El Paraíso se convierte en el infierno
Los bomberos rescatan decenas de animales ante el inexorable avance de la lava que ha arrasado uno de los primeros pueblos de La Palma evacuados tras la erupción
El Paraíso hacía honor a su nombre. Un tranquilo asentamiento rural en pleno corazón de una reserva de la biosfera. Hasta que ahora se ha convertido precisamente en lo contrario: un infierno de lava. Esta pequeña localidad en la isla de La Palma no ofrece obstáculo alguno para las largas filas de colada que brotan desde el pasado domingo del volcán Cabeza de Vaca. Este lunes, con los habitantes ya desalojados, los bomberos poco más han podido hacer que entrar casa por casa para rescatar animales abandonados antes de que la lava y el fuego que la acompaña los engulla.
El olor a quemado, ...
El Paraíso hacía honor a su nombre. Un tranquilo asentamiento rural en pleno corazón de una reserva de la biosfera. Hasta que ahora se ha convertido precisamente en lo contrario: un infierno de lava. Esta pequeña localidad en la isla de La Palma no ofrece obstáculo alguno para las largas filas de colada que brotan desde el pasado domingo del volcán Cabeza de Vaca. Este lunes, con los habitantes ya desalojados, los bomberos poco más han podido hacer que entrar casa por casa para rescatar animales abandonados antes de que la lava y el fuego que la acompaña los engulla.
El olor a quemado, a azufre y una incesante lluvia de ceniza acompañan el implacable avance de la lava, que se lleva consigo muros, verjas y puertas. Una capa de dos centímetros de grava volcánica, lo que en Canarias se conoce como picón, cubre el asfalto de las calles. “Contra esto nada se puede hacer sino esperar”, explica Alberto, el jefe de la cuadrilla de bomberos. A su lado, un compañero proveniente de Gran Canaria sostiene en sus brazos un conejo recién rescatado. Bajando por la calle, otro bombero lleva a cuestas a una perra que, asustada, no deja de mirar atrás. De fondo, no cesa el rugido del volcán, a apenas un par de kilómetros, y la lluvia de cenizas que cubre por completo la carretera LP3, aún a medio terminar.
El presidente de Canarias, Ángel Víctor Torres, ha anunciado que la colada de lava va a llegar a la costa sobre las 20.00 horas de este lunes, tras atravesar los municipios de El Paso, Los Llanos de Aridane y Tazacorte. Torres ha apuntado, en todo caso, que “lo previsible” es que no se tenga que desalojar “a nadie más”, porque la evolución de las coladas es hacia “zonas que ya han sido evacuadas”. Cerca de 5.500 personas han tenido que dejar ya sus viviendas.
El Paraíso fue una de las primeras poblaciones en ser evacuadas en la tarde del domingo, tras la erupción a las 15.12. Por eso este lunes, a primera hora de la tarde, una decena de bomberos procedentes de La Palma y Gran Canaria se afanan por rescatar a perros, conejos y pájaros del inexorable avance de la lengua de lava proveniente de una de las nueve bocas del nuevo volcán a unos 300 metros por hora, más despacio que los 700 metros por hora que se calcularon inicialmente junto a los conos eruptivos.
Los bomberos observan asombrados el comportamiento de los ríos de materia incandescente expulsada por el volcán. “Una lengua de lava avanzaba por el flanco este de la población”, explica uno de los operarios locales. Durante su avance, añade, la colada aún humeante se solidificó. “La lava chocó contra ella misma, se desvió y mira lo que ha pasado, por todo el centro del pueblo avanza como Pedro por su casa”. Esta circunstancia posibilitó que Carlos Rodríguez, uno de los vecinos de la localidad, salvase su casa por apenas dos metros. “Escapamos locos, no sé ni cómo”, explica.
A medida que la lava desciende cuesta abajo por el centro del pueblo, se intensifica el olor a quemado y la lluvia de picón, y sube la temperatura. El jefe de la cuadrilla retira a sus hombres con una señal del brazo y un grito inapelable: “Todos a los camiones, ¡ya!”. A su paso van sellando cada una de las casas, transportando hasta la carretera exterior las jaulas y los nerviosos animales. “Mírala”, dice otro bombero, señalando a la perra en sus brazos. “No se quería ir de casa aunque el fuego estuviese al lado. Y eso que su dueño la había dejado ahí”.