Elisabeth Moss (‘El cuento de la criada’): “Queremos seguir dando voz a los que no la tienen”
La actriz habla de la redención de la torturada y heroica June Osborne en la quinta y esteticista temporada de la serie, que HBO Max acaba de estrenar
Y al fin, June Osborne encontró la paz. El liberador cierre de la cuarta temporada de El cuento de la criada (HBO), esa brutal cacería en el bosque, en tierra de nadie, de un solo hombre —el monstruo de June, un acorralado y vendido por unos y otros Fred Waterford (Joseph Fiennes)—, marca los primeros minutos, igualmente liberadores de la quinta entrega. Quien hay detrás y delante de la cámara es la misma persona, ...
Y al fin, June Osborne encontró la paz. El liberador cierre de la cuarta temporada de El cuento de la criada (HBO), esa brutal cacería en el bosque, en tierra de nadie, de un solo hombre —el monstruo de June, un acorralado y vendido por unos y otros Fred Waterford (Joseph Fiennes)—, marca los primeros minutos, igualmente liberadores de la quinta entrega. Quien hay detrás y delante de la cámara es la misma persona, Elisabeth Moss (Los Ángeles, 40 años), la actriz que lleva ocho años intepretando a la torturada, y heroica, June Osborne, y quizá por eso la redención es total. Suena All I Have To Do Is Dream, de los Everly Brothers, y June, por fin, sonríe. Cubierta de sangre, pero sonríe. La pesadilla ha terminado. ¿Ha terminado de verdad?
“Oh, no. No ha terminado. Digamos que la sonrisa no le dura mucho”, dice Moss, y se ríe. Lanza una pequeña carcajada. Está en Nueva York, es un día de finales de agosto. Acaba de despertarse. Está poniéndose cacao en los labios, despreocupadamente. “Pero, sí, vamos a ver a June feliz, por primera vez”, añade. No, nadie como ella sabe lo que ha costado llegar hasta aquí. ¿Decidió ella dirigir la prèmiere precisamente por eso? Es la primera vez que Moss, ya una experimentada directora —ha dirigido capítulos de prácticamente todas las series en las que ha participado desde que se estrenó dirigiendo para El cuento de la criada— y una con un estilo propio —en cierto modo onírico, y de personajes, con planos cortos, y fijos, y cámaras lentas—, dirige la apertura.
Hasta cierto punto, sí, responde. “Como directora, fue un reto. Porque no es lo mismo dirigir capítulos de fondo, como había hecho en la cuarta tanda, capítulos como el tercero, o el octavo, que dirigir los dos primeros. Dirigiendo los dos primeros capítulos de una temporada de alguna forma se marca el tono de esa temporada. No sé si fue idea mía, pero cuando acepté no podía creérmelo. Me despertaba cada día y me decía: ‘¡Voy a dirigir la premiere de El cuento de la criada!’. Ha sido un reto y un privilegio”, explica. Contiene, uno de esos dos capítulos, la escena más bonita, dice, que jamás se ha rodado en la serie, y que funciona como un regalo para el personaje, pero también para todo el equipo. “Lo único que hicimos durante un día entero fue ver bailar a una bailarina maravillosa”, dice.
Recapitulemos. Al final de la cuarta temporada, Fred Waterford está a punto de volar a Ginebra para librarse de toda culpa, habiéndose convertido en un activo de la inteligencia canadiense —está delatando a altos mandos en Gilead—, cuando un giro del destino, o de la justicia no exactamente divina, lo pone en manos de June y un pequeño ejército de supervivientes. Un dedo acaba viajando en un sobre hacia el lugar en el que su esposa Serena (Yvonne Strahovski) lo espera, y el resto de lo que queda de su cuerpo cuelga de un nuevo Muro. Al principio de esta quinta, al descubrir que no va a poder pagar por lo que ha hecho —nadie va a juzgarla por algo que ha ocurrido en tierra de nadie—, se prepara para una nueva vida en la que, sí, por fin puede salir con Luke, y abrazar a su otra hija, Nichole.
“Por una vez, no estoy llorando, ni gritando, ni corriendo por el bosque cubierta de sangre en pantalla. Estoy en un teatro, con mi marido, disfrutando de un espectáculo. Hubo miembros del equipo que incluso lloraron en el rodaje. Fue precioso”, cuenta. La escena se superpone al funeral de Fred, y culmina con la reaparición en una circunstancia de lo más excepcional de Hannah, la hija perdida de June. Eso dispara la trama —la batalla final entre Serena y June— de esta quinta temporada, de la que ya se sabe será la penúltima de la adaptación del clásico de Margaret Atwood. Hasta entonces, June, ese deus ex machina infinito, no va a rendirse. Y, dado cómo está el mundo, tal vez no debería hacerlo.
Moss, ciencióloga convencida y a la vez feminista, insiste, cuando se le pregunta si no resulta contradictorio, que por encima de todo cree en la libertad, también religiosa. Y algo así responde cuando se le pregunta de qué forma la serie explicita lo que ha acabado ocurriendo con la derogación del aborto en Estados Unidos. “Empezamos a rodar en 2016 y entonces nada de esto era así. Nos gustaría pensar que hemos estado rodando todos estos años una distopía loquísima e impensable, ante la que el espectador suspirase aliviado diciéndose que eso jamás podría ocurrir. Lamentablemente, no es así. Y aunque cada uno tiene su opinión al respecto, nos gusta pensar que formamos parte de algo mayor, que damos voz a los que no la tienen, y queremos seguir haciéndolo”, dice.
Respecto a lo que supone ponerse en la piel de un personaje tan sufrido física y emocionalmente como June Osborne, la actriz, que en todo momento se muestra comodísima en la breve videollamada, le quita importancia. En parte, por su forma de trabajar. “Yo no soy la clase de actriz que vive todo el tiempo dentro del personaje. Me cuesta muy poco entrar y salir. De hecho, creo que doy lo mejor de mí así. Dirigir a la vez que protagonizas me va estupendamente en ese sentido, porque estoy dentro de una escena, llorando, emocionadísima, y yo misma me digo: ‘¡Corten!’. Y de repente estoy dirigiendo, y corro a ver cómo ha quedado en pantalla. Es como si fuera dos personas en una, o incluso tres, en ese caso”, explica, divertida.
Hay un cambio en la concepción del totémico personaje de June en esta quinta temporada, puesto que, una vez se ha vengado —y saboreado, con gusto, su venganza— hay quien la juzga por haberlo hecho. Es una heroína que no se siente como tal, porque hay quien teme reconocerla como tal. “Eso es algo muy interesante. Lo que más me gusta del personaje y desde donde la he construido desde el principio. Porque June no es una heroína clásica. No tiene capa, no puede volar. Es una de las nuestras. Es humana. Una mujer. Una ciudadana. Y lo que vemos es hasta dónde puede llegar alguien corriente cuando le ocurre algo así de horrible. No siente que tenga que actuar de forma admirable, solo que tiene que actuar. Y no, la violencia no es la respuesta. Pero ella la necesita”, dice, y, antes de que el tiempo se acabe, añade: “Esta temporada explora precisamente eso”.
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