Las bolsitas de nicotina, el nuevo negocio de las tabacaleras que plantea “graves problemas de salud pública”
Pese a que su consumo es por el momento muy marginal, la Comisión Europea acaba de mostrar su preocupación por este nuevo producto adictivo
La industria tabacalera ve cómo el negocio del humo es cada vez menos rentable en los países occidentales, y busca alternativas para mantener sus beneficios. En España sus apuestas son el tabaco calentado y los vapeadores, pero hay otra incipiente: las bolsitas de nicotina, también conocidas por su nomenclatura en inglés, nicotine pouches. Pese a que su consumo es por el momento muy marginal, la Comisión Europea acaba de mostrar su preocupación por este nuevo producto adictivo....
La industria tabacalera ve cómo el negocio del humo es cada vez menos rentable en los países occidentales, y busca alternativas para mantener sus beneficios. En España sus apuestas son el tabaco calentado y los vapeadores, pero hay otra incipiente: las bolsitas de nicotina, también conocidas por su nomenclatura en inglés, nicotine pouches. Pese a que su consumo es por el momento muy marginal, la Comisión Europea acaba de mostrar su preocupación por este nuevo producto adictivo.
En una respuesta al europarlamentario socialista Nicolás González Casares, la comisaria de salud, Stella Kyriakides, expresaba la semana pasada que “la creciente popularidad de las bolsitas de nicotina plantea graves problemas de salud pública y representa un reto cada vez mayor para el mercado interior”. Pero reconoce que, hoy por hoy, es un sector que vive en un vacío legal, ya que quedan fuera del ámbito de aplicación de la Directiva 2014/40/UE sobre los productos del tabaco.
Las bolsitas de nicotina están inspiradas en el snus, un producto derivado del tabaco muy popular en Suecia. Fuera de este país son ilegales, así que lo que se comercializa en el resto de Europa (incluida España) se parece, pero no contiene tabaco. Se puede comprar por internet, las hay en estancos y también podrían ofrecerla en otras tiendas, ya que no tiene las restricciones legales de los cigarrillos. Una cajita con entre 15 y 25 bolsitas cuesta entre cuatro y cinco euros, dependiendo de marcas y dosis.
Su principal ingrediente son sales de nicotina sintéticas, y suele contener otras sustancias como celulosa microcristalina, carbonato de sodio y otras sales de carbónico, ácido cítrico y aromas. Se colocan entre la encía y el labio durante no más de 30 minutos, no se ingieren, y la sensación, según una de las marcas que la venden es “una tormenta de nicotina” con sabores variados, según el gusto del consumidor.
Están lejos de ser tan perjudiciales como el tabaco, pero su corta vida hace que se sepa poco de los efectos que pueden tener a largo plazo para la salud. El Ministerio de Sanidad se apoya en un informe del Instituto Alemán de Evaluación de Riesgos que colgó en su web traducido este mismo año para que sirviera como guía. Los estudios que examina muestran que el cuerpo puede absorber al menos la mitad de nicotina de la bolsita, lo que puede provocar niveles en sangre semejantes a los que se alcanzan tras el consumo de cigarrillos convencionales. Estas cantidades pueden ser superadas “significativamente” en el caso de los pouches de alta dosificación. “En ambos casos [...] se sugiere un mecanismo adictivo comparable”, reza el documento.
Lo que provocan estas bolsitas es una serie de reacciones en el organismo, es un efecto estimulante que va de la mano de un aumento de la presión sanguínea y del ritmo cardíaco, cuya intensidad depende de la dosis de nicotina. Los casos de toxicidad con dosis altas no suelen ser graves: pueden ir de náuseas y vómitos, hasta diarrea, ralentización de ritmo cardíaco o convulsiones y depresión respiratoria, en las peores situaciones que describe el informe. Por su parte, las nitrosaminas “son fuertes carcinógenos genotóxicos” con efectos específicos en los órganos.
En opinión de González Casares, la proliferación de productos alternativos al tabaco no son más que un intento de la industria de “sortear la legislación y crear nuevos adictos”. En el caso de las bolsitas, lo hacen “con sabores atractivos para los más jóvenes” (cola, mora, frambuesas, lima-limón) que, al no contener tabaco, “burlan la legislación” de los estados. Hay algunos, como Bélgica y Países Bajos que ya los han prohibido. En España se venden libremente. “Corresponderá al nuevo Gobierno decidir sobre otra normativa o incorporar a nuestro marco normativo aquellas normas que vengan de Europa al respecto”, responde el Ministerio de Sanidad a EL PAÍS.
