Cuando la lava frena en la puerta de tu casa: “Lo peor es la incertidumbre. Es como una enfermedad terminal”
El magma del volcán detuvo su camino hace más de un mes justo antes de arrasar la vivienda de Félix Rodríguez. Los expertos advierten de que todas las coladas, aunque lleven días paradas, pueden reactivarse
Trabajar en las plataneras que rodeaban su casa por la mañana y, por la tarde, bañarse y pescar en la playa, a solo 200 metros. Así se pueden resumir los veranos de la infancia de Félix Rodríguez (58 años) en su vivienda de Las Hoyas, al oeste de la isla de La Palma. “Son tantos recuerdos... Es el escenario de mi vida, entre el mar y ese acantilado que me parecía tan alto”, dice. El 7 de octubre, 18 días después del comienzo de la erupción del volcán, la lava empezó a caer por ese barranco, al que tanto mirab...
Trabajar en las plataneras que rodeaban su casa por la mañana y, por la tarde, bañarse y pescar en la playa, a solo 200 metros. Así se pueden resumir los veranos de la infancia de Félix Rodríguez (58 años) en su vivienda de Las Hoyas, al oeste de la isla de La Palma. “Son tantos recuerdos... Es el escenario de mi vida, entre el mar y ese acantilado que me parecía tan alto”, dice. El 7 de octubre, 18 días después del comienzo de la erupción del volcán, la lava empezó a caer por ese barranco, al que tanto miraba cuando era niño. “Un vecino de la zona me avisó de que la teníamos encima. Eran 15 metros de colada y no había escapatoria. Daba por hecho que arrasaría mi casa”. Sin embargo, el magma frenó justo detrás de la vivienda de Rodríguez y no ha avanzado desde entonces. “La casa, no sé por qué milagro, ahí está. Se ha salvado, de momento”.
El “de momento” que añade Rodríguez es el matiz que acongoja a muchos palmeros en la misma situación, con sus viviendas amenazadas por los caprichos del magma. “No importa cuánto tiempo lleve parada una colada”, explica el director técnico del Plan de Emergencias Volcánicas de Canarias, Miguel Ángel Morcuende. “Por ahora no hay ninguna que podamos considerar muerta. No se pueden descartar avances en ninguna zona”.
La lava que expulsa el volcán busca caminos por los que aflorar. El magma puede avanzar por encima de la colada existente o por las cavidades que hay dentro de ella, los llamados tubos lávicos. Los materiales circulan por estas cañerías hasta que rellenan las oquedades o encuentran una vía de salida. “Lo mejor es que desemboque en el mar, como está pasando ahora, pero si se tapan esas salidas podrían moverse coladas que ahora están paradas”, añade Morcuende.
La que se detuvo justo detrás de la vivienda de Rodríguez es la colada 9, la situada más al sur. Es la que ahora mismo recibe más aportes de lava y la que más posibilidades tiene de avanzar en tierra. De momento no se ha movido ni lo hace desde el 13 de octubre, “pero estamos atentos”, dice Morcuende. Las otras dos en las que se deposita más magma son la 1, que es la que más terreno ha ganado al mar, y la 2, que sepultó la playa de Los Guirres el miércoles pasado. Morcuende cree que la colada cuyo movimiento generaría más pérdidas materiales es la 8, la situada más al norte: “Haría un daño terrible”. Alcanzaría nuevas zonas residenciales y de cultivos. Hasta ahora, la lava ha destruido 1.181 viviendas y 296 hectáreas de cultivos. En total, hay 1.019 hectáreas arrasadas.
La causa más probable de un hipotético cambio en el discurrir de la lava sería una modificación en la morfología del cono del volcán, señala Morcuende. “Si cambia el foco emisor [derrumbe de paredes, nuevas bocas...], la lava puede tomar otros caminos. El cono parece que ha adquirido la forma que más le gusta, se ha asentado. Lo que voy a pedir por favor es que siga así, ya que de esta forma la lava seguirá llegando principalmente al mar”, finaliza.
“Lo peor es la incertidumbre”, dice Rodríguez. Es un pesar compartido por el resto de damnificados. Muchos aseguran que lo pasan peor en los momentos previos a que la lava alcance sus casas, cuando está rondando pero no termina de engullirlas. “Es una tristeza parecida a la que te asalta cuando un amigo o familiar sufre una enfermedad terminal con dolor, a la espera de que llegue el desenlace para que deje de sufrir”. Rodríguez asegura que antes estaba siempre pendiente de las noticias para ver qué sucedía, “por dónde se movía la lava, pero ya no puedo más. Intento no saber nada”.
Este damnificado por la erupción vive en Los Llanos de Aridane y es profesor de Historia en el instituto público de El Paso. “Quiero pensar que no tengo de qué quejarme, que yo he perdido una segunda residencia, no como otras personas que se han quedado sin nada”, añade. Sin embargo, esto no amaina su tristeza. “Estuve muy jodido… Pensaba: ¿por qué nos pasa esto a nosotros, por qué tan mala suerte? Es un duelo. Acabas aceptando que es la naturaleza y no puedes hacer nada, te resignas. No pude salvar nada de lo que había ahí, los juguetes y los comics de mi infancia, ni los muebles viejos que guardábamos. Me da pena por mi padre, por los muchos años que dedicó a esa finca”.
La historia de esa vivienda se remonta a otra erupción volcánica, la de San Juan en 1949. La lava generó la fajana sobre la que hoy se asienta la casa de Rodríguez, una isla blanca en un mar de plataneras. “Justo ese año mi padre emigró a Venezuela, donde se casó con mi madre. Ella también era palmera, de Mazo; emigraron tantos que no era extraño encontrarse allí. Mi padre trabajó como camionero y después como comerciante, en una tienda que se llamaba El Obrero”. Con los ahorros de aquella época regresaron a La Palma. Entonces, a mediados de los sesenta, ya estaban a la venta los terrenos que había creado la erupción. “Mis padres compraron dos fanegas de tierra, donde se asienta la casa. Sembraron plataneras y así construyeron una vida en la isla”.
En torno al 70% de las plataneras de Rodríguez han sido consumidas por el magma. Esto provoca víctimas colaterales, pero sin derecho a compensación. “Cuando mi padre se jubiló se hizo cargo de las fanegas un hombre que llevaba muchos años trabajando con él, en régimen de aparcero [él se encarga de la finca y se queda con una parte de los beneficios]. Es un segundo padre para mí, desde que empezó esta situación le llamo todas las semanas. Ahora era su hijo el que se encargaba de la tierra. Se ha quedado sin nada: se va al paro en el momento más peligroso, con más de 50 años”, lamenta.
Rodríguez no se atreve a aventurar cómo terminará su casa, en la que pasó tantos veranos. “Creo que ahora mismo está intacta, pero no tengo ni idea de qué va a pasar”. Lo que no está intacto es el entorno, rodeado de una lengua de lava tan caprichosa como destructiva.
Actualización el lunes 15 de noviembre por la tarde: La vivienda de Félix Rodríguez ha sido sepultada por la lava este lunes, según ha confirmado el damnificado a este periódico a través de imágenes aéreas.