Un hotel en Fortaleza se convierte en un centro de rehabilitación para pacientes de ‘covid largo’
Alrededor de un 60% de los hospitalizados por el coronavirus presentan algún tipo de secuela, según un estudio en Brasil: incapacidad para caminar, dificultades respiratorias e incluso problemas neurológicos son algunas de las afecciones que persisten después de “curarse”
“Con fuerza, con fuerza, con fuerza”, repite la fisioterapeuta Barbara Nogueira mientras ejerce un poco de presión sobre los pies de Francisco Cláudio das Chagas Oliveira, de 44 años, y espera a que este reúna toda la energía posible para empujarla hacia atrás. “Ahora vamos a hacer lo mismo en los brazos. ¿Te has quedado sin fuerzas? ¿No has comido hoy?”, bromea. Él se ríe. Hace ya un mes que Cláudio está alojado en una suite del segundo piso del Hotel Recanto Uirapuru, de Fortaleza, capital de Ceará, para ...
“Con fuerza, con fuerza, con fuerza”, repite la fisioterapeuta Barbara Nogueira mientras ejerce un poco de presión sobre los pies de Francisco Cláudio das Chagas Oliveira, de 44 años, y espera a que este reúna toda la energía posible para empujarla hacia atrás. “Ahora vamos a hacer lo mismo en los brazos. ¿Te has quedado sin fuerzas? ¿No has comido hoy?”, bromea. Él se ríe. Hace ya un mes que Cláudio está alojado en una suite del segundo piso del Hotel Recanto Uirapuru, de Fortaleza, capital de Ceará, para intentar recuperar lo que la covid-19 le quitó. Fue el primer paciente del gran edificio de tres plantas que el Gobierno de Ceará acaba de convertir en una casa para pacientes con secuelas pos covid-19 durante la pandemia. Llegó allí sin poder siquiera ponerse en pie, tras siete meses de hospitalización por una infección de coronavirus. Y no tiene fecha de salida. “Mi sueño es volver a caminar”, dice.
El mundo ha acompañado de cerca las consecuencias del virus y la presión que ha ejercido la pandemia sobre los sistemas sanitarios. Casos de problemas neurológicos, personas que han tenido que someterse a hemodiálisis con frecuencia, necesidades de atención a la salud mental y terapias para recuperar la capacidad de respirar, moverse e incluso caminar. Un estudio publicado en julio por el Hospital de Clínicas de la Universidad de São Paulo (USP) mostró que, un año después del alta, el 60% de los pacientes que fueron hospitalizados por una infección por coronavirus tienen algún tipo de secuela, ya sea fatiga, falta de aliento, dificultad para concentrarse o debilidad. Otro estudio, publicado en la revista Nature, muestra que los efectos sobre la salud de la covid-19 parecen aumentar el riesgo de muerte y de problemas médicos crónicos incluso en personas que no han sido hospitalizadas.
En Fortaleza, el hotel-hospital cumple su parte. Con una rutina frecuente de diversas terapias que la familia de Cláudio nunca hubiera podido pagar, ya ha conseguido recuperar parte del movimiento de sus brazos y piernas. Pero la enfermedad perjudicó aún más su respiración, que ya requería de bombas de corticoides para fluir. Y provocaba un cansancio extremo al menor esfuerzo, mezclado con una sensación de debilidad en el cuerpo, resultado de la intensa pérdida de masa muscular tras meses de permanecer en una cama de hospital. “Me quedé con el cuerpo muy debilitado”, dice. Apoyado por las manos de Bárbara ―que le conoció cuando aún luchaba por respirar por sí mismo en la UCI del hospital― se levanta. Se arriesga a dar uno, dos, tres pasos. Todo muy despacio, en esa suite de hotel a la que le han puesto una cama de hospital y algunas adaptaciones en el baño.
Es lo máximo que consigue Cláudio: tres pasos con el apoyo de las manos de Bárbara. “Me duelen mucho las piernas”, se queja, ya instalado de nuevo en su silla de ruedas. No ha ido a la casa en la que vive con dos hermanos en Conjunto Palmeiras, un suburbio de Fortaleza, desde que experimentó una insoportable falta de aire en diciembre y fue hospitalizado con covid-19. Acabó intubado y, al no poder desprenderse de las máquinas de soporte vital, se le practicó una traqueotomía, un procedimiento necesario tras una larga intubación para evitar infecciones secundarias a través del tubo. Consiguió sobrevivir, pero aún se enfrenta a las secuelas. “Con fe en Dios me las arreglaré porque no es posible depender de otros de esta manera”, dice. Sus problemas respiratorios, dice, no le permitían trabajar antes de su enfermedad y depende de sus hermanos. Pero aun así perdió la fuerza en brazos y piernas y ahora necesita ayuda incluso para ir al baño y alimentarse. También necesita fisioterapia, nutrición y seguimiento en una serie de cuidados. En julio le hospitalizaron de nuevo porque cogió una neumonía. “En casa no podría hacer nada así”, dice.
