‘Intimidad’ o la denuncia de un delito del siglo XXI
En la serie creada por Laura Sarmiento y Verónica Fernández se anhela una cierta capacidad de síntesis por más que lo que se plantea tenga un componente de crítica social muy interesante
Intimidad es una estupenda serie que plantea un delito del siglo XXI: la difusión no consentida de vídeos con contenido sexual que, naturalmente, solo persiguen el hundimiento de sus protagonistas, una difusión que alcanza cotas inimaginables a través de las redes sociales y de esos artefactos fantásticos y crueles que son los teléfonos móviles. Una moderna tecnología que potencia, al parecer, el i...
Intimidad es una estupenda serie que plantea un delito del siglo XXI: la difusión no consentida de vídeos con contenido sexual que, naturalmente, solo persiguen el hundimiento de sus protagonistas, una difusión que alcanza cotas inimaginables a través de las redes sociales y de esos artefactos fantásticos y crueles que son los teléfonos móviles. Una moderna tecnología que potencia, al parecer, el inquisidor que todos llevamos dentro.
Una teniente de alcalde de Bilbao (Itziar Ortuño) y una trabajadora de una fábrica de la misma ciudad (Verónica Echegui) son las víctimas. En el primer caso, el fin es político: acabar con quien aspira a la alcaldía con unos planteamientos molestos para los oligarcas. En el segundo, el despecho de un amante rechazado. Ocho capítulos en Netflix en los que, en ocasiones, se anhela una cierta capacidad de síntesis por más que lo que se plantea tenga un componente de denuncia social muy interesante: señalar la hipocresía de quienes encubren intereses o rencores personales bajo el manto de una pretendida e intachable moral. Y es precisamente en aras de esa pretendida moral por lo que resultan innecesarias, por reiterativas, las largas parrafadas en off. Imágenes y diálogos son suficientes para narrar la trama, o deberían serlo. El resto es literatura.
Creada por Laura Sarmiento y Verónica Fernández, Intimidad muestra también con habilidad una ciudad y unos paisajes próximos que se convierten en coprotagonistas de la trama. Señalar también un deseo de mostrar los entresijos de un partido político que lleva décadas gobernando la ciudad, con una estupenda Emma Suárez cortando en la sombra el bacalao y tratando de sofocar las maniobras de los más arribistas. Una defensa a ultranza de la intimidad, es decir, de la dignidad personal.
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