La cabalgata de las Vallkirias piragüistas del Pisuerga contra el cáncer de mama
Un grupo de mujeres con esta enfermedad recurre al barco dragón como rehabilitación física y emocional
Un dragón fluvial de 12 metros de largo acuchilla el río. La cabeza y la cola de la criatura de fibra de carbono surcan el agua y abren sendas olas laterales propulsadas hoy por ocho remeras y otras tantas palas de furioso bogar. Las tripulantes, uniformadas de morado, marcan su ritmo bajo el son de un tambor como si el ritual mitológico escandinavo se hubiese adueñado de Valladolid. Las Vallkirias del Pisuerga entrenan con el tesón de quien ha encontrado en esta disciplina deportiva, el barco dragón, la rehabilitación física y emocional necesaria para remar contra el ...
Un dragón fluvial de 12 metros de largo acuchilla el río. La cabeza y la cola de la criatura de fibra de carbono surcan el agua y abren sendas olas laterales propulsadas hoy por ocho remeras y otras tantas palas de furioso bogar. Las tripulantes, uniformadas de morado, marcan su ritmo bajo el son de un tambor como si el ritual mitológico escandinavo se hubiese adueñado de Valladolid. Las Vallkirias del Pisuerga entrenan con el tesón de quien ha encontrado en esta disciplina deportiva, el barco dragón, la rehabilitación física y emocional necesaria para remar contra el cáncer de mama. Las 43 integrantes sufren o han sufrido esta enfermedad, aparcada en la orilla desde los dos años que llevan enroladas en estas galeras voluntarias. A la realización personal añaden laureles: en el reciente campeonato de España de esta categoría las canoas pucelanas quedaron primera y segunda. Todo, movido por el compañerismo, la ilusión y la adrenalina: “Paleamos para vivir”.
El grupo se cita tres veces semanales en el centro de piragüismo Narciso Suárez, desde donde cargan con las naves, de unos 180 kilos, rumbo al río. Antes, durante y después de la sesión, carcajadas y conversaciones diversas. Lo mismo charlan de las familias que del curro o de sus quimioterapias: aquí no hay tabúes y ellas conocen la situación médica de las demás, lo cual les permite administrar de qué tema y en qué tono hablar según el día. “Mira, tengo el pinchazo en el brazo”, ilustra una a otra. Nachi García, presidenta de la agrupación, valora “la normalización de las situaciones”. La fundadora de las Vallkirias, de 64 años, se lanzó en febrero de 2022, poco después de ser operada y que el fisioterapeuta le recomendara libros sobre el deporte y sus beneficios en los tratamientos tras la enfermedad. “No tenía ni idea, no había cogido una pala en la vida”, explica García, quien tras la intervención perdió movilidad y padecía habituales contracturas en los brazos, hombros y espalda. El barco dragón, mano de Odín: adiós dolores, irrumpieron las ganas y entre varias amigas y compañeras de oncología formaron la asociación, donde los físicos fibrosos evidencian la exigencia del deporte. El único requisito, atravesar o haber atravesado el cáncer de mama.
Las 18 participantes de este entrenamiento dan pistas visuales de su compromiso contra la enfermedad. Reina el morado en muñequeras, sandalias, gafas de sol, pañuelos, relojes y guantes. También en algún pelo corto teñido de violeta. El afán de las remeras enorgullece a Narciso Suárez, leyenda del Piragüismo español y bronce en Los Ángeles 1984. El también entrenador se asombra: “Si fuera por ellas entrenaríamos el doble, a veces tengo que pararlas. Las hay con triple metástasis que entrenan que si las ves, te sorprendes. Algunas dan datos impresionantes, es tremendo porque es una operación que deja secuelas en zonas articulares o del hombro”.
Suárez destaca que tras dos años de entrenamientos sobre este equipo no profesional han emergido triunfos inimaginables al comenzar. El campeonato nacional recientemente celebrado en Asturias, que congrega a grupos con diversas afecciones de cáncer, encumbró a las Vallkirias: las dos naves quedaron primeras y segundas. También acabaron novenas en el certamen general de mujeres sénior contra rivales sin esta enfermedad. Asombroso, ensalza Suárez, con algunas remeras inmersas en ciclos de radioterapia y quimioterapia. Se ponen un gorro y al Pisuerga, sin importar el frío invernal cuando toca. Se abrigan y punto, más motivos para apretar y llegar a velocidades de nueve nudos, unos 15 kilómetros por hora, pese a que el barco ronda la tonelada entre las 12 palistas, el timonel y, literalmente, el del tambor.
