Columna

Lee Miller fue llorada tarde: la artista que se metió en la bañera de Hitler y cayó en el olvido

Un documental reivindica la figura de la modelo, fotógrafa y corresponsal de guerra, a la que su hijo solo recordaba como una alcohólica deprimida

'Lee Miller en la bañera de Hitler' (1945), de Lee Miller y David E. Scherman.

Todas las desdichas que había vivido desde niña, todo el horror que había presenciado en el frente, se desvanecieron por un momento cuando Lee Miller se quitó las botas, manchadas del barro del campo de concentración de Dachau, se desnudó y se metió en la bañera de la casa de Adolf Hitler y Eva Braun en Múnich.

Había hecho fotos para la historia, pero la de su baño relajante, con las botas sucias sobre la alfombra y el retrato del tirano colocado a su lado, la capturó su compañero de bata...

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Todas las desdichas que había vivido desde niña, todo el horror que había presenciado en el frente, se desvanecieron por un momento cuando Lee Miller se quitó las botas, manchadas del barro del campo de concentración de Dachau, se desnudó y se metió en la bañera de la casa de Adolf Hitler y Eva Braun en Múnich.

Había hecho fotos para la historia, pero la de su baño relajante, con las botas sucias sobre la alfombra y el retrato del tirano colocado a su lado, la capturó su compañero de batallas David E. Scherman. Imagen icónica -para algunos, frívola- de la derrota del nazismo, ninguno de los dos sabía que Hitler y Braun se acababan de suicidar en el búnker de Berlín.

Mujer dura, valiente, creativa y bellísima, Miller sabía estar a los dos lados de la cámara: fue modelo de portada de Vogue antes de introducirse en el arte vanguardista. Su vida se cuenta en el documental Lee Miller: musa y corresponsal de guerra, dirigido por Teresa Griffiths (en Movistar+). Arrastraba el trauma de una violación (y una gonorrea) a los siete años, que siempre calló; su padre la retrataba de forma un tanto obsesiva. Ahogaba las penas en alcohol y vivía deprisa, saltando entre parejas y ciudades. Con Man Ray ideó nuevas técnicas fotográficas, pero a él le carcomían los celos. Y posó para seis cuadros de Picasso.

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En la Segunda Guerra Mundial se reinventó como fotorreportera. Documentó lo más terrible antes de colarse en el piso de Hitler a echarse una siesta y darse un baño. No cualquiera vale para corresponsal de guerra, para renunciar a la comodidad y a la seguridad a cambio de estar en primera fila de la historia. Ella lo hizo, pero luego cayó en el olvido.

Choca oír a su único hijo, Antony Penrose, decir que en su día no lloró su muerte, que la recordaba como una alcohólica deprimida que nunca le hizo mucho caso. Solo después de hallar montañas de negativos y diarios en un desván, solo al sumergirse en ese material e indagar en su biografía, comprendió su grandeza. Entonces sí: lloró.

Lee Miller, en su etapa de modelo, fotografiada por Vogue en 1931. En vídeo, tráiler de 'Capturing Lee Miller'.

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