La geopolítica a varias bandas convierte a Serbia en un éxito mundial de vacunación

El país candidato a entrar en la UE inocula a sus ciudadanos con fármacos desarrollados tanto por potencias occidentales como por Rusia y China, en un reflejo de su política exterior a varias bandas

Una mujer recibe en Belgrado una dosis de la vacuna Sinopharm, en enero.MARKO DJURIC€ (REUTERS)

En Serbia nadie hace cálculos sobre qué vacuna le tocará. Sus ciudadanos simplemente marcan en un formulario digital la que prefieren recibir. O señalan que les da igual cuál, lo que suele adelantar su turno en un rápido proceso que ha convertido al país en el sexto del mundo según la tabla comparativa de Our World in Data, liderada por Israel. Además, es el segundo de Europa con más población vacunada por cada 100 personas, con los datos de esta lista. U...

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En Serbia nadie hace cálculos sobre qué vacuna le tocará. Sus ciudadanos simplemente marcan en un formulario digital la que prefieren recibir. O señalan que les da igual cuál, lo que suele adelantar su turno en un rápido proceso que ha convertido al país en el sexto del mundo según la tabla comparativa de Our World in Data, liderada por Israel. Además, es el segundo de Europa con más población vacunada por cada 100 personas, con los datos de esta lista. Un 28,8% de los serbios han recibido al menos una dosis y es el cuarto Estado que más ha vacunado en los últimos siete días, lejos de la atención que ha atraído el Reino Unido (37,1%, tercero del mundo y primero en Europa) al vincular con el Brexit el avance de su programa. La media en la UE está en el 10,9%.

Una mirada a las cuatro casillas del formulario serbio revela buena parte de las entrañas geopolíticas del éxito. Corresponden a la vacuna desarrollada por la estadounidense Pfizer con la alemana BioNTech, a la del gigante anglo-sueco AstraZeneca, a la china de Sinopharm y a la rusa Sputnik V. Es decir, tanto dos occidentales aprobadas por la UE como dos de los rivales estratégicos de la Unión, que aún no cuentan con el visto bueno de la Agencia Europea del Medicamento (EMA, por sus siglas en inglés).

Una diversidad que ni es casual ni Belgrado pierde la oportunidad de destacar. Simbólicamente, la jefa de Gobierno, Ana Brnabic, formada en Estados Unidos, se convirtió el pasado diciembre en el primer dirigente europeo en inocularse con el fármaco de Pfizer-BioNTech, mientras que el rusófilo titular de Asuntos Internos, Aleksandar Vulin, optó por Sputnik V y el de Sanidad, Zlatibor Loncar, por el más cuestionado de Sinopharm.

Aleksandar Vulin recibe la vacuna Sputnik V, el pasado enero en Belgrado.Anadolu Agency (GETTY)

Con siete millones de habitantes, Serbia ha registrado medio millón de casos y 4.644 muertes por covid. La vacunación comenzó el pasado enero y el mensaje oficial es que ha podido centrarse en la dimensión meramente sanitaria de la campaña gracias a una política exterior a varias bandas que la libera de corsés geoestratégicos. Se trata de un país europeo que negocia su adhesión a la UE, pero también de uno de los escasos Estados balcánicos fuera de la OTAN (organización que lo bombardeó hace dos décadas) con Rusia y China (que ha invertido allí 4.000 millones de euros desde 2011) como aliados. Ambos bloquean el ingreso en la ONU de Kosovo —la exprovincia serbia que declaró unilateralmente su independencia en 2008— gracias a su asiento permanente en el Consejo de Seguridad.

La paradoja es que el presunto apoliticismo de la vacunación ha sido precisamente muy político. El presidente, Aleksandar Vucic, ha asegurado que algunas vacunas “que vienen de Oriente son incluso más seguras que las que vienen de Occidente” y que ha visto informes de servicios de inteligencia occidentales en los que se admite que la china es mejor. “Vucic, [Vladímir] Putin y Xi [Jinping] están salvando Serbia”, tituló incluso un tabloide que, como todos en el país, apoya al Gobierno.

Serbia será el primer país europeo en producir la Sputnik V, a partir de mayo, y el medicamento de Sinopharm, desde octubre y en una fábrica que construirá junto con China y Emiratos Árabes Unidos. Estos fármacos se venderán “incluso a precio de coste” a otros países de la región, señaló el presidente el pasado jueves.

