La vacunación abre una batalla por salvar vidas y ganar influencia global

Europa vive con nerviosismo el arranque de una campaña que incidirá en los equilibrios geopolíticos en el mundo posterior a la covid-19

La catedral de Salisbury, en Salisbury (Reino Unido), convertida en centro de vacunación contra la covid, este sábado.Steve Parsons (AP)

Es la mayor campaña de vacunación de la historia. De su éxito o fracaso dependerá que, después de casi un año de confinamientos y otras medidas para frenar el coronavirus, miles de millones de personas vivan y trabajen sin miedo al contagio. Está en juego la salud de la humanidad y la posibilidad de que la economía del planeta ...

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Es la mayor campaña de vacunación de la historia. De su éxito o fracaso dependerá que, después de casi un año de confinamientos y otras medidas para frenar el coronavirus, miles de millones de personas vivan y trabajen sin miedo al contagio. Está en juego la salud de la humanidad y la posibilidad de que la economía del planeta salga de la peor recesión en décadas.

Pero hay algo más. Debería ser un esfuerzo conjunto de todo el planeta; en realidad, se escenifica una competición entre países por ver quién vacuna más rápido y mejor. Es una cuestión de prestigio. Y de poder.

”No solo ocurre que las grandes potencias intentan afirmar su primacía al acaparar dosis o afirmar que su vacuna es mejor que las demás”, explica la especialista en geografía política Luiza Bialasiewicz, profesora de gobernanza europea en la Universidad de Ámsterdam. “La vacuna se usa como un arma”, añade.

Bialasiewicz pone el ejemplo de las imágenes de la vacuna rusa, que lleva el nombre del satélite soviético de la Guerra Fría Sputnik, llegando a Argentina, o las vacunas chinas en África. También la Unión Europea (UE), donde el arranque de la campaña ha sido más lento que en otros países, se enfrenta a una nueva prueba para su capacidad de actuar como potencia global.

Cuando ha pasado más de un mes del inicio de las campañas en Estados Unidos y Reino Unido, las dudas se instalan en algunos países de la UE, que decidió hace meses centralizar la compra de las dosis para distribuirlas de forma equitativa entre los miembros y negociar en posición de fuerza precios más favorables. Ahora hay signos de impaciencia y de división.

”Todo retraso son vidas que no podrán salvarse. Es una carrera contrarreloj”, dice Antoine Flahault, director del Instituto de Salud Global de la Universidad de Ginebra, en Suiza. “Además, las nuevas variantes que quizá sean más transmisibles que las cepas precedentes nos conducen a acelerar la protección de las personas vulnerables. Cuanto más rápido, mejor. Si puede hacerse en unos días, mejor que en unas semanas, y si puede hacerse en unas semanas, mejor que en unos meses”.

Como sucedió en la Guerra Fría con la competición entre Estados Unidos y la Unión Soviética por conquistar el espacio o con la carrera armamentística, la vacunación contra un virus que en un año ya ha matado a más de dos millones de personas ha abierto una lucha por la influencia. Esta lucha incidirá en los equilibrios geopolíticos en un momento de fragilidad de la hegemonía estadounidense, de consolidación del poder chino y de indecisión europea. Del resultado de las campañas dependen millones de vidas y la confianza de los ciudadanos en los Gobiernos de sus países; un fracaso —por la carestía de dosis, los atascos en la distribución o la ineficacia para frenar la covid-19— tendría consecuencias graves para los gobernantes y la confianza en el sistema después de los tropiezos de muchas democracias occidentales en la gestión de la pandemia en 2020.

Desconfianza en la estrategia común

El viernes, varios países europeos expresaron su “gran preocupación sobre la sostenibilidad y la credibilidad del proceso de vacunación” tras el anuncio de un retraso en la distribución de las vacunas que produce el laboratorio estadounidense Pfizer junto a la alemana BioNTech. La Hungría del nacionalista Viktor Orban lleva semanas alimentando la desconfianza hacia la estrategia común en la vacunación, y ha decidido comprar vacunas a la china Sinopharm.

