 años) fue pionero al triunfar al mismo tiempo en cine de autor y en televisión con el mismo proyecto. Fue con su interpretación del terrorista El Chacal en la miniserie Carlos (2010) de Olivier Assayas, proyectada al completo como si fuera una película en festivales de cine. Desde entonces, el venezolano avanza en ambos medios y se maneja con soltura en la industria estadounidense, latinoamericana y europea. Es protagonista de su último éxito, Un hombre de Florida, serie que, según los datos de Netflix, ha sido uno de los contenidos más vistos en su plataforma en las últimas semanas.
En ella, un expolicía endeudado tiene que volver a su ciudad natal por culpa de sus deudas de juego tiene que rastrear a la novia del mafioso al que debe dinero y con la que mantiene un peligroso lío amoroso. La trama se enreda y termina envuelto en la búsqueda de un tesoro delirante y letal. El actor que fue Gianni Versace para Ryan Murphy, ya ha rodado la segunda temporada de Dr. Death, encarnando a otro personaje real, el cirujano italiano Paolo Macchiarini, quien asesinó a varios de sus pacientes, obsesionado por avanzar en sus experimentaciones médicas. El venezolano no esconde sus opiniones políticas en un Hollywood cada vez más polarizado y nos atiende en conversación telemática desde París. Allí rueda junto a Selena Gomez y Zoe Saldaña el musical Emilia Perez, la nueva película de Jacques Audiard (Un profeta, De óxido y hueso).
Pregunta: El hombre de Florida es el equivalente estadounidense al hombre de Lepe, el tipo que es un chiste (o un meme) constante.
Respuesta: En Venezuela tenemos dos nombres parecidos. Hacemos chistes de gallegos. Pero también sobre los gochos, es que justo la región de la que vengo yo.
P. Qué forma de cerrar un círculo... Es un personaje tragicómico, él mismo genera, sin quererlo, muchos de los problemas que tiene que resolver.
R. Es un tipo profundamente dramático, todo lo exagera. Es como el Coyote del Correcaminos, tratando de alcanzar aquello que cree que necesita, le termina explotando todo en la cara, atropellándole un tren... Tiene tal seguridad en sí mismo que resulta conmovedora. Se cree invencible no desde la altivez, sino desde la ingenuidad. Detrás de lo grotesco está el absurdo, detrás del absurdo está la comedia y detrás de la comedia está el drama. Todas se conectan.
P. ¿No siente cierta ambivalencia que Cannes, el festival que lo encumbró y donde usted es asiduo, se enfrente a los relatos de plataformas como Netflix?
R. Estamos viviendo en tiempo real un cambio radical no solo en la forma en la que consumimos contenido, es también un cambio existencial relacionado con la explosión tecnológica en general. Muchas veces, yo también me encuentro en conflicto con este asunto. Una de las cosas que me alivia es tratar de ser un hombre de mi tiempo y estar abierto a la discusión. La experiencia de ver una película en una sala de cine, vivir emociones tan íntimas de una manera tan pública es algo insustituible. Lo volví a sentir el año pasado cuando fui jurado en Cannes y no querría que mis sobrinos no pudieran vivir algo así.
P. Pero cuando el espectador termina de ver ‘Un hombre de Florida’ en Netflix, puede descubrir otros cinco trabajos suyos sin salir de la plataforma...
R. Sí. Por otro lado, las plataformas nos han dado la oportunidad de democratizar el contenido, que una producción más humilde, en un país que históricamente no tiene industria audiovisual, de pronto se convierta en el contenido más visto del mundo. Cuántas películas bellísimas, en las que creímos firmemente los profesionales de la industria al final llegaron a muy poca gente...
P: Por otro lado, los guionistas están ahora mismo en huelga en Estados Unidos peleando, entre otras cosas, contra esas plataformas.
R: Los escritores tienen todo el derecho de estar en huelga. Yo apoyo total y firmemente su lucha, que les paguen de forma adecuada, con los contratos adecuados. La tecnología es una espada de doble filo. El debate al que tenemos que enfrentarnos es cómo protegemos esa experiencia de mostrar contenidos y al mismo tiempo la expandimos, protegiendo a sus autores y también a los espectadores...
P: Esto me recuerda que usted quiso ser diplomático y que trató temas políticos cuando fue periodista.
R: Toda interacción humana es política. Hasta declararte apolítico es una posición política. No puedes escapar de un fenómeno humano como ese. Hacer una película es uno de los actos más políticos del mundo, porque es un grupo de gente que se tiene que poner de acuerdo para lograr algo de forma colectiva. He tenido la suerte de trabajar en muchos lugares del mundo: en Hollywood, en América Latina, ahora en Europa... Vengo de un país profundamente polarizado y las afiliaciones férreas, que también surgen en la industria, me producen mucha caspa [rechazo]. He aprendido de la experiencia de la gran tragedia que se vivió en Venezuela que las obsesiones colectivas son de temer. ¡Yo quiero trabajar hasta en Bollywood!
P: Usted participa en No dispares, campaña de Amnistía Internacional en favor del control de armas en Estados Unidos con la que mantiene su compromiso político.
R: Lo que mucha gente propone no es eliminar el uso de armas, como sí quisiéramos otras personas, sino que desean un mayor control. No puede ser que seas demasiado joven para beber pero no para comprar un rifle automático... Para quienes no nacimos en Estados Unidos ni en esa cultura es muy difícil de entender.
P: Pero una serie como ‘Un hombre de Florida’ está repleta de personajes que usan armas...
R: La ficción es fantasía; es sublimación. No creo que haya correlación directa. ¿Qué libro hay más violento que la Biblia? La realidad es que un país con mayor violencia en sus manifestaciones culturales como es Japón, en el manga y en el anime, es también una sociedad mucho más pacífica que la de Estados Unidos. Así que esa teoría de que la violencia de la ficción se va a trasladar a la vida real... es muy complicada. Es el pretexto perfecto para la falta de voluntad política para el control de armas. En la campaña defendemos que el único lugar donde debería estar un arma es en una pantalla. Millones de personas juegan a un mismo videojuego considerado violento y no todas van matando a gente. Vamos a ponernos serios y a buscar las razones reales.
P: Guillermo Arriaga, un mentor y amigo suyo, dijo una vez en este periódico que, cuando se escribe, se indaga en uno mismo, en la propia vida. ¿Ocurre lo mismo a un actor?
R: Existe como una danza secreta entre actores y personajes. Lo hablaba mucho con Juliette Binoche cuando hicimos una película juntos. Ella decía que en el proceso de entender a un personaje había que encontrar algo en tu interior que te hiciera entenderlo. En mi caso, primero me llega la curiosidad, la necesidad de querer atravesar la experiencia del personaje.
P: ¿Y si son personajes especialmente sórdidos como un terrorista como el Chacal o como en Dr. Death?
R: A veces encuentras cosas impresionantes de tu vida y las logras trabajar para el personaje. Otras veces no, y no eres capaz de entenderlo. Todavía lo estoy digiriendo el rodaje de Dr. Death, lo acabé en abril. Es un personaje más sórdido que el Chacal, porque el terrorista usa la ideología como justificación para asesinar a personas que a menudo no ve ni conoce. Aunque no lo puedas justificar, entiendes que es un proceso algo más remoto. Pero este doctor conocía el nombre de sus pacientes, sus esperanzas, su dolor, sus familiares... Esa traición a la confianza me agitó demasiado, aunque igualmente mate pensando en que ayuda a un bien mayor. Fue duro y muchas de las conclusiones que sacaré de ese personaje llegarán con el tiempo.
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