Hace un año, cuando la UE dejó fuera de su estrategia contra la pandemia a la parte de los Balcanes que no está en la Unión, Vucic calificó la solidaridad europea de “cuento de hadas” que “solo existe sobre el papel” y las calles del país se llenaron de banderas y carteles en agradecimiento a Xi. El presidente ha acusado además a los países desarrollados de comprar dosis extra “como si quisieran vacunar a todos sus perros y gatos” y comportarse como los ricos en el naufragio del Titanic, “preparándose caros botes salvavidas mientras los que no somos ricos, los pequeños, como los países de los Balcanes Occidentales, nos hundimos juntos”. Un discurso que alimenta que la mayoría de serbios crea hoy que el principal donante a su país es Pekín cuando lo sigue siendo de largo la UE. “Sé que se está librando una batalla diplomática en torno a las vacunas en Serbia”, admitió el pasado febrero el jefe de la diplomacia comunitaria, Josep Borrell. “Parece que no somos tan buenos en propaganda”.

Donaciones en la región

El éxito ha permitido a Belgrado marcarse tantos diplomáticos en la región. El pasado diciembre anunció la distribución de vacunas en el norte de Kosovo, de mayoría serbia, mientras el resto del país seguía sin ellas, aunque acabó dando marcha atrás por la polémica generada. Ha donado 4.680 dosis a Macedonia del Norte, 2.000 a Montenegro y 10.000 a la entidad de Bosnia de mayoría bosniaca y croata, un cuarto de siglo después de la guerra. “Estoy feliz de que podamos salvar vidas […] Serbia está actuando como un amigo y un vecino”, dijo Vucic en la ceremonia de entrega en el aeropuerto de Sarajevo el pasado día 2. Sefik Dzaferovic, uno de los miembros de la presidencia tripartita bosnia allí presentes, declaró: “Cuando los mecanismos multilaterales fallaron, el presidente Vucic hizo llegar una oferta, la aceptamos y doy de nuevo las gracias por ello”.

Aleksandar Vucic (izquierda) y Sefik Dzaferovic chocan el puño. En medio, otro miembro de la presidencia tripartita bosnia, Milorad Dodik, el día 2 en el aeropuerto de Sarajevo.DADO RUVIC (Reuters)

“Las donaciones a países vecinos son el mayor elemento de relaciones públicas, construyendo la imagen de Vucic como un líder regional fuerte”, apunta por correo electrónico Majda Ruge, analista senior del think tank European Council on Foreign Relations. “Regionalmente existe la percepción de que la UE ha fallado de nuevo a su vecindario más cercano. La información de que almacena 10 millones de vacunas sin usar no ayuda a mejorar esta percepción”. Siete días después de que Vucic lograse en Sarajevo su jugoso titular periodístico, la ministra bosnia de Exteriores, Bisera Turkovic, manifestaba en una rueda de prensa en Berlín con su homólogo alemán, Heiko Maas, el “descontento con razón” de sus ciudadanos por no haber recibido “ni una sola” dosis a través de Covax —un mecanismo internacional para que los países en desarrollo accedan a la vacuna— pese a haber pagado por adelantado 1,2 millones de dosis. Bosnia —donde la vacunación ha comenzado solo en la entidad serbia, con Sputnik V también donada por Belgrado— retomó a principios de mes el confinamiento parcial por saturación hospitalaria y registró el pasado martes un récord de casos. También Macedonia del Norte, con un 70% de infecciones por la cepa británica, ha reinstaurado el toque de queda.

El milagro serbio en la vacunación puede toparse ahora, sin embargo, con la desinformación. Aún quedan millones de sus ciudadanos que no se han registrado para recibir la inyección, en una región en la que “la mayoría no planea vacunarse” y la visibilidad de las teorías de la conspiración sobre la pandemia es “sorprendentemente elevada”, según un informe del pasado diciembre del grupo de investigación BiEPAG, formado por el Fondo Europeo para los Balcanes y el Centro de Estudios Sudeuropeos de la Universidad de Graz (Austria). El avance de la campaña ha ido además acompañado de un repunte de las infecciones, en parte por la relajación en el cumplimiento de las restricciones, como ha reconocido el director de la Organización Mundial de la Salud en Serbia, Marian Ivanusa.

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