El médico Rodrigo Córdoba, del Comité Nacional de Prevención del Tabaquismo, asegura que la industria está inundando el mercado de productos de nicotina con la idea de “captar adictos” entre menores y primeros consumidores e impedir que los quieren abandonar el hábito lo dejen, y sigan adictos. “Es cierto que hoy las bolsitas no están extendidas, pero no se sabe lo que puede pasar en el futuro, porque la industria va siempre más rápido que la legislación”, subraya.
Estas nuevas bolsitas serían para Córdoba el ejemplo perfecto de lo que las tabacaleras han buscado siempre: crear consumidores de nicotina. Es lo que reconocían literalmente en documentos internos desde hace casi 80 años, cuando escondían sus efectos perjudiciales para la salud. “El cigarrillo debe ser concebido como un envoltorio, el producto es la nicotina. Piensen en el cigarrillo como un contendor para proporcionar la ración diaria de nicotina”, escribía William Dunn, del centro de investigación de Philip Morris en 1939.
Esta compañía, casi un siglo después, ha tomado posiciones en el negocio de las bolsitas, aunque por el momento no las comercializa en España. El año pasado compró por más de 13.000 millones de euros el 83% de la sueca Swedish Match, que vende snus en su país y bolsitas de nicotina sin tabaco en el mercado exterior. Philip Morris estima que los pouches de sabores pueden crecer entre un 30% y un 40% en el próximo lustro y que el resto de Europa puede superar en consumo a Escandinavia en menos de tres años.
¿Reducción de daños?
Fuentes de la empresa defienden esta apuesta como una alternativa al tabaco de combustión. “Nuestra apuesta por las alternativas libres de humo y la sustitución de los cigarrillos por estas alternativas es nuestro propósito de compañía. Cada día estamos más cerca. Para conseguir esto necesitamos un amplio abanico de productos que eliminan la combustión de la ecuación, donde se encuentran los dispositivos de calentamiento de tabaco, los cigarrillos electrónicos y también las bolsas de nicotina”, señalan las fuentes. Aunque admiten que no son productos “exentos de riesgo”, son mejores que seguir fumando tabaco, la primera causa evitable de enfermedad, invalidez y muerte prematura en el mundo, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). En Europa, el tabaquismo provoca cada año 1,2 millones de fallecimientos.
Para ello se apoyan en la experiencia en Suecia, donde un estudio mostró que los consumidores de snus no tienen más probabilidades de empezar a fumar cigarrillos, mientras que los fumadores tradicionales que empiezan a usar snus tienen más probabilidades de dejarlos. Además, el país escandinavo es el único de Europa en el que el cáncer de pulmón no era la principal causa de mortalidad por cáncer en hombres, según un estudio de 2012 que todavía se usa como referencia en el continente. La industria insinúa que el consumo de snus puede estar detrás de este efecto y que, de forma análoga a este producto, las bolsitas pueden funcionar para la deshabituación tabáquica, algo que por el momento no han demostrado.
Esta estrategia argumental es la misma que emplean las tabacaleras para los vapeadores. Se apoyan en que el último estudio de Edades sobre consumo de drogas afirma que cerca del 45% de los usuarios de cigarrillos electrónicos utilizan estos dispositivos como sustitutivo del tabaco. Sin embargo, los datos muestran claramente que son una puerta de entrada al consumo de sustancias tóxicas para la juventud. La encuesta sobre uso de drogas en enseñanzas secundarias en España (Estudes), publicada en 2022, indica que el 44% de los adolescentes de entre 14 y 18 años había probado los cigarrillos electrónicos, lo que supone más del doble que en 2016. Y solo un 8,5% de ellos buscaba reducir su consumo de tabaco o dejar de fumarlo.
Los vapeadores han conseguido atraer a adolescentes que no fumaban gracias a una regulación más laxa que permite promocionarlos a influencers en redes sociales, anuncios en festivales y colores y sabores muy llamativos. Las bolsitas de nicotina de momento no tienen tanta presencia mediática, pero calcan estas dos últimas características.