En Francia, donde el escepticismo, más allá del movimiento antivacunas, está arraigado, el Gobierno empezó la campaña con cuentagotas, lo que disparó las alarmas. Había un motivo para la lentitud: persuadir a los reticentes. ”Nuestro primer reto consistía en crear las condiciones para que los franceses tuviesen ganas de vacunarse”, declara a EL PAÍS la ministra francesa de la Función Pública, Amélie de Montchalin. “Incontestablemente funciona”. A finales de diciembre, solo un 42% de franceses quería vacunarse; ahora son un 56%, según un sondeo. El ritmo de vacunación se ha acelerado.

En Alemania, donde el ritmo de vacunación fue más rápido que en Francia, algunas críticas se dirigieron a la Comisión Europea y al procedimiento común en la autorización y adquisición de las dosis, considerado como demasiado burocrático. “Es difícil explicar que se desarrollase una vacuna muy buena en Alemania y que se haya vacunado más rápido en otros lugares”, se quejó a principios de año el presidente del estado federado de Baviera, Markus Söder, en una entrevista con el dominical Bild am Sonntag. “El factor tiempo es crucial. Si Israel, Estados Unidos o Reino Unido están más adelantados en la vacunación, también se beneficiarán económicamente”.

En todo el mundo, se han administrado 37,9 millones de dosis de vacuna contra el coronavirus, según un cálculo de la agencia Bloomberg. De estos, 12,9 millones en Estados Unidos; 9 millones en China y 4,8 millones en la UE. Lo primero que llama la atención en el mapamundi de la inmunización es el gran vacío en buena parte del hemisferio sur, donde o bien no hay datos disponibles o las tasas de vacunación son anecdóticas.

Si la comparación se hace según el número de dosis por cada cien habitantes, los europeos salen mal parados: 1,09 dosis por cien habitantes, frente a las 3,95 de Estados Unidos, las 5,51 del Reino Unido recién salido de la UE, las 15,5 de Emiratos Árabes Unidos o las 24,24 de Israel, el país más adelantado.

”Si se hace el paralelismo con la carrera armamentística, la capacidad de movilización de Estados Unidos es fenomenal: siempre se subestima”, dice François Heisbourg, consejero del laboratorio de ideas International Institute for Strategic Studies. “Las dos primeras vacunas que obtuvieron la autorización de las agencias más exigentes, la europea y la estadounidense, son las de Pfizer y Moderna, que son estadounidenses, con ayuda alemana en el caso de la primera”.

La campaña de vacunación, como se vio en Francia durante los primeros días, ofrece un campo abonado para las teorías de la conspiración. “Vivimos un momento de vértigo geopolítico”, reflexiona Bialasiewicz, de la Universidad de Ámsterdam, “y la pandemia no ha hecho más que exacerbar tendencias previas, como la desconfianza en las élites y en el conocimiento científico y de otro tipo”.

Para Heisbourg, es pronto para evaluar el éxito o fracaso de la operación. La batalla no ha hecho más que comenzar, las medidas de confinamiento y las restricciones siguen en pie en muchos países y las variantes del virus pueden obligar a modificar los cálculos. “Si esto es una prueba”, dice, “no es un sprint de 100 metros, pero tampoco sabemos si será una carrera de 5.000 metros o una maratón”.

La UE, China y el tablero africano

“Si la Comisión Europea no hubiese actuado, habrían empeorado las divisiones y la desigualdad en la UE: mantener conjuntada a la Unión es un logro político. Y negoció bastante bien los precios”, dice Sueri Moon, codirectora del Centro de Salud Global en el Graduate Institute de Ginebra. Moon precisa que, al comprar los europeos gran parte del suministro global, se socavaron los esfuerzos de COVAX, el mecanismo multilateral para dar acceso a las vacunas a los países con ingresos bajos. “La característica de la carrera de las vacunas es que cada país antepone sus intereses nacionales o regionales”, afirma Moon.

“La producción occidental y europea de vacunas es limitada”, dice Theodore Murphy, responsable de África en el European Council on Foreign Relations. Al depender COVAX de la producción occidental, y al dar prioridad la UE a la vacunación de sus ciudadanos, los países con ingresos bajos han quedado relegados. Y aquí interviene China, que dispone de un exceso de vacunas que puede distribuir en África. “Los europeos”, dice Murphy, “competimos con China en África, y por eso debemos mirar a las vacunas no solo como un asunto humanitario, sino como un momento en el que podemos demostrar nuestro valor como socios”.

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