En total, este hotel reciclado cuenta con 130 camas para pacientes estabilizados que necesitan algún tipo de rehabilitación, ya sea motora, neurológica o respiratoria. Del total, solamente 29 estaban ocupadas el 28 de julio, cuando EL PAÍS visitó el edificio. “Tenemos que correr la voz para que la gente conozca mejor este servicio”, dice la directora administrativa Ítala de Brito. La residencia lleva funcionando aproximadamente un mes.
Poco a poco, Cláudio ve llegar a nuevos pacientes desde la puerta de su suite, con una radio roja en la mano. Todas las mañanas se sienta a escuchar música sertaneja (un country a la brasileña típico del árido sertão) y clásicos de Roberto Carlos. Es posible ver a varios profesionales de la salud circulando por los pasillos del hotel con sus uniformes y todos los procedimientos de higiene. Hay actividades terapéuticas en pequeños grupos, cursos de cuidador para que los familiares puedan seguir ayudando a los pacientes e incluso una zona de estar para las visitas, permitidas todos los días siempre que respeten los protocolos sanitarios.
En la misma planta de Cláudio está alojado Luciano Lopes de Noronha, de 42 años. “Llegué aquí sin caminar, sin poder mover bien los brazos, con escaras y un trombo en las piernas”, detalla Luciano, que decoró su suite con una foto de su familia y un jarrón con margaritas. Siempre le acompaña su mujer, Jéssica Barbosa, que ahora se encarga de cambiarle las vendas y de cuidar una gran escara que se le ha formado debido a su larga hospitalización.
Durante cuarenta días, Luciano durmió sin saber si despertaría. No recuerda haber sido intubado, pero sí el momento en que perdió el conocimiento, cuando intentaba respirar mejor con la ayuda del casco Elmo, un equipo desarrollado en Ceará para mejorar la saturación. “Cuando me desperté, estaba alucinando”, recuerda. “Pero me siento como un superhombre. Un milagro. Los médicos que me atendieron y me ven hoy no pueden creer que tenga este aspecto.”
Luciano fue dado de alta del hospital hace más de 20 días. Fue entonces cuando Jessica se enteró de la existencia de la Casa de Acogida y decidió intentar conseguir una plaza. “Podía irme a casa y pagarme el tratamiento, pero no nos alcanza porque soy autónomo, ¿sabes?”, explica. Es conductor de una aplicación, sus ganancias eran la principal fuente de ingresos de la familia, que tiene dos hijos. Pero desde que empezó a mostrar los síntomas en mayo no ha podido trabajar. La solución fue contar con la ayuda de familiares y amigos, además de hacer sorteos en internet. Los dos niños quedan al cuidado de su abuela mientras Jéssica ayuda al marido a recuperarse y revende perfumes para ver si aumenta sus ingresos. “No pude visitarlo en el hospital y me asusté mucho cuando lo vi. Ahora se mueve mejor, pero sigue dependiendo mucho de mí”, dice. “Lo único que quiero es mejorar y poder volver a la rutina. Siempre he sido muy activo”, añade Luciano.
En una audiencia pública en abril de este año en el Parlamento, la profesora de medicina Juliana Lapa estimó que hay más de 50 tipos de secuelas relacionadas con la covid-19 identificadas. La fisioterapeuta Barbara Nogueira dice que los pacientes que han tenido covid-19 llegan a la residencia de Fortaleza con una “mezcla de problemas”. “Hay secuelas respiratorias, neurológicas y motoras. Algunos permanecen en el hospital durante mucho tiempo y los músculos se atrofian. Rehabilitarlos es un trabajo diario”, señala. El Secretario de Salud de Ceará, Carlos Roberto Martins Rodrigues Sobrinho, dice que la iniciativa es un programa piloto que debe ampliarse a cinco regiones sanitarias del estado el próximo año. “Es un hotel con toda la infraestructura donde el paciente se aloja junto a su acompañante. Es decir, es una atención humanizada”, explica. “Muchas veces, el paciente sale del hospital, pero sin las terapias necesarias acaba reingresando por complicaciones clínicas”, concluye.
Brasil ha sumado al menos 20 millones de personas contagiadas y un 93,5% se ha recuperado, según el informe del Ministerio de Sanidad. Sin embargo, los pacientes que tuvieron covid-19 seguirán necesitando atención y tratamiento durante mucho tiempo, según el presidente del Consejo Nacional de Secretarios de Estado de Salud (Conass), Carlos Lula. “No hubo financiación federal para esto, y los estados y municipios se replegaron”, explica Lula, para alertar sobre los problemas presupuestarios.
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