“Paleamos para vivir”, argumenta Henar Alonso, de 61 años, tras el feroz “Tres, dos, uno… ¡Agua! ¡Tiramos!” con el que inician el entrenamiento. La canoa dragón avanza, con sincronización milimétrica, por el meneo constante de hombros y brazos. Algún resoplido se escucha al apretar el paso sobre el Pisuerga. En la ribera o en los puentes, paseantes curiosos, muchos saludos y algún pescador mosqueado, pero comprensivo, por agitar el cauce. “¡Esto te resetea al día!”, exclama una voz al fondo de la embarcación, bajo el brillo del atardecer y el verde de los chopos aledaños. “¡El río nos conoce en todas las estaciones!”, agrega otra compañera, quien insiste en el compromiso que entraña esta disciplina. Cómo sucumbir a la pereza cuando cada una resulta imprescindible para que la comitiva prospere. Esto es un equipo multidisciplinar, con una mezcla de perfiles de entre 34 y 67 años, unidas por la pala. Hay médicas, policías nacionales, jubiladas, economistas, ingenieras, maestras, guardias civiles o funcionarias del Ayuntamiento. El traje laboral se lo despojan al vestirse de morado y lanzarse al agua.
Mariví Pérez, de 59 años, solo se lamenta de haber comenzado tan tarde. Se inició en enero por el consejo de otras mujeres y descubrió un mundo de apoyo físico y emocional más allá del empujón deportivo. “Estamos todas unidas por la misma causa, es muy importante para superar una enfermedad de este calibre”, sostiene la vallisoletana. El trajín tiene dos espectadores habituales: Gema Portillo y Emilio Hernández saludan mientras contemplan el entrenamiento de su hija María, de 14 años, preparándose para el campeonato de España de canoa. “Tienen una fuerza de voluntad, un sacrificio… con todo lo que les ha pasado”, se admira el hombre; su esposa aplaude este ejemplo, que “es una válvula de escape, estos deportes no están valorados porque solo se habla de fútbol y fútbol”. Su hija, sofocada al salir del río, apunta que pese a su mayor peso “cuesta pillar” al barco dragón cuando coge potencia: “Van todas igual, al mismo ritmo”.
Las recientemente responsables del pregón de las Fiestas patronales de Valladolid se azoran al recordar ese día en el balcón consistorial. “No salíamos serias en ninguna foto”, inciden. José Luis Bentabol, presidente del club de Piragüismo y marido de Nachi García, sintetiza los efectos del ejercicio: “Vienen hundidas, pero esto les cambia la vida”. Estos dos años implican anécdotas como que una mujer acudió, algo avergonzada, afirmando que no podía participar porque había padecido una mastectomía. Ilusa: 17 de las 43 federadas también han pasado por ello, 12 de ellas doblemente. “A una le dijeron que el brazo derecho solo lo podría usar para llevar reloj y aquí está remando con todas”, se congratula Bentabol, agradecido a la mayoría de oncólogos que prescriben el ejercicio y compadeciéndose de broma de “tantos psicólogos que han perdido trabajo”. Tal implicación abruma al presidente, quien rememora protestas de las remeras cuando alguna reconstrucción mamaria u operación les implica perderse una competición: “¡Llevan meses esperándolo y se enfadan porque justo les coincide!”.
La más joven, Adriana Fernández, de 34 años, acaba feliz la sesión. Se unió este abril, animada por la madre de un amigo, aunque primero recelaba: “Sí, claro, me voy a meter en el río a remar”. Se acercó un jueves y el lunes estaba federada. “Desde el primer día me encantó el ambiente, nunca había hecho deporte y ahora los martes, jueves y sábados son sagrados”, sonríe. Fernández se despide y en la máquina de spinning y en un ergómetro en seco se quedan dos compañeras. De fondo, a través de una cristalera, se ve a varias personas dando de comer a los patos de un estanque sin saber que tras el vidrio hay dragonas.