La olvidable película de los Foo Fighters es la última juerga con Taylor Hawkins
‘Studio 666′, una comedia ‘gore’, es el primer filme de ficción de la banda de rock y se estrenó antes de la muerte de su batería. Debieron reírse mucho, pero no lo hace el espectador
No tiene nada de particular que una gran banda de rock haga una mala película. Le pasó hasta a los Beatles, no digamos a Elvis. Pero al menos en sus filmes sonaban sus canciones más emblemáticas. Foo Fighters es uno de los contados grupos que mantiene alta la bandera del rock and roll en el siglo XXI. El nivel medio de sus discos es notable, su directo es arrollador. Si acaso, no se enfaden los fans, les ha faltado una canción memorable, un himno generacional, lo que sí logró la formaci...
No tiene nada de particular que una gran banda de rock haga una mala película. Le pasó hasta a los Beatles, no digamos a Elvis. Pero al menos en sus filmes sonaban sus canciones más emblemáticas. Foo Fighters es uno de los contados grupos que mantiene alta la bandera del rock and roll en el siglo XXI. El nivel medio de sus discos es notable, su directo es arrollador. Si acaso, no se enfaden los fans, les ha faltado una canción memorable, un himno generacional, lo que sí logró la formación de la que provenía su líder, Dave Grohl: Nirvana.
Los Foo Fighters se han estrenado en una película de ficción —antes hicieron dos documentales— con Studio 666 (en Movistar Plus+). No es que no sea buena, es que ni lo intenta. Pretende ser una comedia gore como las de los ochenta, esas producciones de serie B que salpicaban sangre y trozos de cuerpos mutilados de las formas más extravagantes. El género dio alguna película interesante (como Braindead: Tu madre se ha comido a mi perro, de Peter Jackson), pero no es el caso. Todo se queda en una mala broma de más de 100 minutos.
La historia es tópica: una banda de rock se recluye en una casa encantada, poblada por demonios que los inducirán a una masacre. Se supone que se inspira en fenómenos extraños ocurridos durante las sesiones de grabación de su décimo álbum, Medicine at Midnight, a finales de 2019, en el mismo caserón de Los Ángeles al que volvieron para filmar la película.
Los miembros del grupo debieron de reírse mucho, pero no logran que lo haga el espectador. Con este planteamiento, y ese es su mayor interés, es la última juerga de los Fighters con Taylor Hawkins, el carismático batería muerto repentinamente un mes después del estreno, en marzo de 2022, a los 50 años, antes de un concierto en Bogotá. Hawkins no solo brillaba con las baquetas, sino que en ocasiones se las dejaba a Grohl, en un intercambio de papeles, para poner al público en pie cantando versiones como Under Pressure, de Queen.
Así que podría conmover ver a Hawkins actuar aquí, si no fuera porque esta película tiene un único protagonista: Grohl. Y ni siquiera disfrutamos de sus canciones: apenas suenan algunos acordes y riffs, y un solo acelerado de Hawkins en los bombos, durante los ensayos previos a la orgía de sangre. En esas escenas guitarra en mano, por cierto, Grohl exhibe su poder y dice a cada uno cómo debe interpretar su parte. Queda claro: Hawkins era el segundo rostro más visible del grupo, sí, y fue coautor de algunas de sus canciones, pero aquí nunca hubo más que un jefe.
Solo la música de los Foo Fighters podría haber salvado la película de los Foo Fighters. No lo hace.
Puedes seguir EL PAÍS TELEVISIÓN en Twitter o apuntarte aquí para recibir nuestra newsletter semanal.